(RV).- (Con audio)
Lo acompaña el ruido
de puertas que se cierran que siempre está golpeando. A veces son puertas con la carne
endurecida del corazón. Golpeó puertas con las manos de José cuando Él estaba todavía
en el seno de María. Y fue rechazado por los que tenían techo y visitado y reconocido
por los sin techo; por los que estaban a la intemperie.
Si hoy, desde cualquier
lugar del interior del país, hubieran tenido que venir a la gran ciudad María y José
de Nazaret para hacer sus documentos -como pasó en aquel censo grande del emperador-,
María y José hubieran golpeado puertas igual que tantas familias que hoy están en
la calle, y hubieran terminado en un zaguán, o bajo algún alero. Y ¿quiénes se hubieran
enterado? ¿Los que duermen su bienestar, su pereza y sus vicios, comodidad adentro
de sus casas?
Si esta ciudad nuestra, corazón de la civilización y el progreso,
fuera el Belén de hoy, los chicos de la calle, los que hurgan en los tachos y bolsas
de basura, los carteneros, los que duermen en los zaguanes y en los aleros, serían
los primeros en descubrir que hay un niño que ha nacido en la calle; que hay un Dios
que pide igual que ellos el abrigo del amor en el corazón de los hombres; el pan del
amor en una casa de familia; la salud y la vida que es el amor de los hermanos.
La
Noche Buena es buena porque ha nacido un niño, y por esas cosas de Dios quiere mostrarse
primero a los que están en la calle, como él. La Noche Buena será del todo buena para
mí, si me animo a compartir la vida con aquellos entre los que Jesús está desde hace
mucho.