Como cada miércoles la caricia y la catequesis del Papa, hoy dedicada a la resurrección
de Cristo y nuestra
(RV).-(se actualizó con video) (Audio) La fría mañana romana
no ha desalentado a miles de fieles y peregrinos que han llegado hasta la Plaza de
San Pedro para encontrarse y escuchar al Vicario de Cristo. La gran cantidad de personas
- unas 70 mil- ha hecho que la audiencia semanal con el Papa se desarrolle una vez
más “al aire libre” y no en el Aula Pablo VI, como habitualmente comienza a hacerse
en estas épocas de invierno europeo. Luego de recorrer en papamóvil descubierto
los diversos sectores de la Plaza deteniéndose a saludar, acariciar y bendecir a los
fieles, especialmente niños y personas enfermas, Francisco ha vuelto a dedicar su
catequesis a la “resurrección de la carne”, que no es fácil de entender -ha dicho-
si estamos inmersos en este mundo. En el Evangelio, explicó el Santo Padre, encontramos
la aclaración: el que Jesús haya resucitado es la prueba de que la resurrección de
los muertos existe. “Cristo está siempre con nosotros, viene cada día y vendrá al
final. Entonces Él resucitará también nuestro cuerpo en la gloria, no lo devolverá
al mundo terrenal. Viviendo de esta fe, seremos menos prisioneros de lo efímero, de
lo pasajero.”
El Papa nos ha invitado a dar testimonio alegre de “esa condición
de vida eterna hacia la que caminamos.” (RC-RV)
Resumen de su catequesis
y saludo del Papa en nuestro idioma
Queridos hermanos y hermanas Hoy
volvemos sobre la afirmación: «Creo en la resurrección de la carne». Esto no es fácil
de entender estando inmersos en este mundo, pero el Evangelio nos lo aclara: el que
Jesús haya resucitado es la prueba de que la resurrección de los muertos existe. Ya
la fe en Dios, creador y liberador de todo el hombre - alma y cuerpo- , abre el camino
a la esperanza de la resurrección de la carne. Esta esperanza se cumple en la persona
de Jesús, que es «la resurrección y la vida» (Jn 11,25); que nos ha tomado con él
en su vuelta al Padre en el Reino glorioso. La omnipotencia y la fidelidad de Dios
no se detienen a las puertas de la muerte. Cristo está siempre con nosotros, viene
cada día y vendrá al final. Entonces él resucitará también nuestro cuerpo en la gloria,
no lo devolverá al mundo terrenal. Viviendo de esta fe, seremos menos prisioneros
de lo efímero, de lo pasajero. Esta transfiguración de nuestro cuerpo se prepara ya
en esta vida por el encuentro con Cristo Resucitado, especialmente en la Eucaristía,
en la que nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre. En cierto modo, ya ahora resucitamos,
participamos por el Bautismo de una vida nueva, del misterio de Cristo muerto y resucitado.
Tenemos una semilla de resurrección, un destello de eternidad, que hace siempre toda
vida humana digna de respeto y de amor. Saludo con afecto a los peregrinos de lengua
española, venidos de España, Argentina, Perú, Venezuela y otros países latinoamericanos.
Que todos demos testimonio alegre de esa condición de vida eterna hacia la que caminamos.
Texto completo de la catequesis del Papa en italiano
CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE: LA RESURRECCIÓN
DE CRISTO Y LA NUESTRA .
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!:
quiero volver de nuevo hoy sobre la afirmación: "Creo
en la resurrección de la carne. "Trata una verdad que no es simple, y menos aún obvia,
porque, viviendo inmersos en este mundo, no es fácil entender las realidades del futuro.
Pero el Evangelio nos ilumina: nuestra resurrección está estrechamente ligada a la
resurrección de Jesús; el hecho de que Él resucitó es la prueba de que existe la resurrección
de los muertos. Quisiera presentar algunos aspectos que conciernen a la relación entre
la resurrección de Cristo y nuestra resurrección. ¡Él ha resucitado! Y porque Él ha
resucitado, también nosotros resucitaremos.
En primer lugar, la propia
Sagrada Escritura contiene un camino hacia la plena fe en la resurrección de los muertos.
Ésta se expresa como la fe en Dios Creador de todo hombre - cuerpo y alma - y como
fe en Dios liberador, el Dios fiel a la alianza con su pueblo. El profeta Ezequiel
en una visión, contempla los sepulcros de los deportados que se vuelven a abrir y
los huesos secos vuelven a la vida gracias a la infusión de un espíritu vivificante.
