Esperanza Extraordinaria de Francisco en el “Niño de la Paz”
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio)
La esperanza extraordinaria
de Francisco, Obispo de Roma, se alimenta de la contemplación del Niño de la paz en
el pesebre. Sus primeras palabras al mundo en la Navidad, son las del canto de los
ángeles en el momento en el que el amor de Dios une de manera indisoluble el cielo
con la tierra en la carne de su Hijo: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz
a los hombres”. Un canto que el Papa manifestó hacer suyo y que pidió que todos hiciéramos
nuestro, porque este canto “es para cada hombre y mujer que vigila en la noche, que
espera un mundo mejor, que se preocupa por los otros, intentado hacer humildemente
su propio deber”.
En este marco el mensaje Urbi et Orbi de la Navidad es una
oración, una plegaria, una súplica en la que el Papa descubre con enorme realismo
y mucho dolor de padre las heridas graves que padece la humanidad: niños, ancianos,
mujeres, enfermos; las víctimas más vulnerables de la guerra que destroza vidas; las
víctimas de la trata de personas; las víctimas de los desastres naturales y las de
la codicia y el egoísmo de los hombres que explotan indiscriminadamente el planeta.
Señor
no te olvides de nadie; Príncipe de la Paz convierte el corazón de los violentos clamó
el Papa desde la ventana del aula de las bendiciones, delante de más de 70 mil fieles
y peregrinos y ante los micrófonos de Radio Vaticana y las cámaras del Centro Televisivo
Vaticano transmitiendo para todo el mundo. Concede la paz; bendice la tierra; sana
las llagas; protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre, toca el corazón
de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, rezó el Vicario de Cristo,
intercalando su oración con el pedido a todos los seres humanos: “No perdamos nunca
la fuerza de la oración”.
Y después de invitar a los no creyentes a ensanchar
el corazón con el deseo de paz para unirse a la oración de los creyentes en el trabajo
“artesanal” por la paz, el Sucesor de Pedro insistió con fuerza y coraje: “Queridos
hermanos y hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo
el Señor. Detengámonos ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva.
¡No tengamos miedo de esto! ¡No tengamos miedo de que nuestro corazón se conmueva!
Tenemos necesidad que nuestro corazón se conmueva. Dejémoslo entibiar con la ternura
de Dios; necesitamos sus caricias. Las caricias de Dios no hacen heridas, nos dan
paz y fuerza. Necesitamos de sus caricias. Dios es grande en el amor. A Él la gloria
por los siglos. Dios es paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra
vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos
conmover por la bondad de Dios”.
Creo que a lo de Papa Francisco solo se puede
agregar: que el que piense tener buenos oídos, escuche.
El texto completo del
mensaje de Navidad del Papa Francisco lo encuentra en nuestra página web con el título
“Hagamos nuestro el deseo de la Paz”, augurio de Francisco al Mundo