El Papa: “¡Que las familias cristianas sean comunidades de amor, de diálogo y de vida!”
(RV).- (Con audio) Las familias cristianas
se reconocen por la fidelidad, por el testimonio y la apertura a la vida. Es lo que
afirmó el Papa Francisco en la audiencia de esta mañana al Pontificio Consejo para
la Familia, en ocasión de la Asamblea Plenaria del dicasterio. El Pontífice puso el
acento sobre la dimensión comunitaria de la familia, que va valorizada en un tiempo.,
como el nuestro, donde prevalecen los derechos individuales.
Una “comunidad”
donde “se aprende a amar”, hecha de rostros y de personas “que dialogan, se sacrifican
por los otros y defienden la vida”, en especial “aquella más frágil”. De este modo,
el Papa Francisco diseñó la unicidad de la familia que podría definirse “sin exagerar”
-dijo- el “motor del mundo y de la historia”. La familia, ha continuado, es el lugar
donde “la persona toma conciencia de la propia dignidad” y, “si la educación es cristiana”,
reconoce “la dignidad de cada persona, en modo particular de aquella enferma, débil,
marginada”.
“Todo esto es la comunidad-familia, que pide ser reconocida
como tal, sobre todo hoy, cuando prevalece la tutela de los derechos individuales.
Tenemos que defender el derecho de esta comunidad: ¡La familia! Por eso han hecho
bien en poner particular atención a la Carta de los Derechos de la Familia, presentada
justamente hace 30 años, el 22 de octubre de 1983”.
La familia, ha proseguido
el Papa, se funda sobre el matrimonio. Y ha subrayado que “los esposos cristianos
testimonian que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base sobre la cual se funda
la familia”:
“El matrimonio es como si fuera un primer sacramento del ser
humano, donde la persona se descubre a sí misma, se auto-comprende, en relación con
los otros y en relación con el amor que es capaz de dar y recibir. El amor esponsal
y familiar revela también claramente la vocación de la persona a amar en modo único
y para siempre, y que las pruebas, sacrificios y las crisis de la pareja como de la
misma familia, representan pasos para crecer en el bien, en la caridad y en la belleza.”
En
el matrimonio, observó el Obispo de Roma, los esposos se donan completamente sin cálculos
ni reservas, compartiéndolo todo, dones y renuncias”, siempre confiando en la Providencia
de Dios. Es ésta, ha dicho, la experiencia que “los jóvenes pueden aprender de los
padres y de los abuelos”. Se trata, añadió, de “una experiencia de fe en Dios y de
confianza recíproca” pero también de santidad, porque “la santidad supone el donarse
con fidelidad y sacrificio cada día de la vida”.
Luego, el Papa, puso el acento
sobre dos fases de la vida familiar: “la infancia y la vejez”. “Una sociedad que abandona
los niños y que margina los ancianos, -afirmó- corta sus raíces y oscurece su futuro”.
“Ustedes
hagan evalúen nuestra cultura de hoy, con esto: cada vez que se abandona a un niño,
y se margina a un anciano, se cumple no sólo un acto de injusticia, sino que también
se sanciona el fracaso de la sociedad. El cuidado de los pequeños y de los ancianos
es una opción de civilización”.
La Iglesia que cuida a los niños y a los
ancianos “se transforma en madre de las generaciones de creyentes” y al mismo tiempo
“sirve a la sociedad humana”, ayudándola a “redescubrir la paternidad y la maternidad
de Dios”. La “buena noticia” de la familia, señaló el Santo Padre, “es una parte muy
importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos”. Comunicarlo,
sobre todo “a través del testimonio de la vida” especialmente “en las sociedades secularizadas”.
“Las familias verdaderamente cristianas -observó finalmente- se reconocen por la fidelidad,
la paciencia, la apertura a la vida, y el respeto a los ancianos”.