Esta visión expresa la esperanza en la futura "resurrección de Israel ", es decir,
en el renacimiento del pueblo derrotado y humillado (cf. Ez 37:1-14).
Jesús
en el Nuevo Testamento, lleva a cumplimiento esta revelación, y vincula la fe en la
resurrección a su propia persona y dice: " Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11:25).
De hecho, será el Señor Jesús quien resucitará el último día a los que han creído
en Él. Jesús vino entre nosotros, se hizo hombre como nosotros en todo, menos en el
pecado; y de esta manera nos ha tomado con él en su camino de regreso al Padre. Él,
el Verbo encarnado, muerto por nosotros y resucitado, da a sus discípulos el Espíritu
Santo como garantía de la plena comunión en su Reino glorioso, que esperamos vigilantes.
Esta espera es la fuente y la razón de nuestra esperanza: una esperanza que, si se
cultiva y se custodia, nuestra esperanza si la cultivamos y la custodiamos, se convierten
en luz para iluminar nuestra historia personal y también la historia comunitaria.
Recordémoslo siempre: somos discípulos de Aquel que vino, que viene todos los días
y vendrá al final. Si somos capaces de tener más presente esta realidad, estaremos
menos fatigados ante lo cotidiano, menos prisioneros de lo efímero y más dispuestos
a caminar con un corazón misericordioso por el camino de la salvación.
Otro
aspecto: ¿qué significa resucitar? La resurrección -¡la resurrección de todos nosotros,
eh!- tendrá lugar el último día, en el fin del mundo, por la omnipotencia de Dios,
que volverá a dar la vida a nuestro cuerpo reuniéndolo con el alma, en virtud de la
resurrección de Jesús. Y ésta es la explicación fundamental: porque Jesús ha Resucitado,
nosotros resucitaremos. Nosotros tenemos esperanza en la resurrección, porque Él nos
ha abierto la puerta: nos ha abierto la puerta a esta resurrección. Y esta transformación
en espera, en camino de resurrección, esta transfiguración de nuestro cuerpo viene
preparada en esta vida por la relación con Jesús, en los Sacramentos, especialmente
en la Eucaristía. Nosotros que en esta vida nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre
resucitaremos como Él, con Él y por medio de Él. Como Jesús ha resucitado con su cuerpo,
pero no ha vuelto a la vida terrenal, así también nosotros resurgiremos con nuestros
cuerpos que serán transformados en cuerpos gloriosos, cuerpos espirituales. Pero esto
no es una mentira, ¡eh! ¡Esto es cierto! Nosotros creemos que Jesús ha Resucitado,
que Jesús está vivo en este momento. Pero, ¿ustedes creen que Jesús está vivo? ¿Qué
vive? Ah, no lo creen, ¿eh? (Responden: "¡Sí!") ¿Lo creen o no lo creen? (Responden:
"¡Sí!") Y si Jesús está vivo, ¿ustedes creen que Jesús nos dejará morir y no nos hará
resucitar? ¡No! Él nos espera. Y porque ha resucitado, la fuerza de su resurrección
nos resucitará a todos nosotros!
Y ya en esta vida tenemos una participación
en la Resurrección de Cristo. Si bien es cierto que Jesús nos resucitará al final
de los tiempos, también es verdad que, en un cierto sentido, con Él ya hemos resucitado.
¡La vida eterna comienza ya en este momento! Comienza durante toda la vida, hacia
aquel momento de la resurrección final. Y ya estamos resucitados! De hecho, mediante
el Bautismo, somos incorporados en la muerte y resurrección de Cristo y participamos
de la vida nueva, que es la vida de Él. Por lo tanto, a la espera del último día,
tenemos en nosotros mismos una semilla de resurrección, como la anticipación de la
resurrección plena que recibiremos en herencia. Por esta razón, también el cuerpo
de cada uno de nosotros es resonancia de eternidad, y por ello siempre debe ser respetado;
y sobre todo se debe respetar y amar la vida de los que sufren, para que sientan la
cercanía del Reino de Dios, aquella condición de vida eterna hacia la que caminamos
¡Y este pensamiento nos da esperanza! Estamos en camino hacia la Resurrección. Y esta
es nuestra alegría: un día encontrar a Jesús, encontrarnos con Jesús todos juntos,
todos juntos - no aquí en la plaza, en otra parte - pero felices con Jesús. ¡Y este
es nuestro destino!