Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre,
dijo el Papa en la fiesta de la Sagrada Familia
(RV).- (con audio) (se actualizó con video) Antes de la oración dominical del Ángelus
que rezó con miles de peregrinos, en la que Francisco invitó a “pedir con fervor a
María Santísima, Madre de Jesús y Madre nuestra y a san José, su esposo para que iluminen,
conforten y guíen a cada familia del mundo, para que puedan cumplir con dignidad y
serenidad la misión que Dios les ha confiado”, el Obispo de Roma exhortó: “mientras
fijamos la mirada en la Santa Familia de Nazaret en el momento en que está constreñida
a hacerse prófuga, pensamos en el drama de aquellos migrantes y refugiados que son
víctimas del rechazo y de la explotación. Pero también pensamos en los “exiliados”
que puede haber dentro de las mismas familias: los ancianos, por ejemplo, que a veces
son tratados como presencias molestas”. Manifestó que piensa que un signo para
saber cómo va una familia es ver cómo se tratan en ella a los niños y a los ancianos.
Y expresó que: Jesús ha querido pertenecer a una familia que ha experimentado estas
dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. “La
fuga a Egipto a causa de las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde
el hombre está en peligro, allí donde el hombre sufre, allí donde escapa, donde experimenta
el rechazo y el abandono; pero es también allí donde el hombre sueña, espera volver
a su patria en la libertad, proyecta y elige para la vida y la dignidad suya y de
sus familiares”. El Vicario de Cristo dijo que la sencillez de la vida de la Sagrada
Familia es un ejemplo que hace tanto bien a nuestras familias, las ayuda a convertirse
cada vez más en comunidad de amor y de reconciliación, en la que se experimenta la
ternura, la ayuda recíproca, el perdón recíproco. Y animó a las familias a tomar conciencia
de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad, porque “el anuncio del
Evangelio pasa ante todo a través de las familias, para alcanzar después los diversos
ámbitos de la vida cotidiana”. Jesuita Guillermo Ortiz – RADIO VATICANA
Después
del rezo a la Madre de Dios, el Papa Francisco recordó que el próximo Consistorio
y el próximo Sínodo de los Obispos afrontarán el tema de la familia y que la fase
preparatoria ya se ha iniciado desde hace algún tiempo. Por ello, en esta Fiesta de
la Sagrada Familia, el Santo Padre quiso encomendar a Jesús, María y José, este trabajo
sinodal, rezando por las familias de todo el mundo. E invitó a todos a unirse espiritualmente
a él en la oración escrita por él mismo y que luego pronunció:
Oración
del Papa Francisco a la Sagrada Familia:
«Jesús,
María y José, en ustedes contemplamos el esplendor del amor verdadero, a
ustedes nos dirigimos con confianza.
Sagrada Familia de Nazaret, haz
que también nuestras familias sean lugares de comunión y cenáculos de oración, auténticas
escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas.
Sagrada
Familia de Nazaret, que nunca más en las familias se vivan experiencias de
violencia, cerrazón y división: que todo el que haya sido herido o escandalizado conozca
pronto el consuelo y la sanación.
Sagrada Familia de Nazaret, que
el próximo Sínodo de los Obispos pueda despertar en todos la conciencia
del carácter sagrado e inviolable de la familia, su belleza en
el proyecto de Dios.
Jesús, María y José, escuchen y atiendan
nuestra súplica. Amén.
El Obispo de Roma dirigió asimismo un saludo
especial a todas las personas conectadas con este rezo en la Plaza de San Pedro, desde
Nazaret, en Basílica de la Anunciación, con la presencia del Secretario General del
Sínodo de los Obispos; desde Barcelona, en la Basílica de la Sagrada Familia, con
la presencia del presidente del Pontificio Consejo para la Familia; desde Loreto,
en la Basílica Santuario de la Santa Casa. Saludo que extendió a todas aquellas personas
que en varias partes del mundo se han reunido para otras celebraciones dedicadas
a la familia, como en Madrid.
(CdM - RV)
Texto completo de la alocución
del Papa Francisco a la hora del ángelus
Queridos hermanos
y hermanas, ¡buenos días! En este primer domingo después de Navidad, la Liturgia
nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En efecto, cada
pesebre nos muestra a Jesús junto a la Virgen y a San José, en la gruta de Belén.
Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre.
Como nosotros.
Y hoy el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia en el camino
doloroso del exilio, en busca de refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan
la condición dramática de los prófugos, marcada por el miedo, la incertidumbre y las
estrecheces (Cfr. Mt 2, 13-15.19-23).
Lamentablemente, en nuestros días,
millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la
televisión y los periódicos dan noticias de prófugos que huyen del hambre, de la guerra,
de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para ellos y para
sus propias familias.
En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo,
no siempre, no siempre los prófugos y los inmigrados encuentran acogida verdadera,
respeto, aprecio de los valores de los que son portadores. Sus legítimas expectativas
chocan con situaciones complejas y dificultades que parecen, a veces, insuperables.
Por esta razón, mientras fijamos la mirada en la Sagrada Familia de Nazaret en el
momento en que está obligada a hacerse prófuga, pensemos en el drama de aquellos migrantes
y refugiados que son víctimas del rechazo y de la explotación. Que son víctimas de
la trata de personas y del trabajo esclavo. Pero también pensemos en otros “exiliados”,
yo los llamaría “exiliados escondidos”, aquellos “exiliados” que puede haber dentro
de las mismas familias: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como presencias
molestas.
Muchas veces pienso que un signo para saber cómo va una familia
es ver cómo se tratan en ella a los niños y a los ancianos.
Jesús ha querido
pertenecer a una familia que ha experimentado el exilio, para que nadie se sienta
excluido de la cercanía amorosa de Dios. La fuga en Egipto a causa de las amenazas
de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre está en peligro, allí donde
el hombre sufre, allí donde escapa, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero
Dios también está allí donde el hombre sueña, espera volver a su patria en la libertad,
proyecta y elige para la vida y la dignidad suya y de sus familiares.
Hoy nuestra
mirada sobre la Sagrada Familia nos deja atraer también por la sencillez de la vida
que ella conduce en Nazaret. Es un ejemplo que hace tanto bien a nuestras familias,
las ayuda a convertirse cada vez más en comunidad de amor y de reconciliación, en
la que se experimenta la ternura, la ayuda recíproca, el perdón recíproco.
Recordemos
las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: “permiso”, “gracias”,
“perdón”. Cuando en una familia no se es entrometido, cuando en una familia no se
es entrometido y se pide permiso, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende
a decir gracias, gracias, y cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho
algo malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!
Recordemos
estas tres palabras. Pero podemos repetirlas todos juntos.¡He! Permiso, gracias, perdón.
Todos: Permiso, gracias, perdón.
Pero también quisiera animar a las familias
a tomar conciencia de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. En
efecto, el anuncio del Evangelio pasa ante todo, a través de las familias, para alcanzar
después los diversos ámbitos de la vida cotidiana.
Invoquemos con fervor a
María Santísima, la Madre de Jesús y Madre nuestra, y a San José, su esposo. Pidamos
a ellos que iluminen, consuelen, guíen a toda familia del mundo, para que se pueda
cumplir con dignidad y serenidad la misión que Dios le ha encomendado.