"San Francisco es un ejemplo a seguir", el Papa a los jóvenes en Asís
"San Francisco es un ejemplo a seguir", el Papa a los jóvenes en Asís
(RV).-
La tarde del 4 de octubre se llevó a cabo el esperado encuentro del Papa Francisco
con los jóvenes en la localidad italiana de Asís, último evento del viaje del Papa
a esta ciudad de la región de Umbría. Miles de peregrinos con gritos del “Viva el
Papa” y canciones relacionadas con la juventud, recibieron entre aplausos al Obispo
de Roma.
El Papa les invitó a tomar a San Francisco de Asís como ejemplo a
seguir: “Francisco hizo crecer la fe, renovó la Iglesia, y al mismo tiempo renovó
la sociedad, la hizo más fraterna, pero siempre con el Evangelio”.
Éstas
son las preguntas formuladas al Santo Padre por los jóvenes:
1.
Vocación: ¿Qué hacer en la vida? ¿Cómo y donde usar los talentos que el Señor
me ha dado? A veces nos atrae la idea del sacerdocio o de la vida consagrada. Pero
inmediatamente nace el miedo. Y luego, un compromiso así: ¿para siempre? ¿Cómo reconocer
la llamada de Dios? ¿Qué aconseja a quien quisiera dedicar la vida al servicio de
Dios y de los hermanos?
2. Familia: Nosotros jóvenes vivimos en una
sociedad donde al centro está ‘el estar bien’, el divertirse, el pensar en sí mismos.
Vivir un matrimonio de jóvenes cristianos es complejo, abrirse a la vida es un desafío
y un temor frecuente. Como pareja joven sentimos la alegría de vivir nuestro matrimonio,
pero experimentamos la fatiga y los desafíos cotidianos. ¿Cómo puede ayudarnos la
Iglesia, cómo pueden sostenernos nuestro pastores, cuáles pasos también nosotros estamos
llamados a cumplir?
3. Trabajo: También en Umbría la crisis económica
general de estos últimos años ha provocado situaciones de malestar y pobreza. El futuro
se presenta incierto y amenazante. El riesgo es de perder, junto con la seguridad
económica, también la esperanza. ¿Cómo debe mirar al futuro un joven cristiano? ¿En
cuál de estos caminos comprometerse para la edificación de una sociedad digna de Dios
y digna del hombre?
4. Misión: Es bello para nosotros estar aquí junto
a Usted y escuchar sus palabras que nos animan e inflaman nuestro corazón. El año
de la fe que concluye dentro de algunas semanas, ha repropuesto a todos los creyentes
la urgencia del anuncio de la Buena Noticia. También nosotros quisiéramos participar
en esta aventura entusiasmante. ¿Pero cómo? ¿Cuál puede ser nuestra contribución?
¿Qué debemos hacer?
Texto completo de las respuestas del Papa a los
jóvenes:
¡Gracias por haber venido, gracias por esta fiesta! De veras:
¡ésta es una fiesta! Y gracias por sus preguntas.
Me alegra que
la primera pregunta haya sido de un matrimonio joven ¡un lindo testimonio! Dos jóvenes
que han optado, que han decidido formar una familia, con alegría y con valor. ¡Sí,
porque es cierto, se necesita ser valientes para formar una familia! ¡Hace falta valor!
Y la pregunta de ustedes, jóvenes esposos, se enlaza con la de la vocación. ¿Qué es
el matrimonio? Es una verdadera vocación, al igual que el sacerdocio y la vida religiosa.
Dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la llamada del Señor,
la vocación para formar de dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida. Y el
Sacramento del matrimonio envuelve este amor con la gracia de Dios, lo arraiga en
Dios mismo. ¡Con este don, con la certeza de esta llamada, se puede partir seguros,
no se tiene miedo de nada, se puede afrontar todo, juntos!
Pensemos
en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho
más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o en la posguerra; algunos
emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza
de que el Señor estaba con ellos, de que la familia está bendecida por Dios en el
Sacramento del matrimonio, y de que es bendita la misión de tener hijos y de educarlos.
Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran certezas simples,
pero verdaderas, formaban columnas que sostenían su amor. Su vida no era fácil: había
problemas, tantos problemas. Pero estas certezas simples les ayudaban a ir hacia delante.
Y lograron hacer una bella familia, a dar vida, a hacer crecer sus hijos.
¡Queridos
amigos, se necesita esta base moral y espiritual, para construir bien y de forma sólida!
Hoy en día, las familias y la tradición social ya no garantizan esta base. Aún más,
la sociedad en la que ustedes nacieron privilegia los derechos individuales en lugar
de la familia, estos derechos individuales, privilegian las relaciones que duran hasta
que no surgen dificultades, y por esta razón a veces habla de relación de pareja,
de familia y de matrimonio de forma superficial y equívoca. Sería suficiente ver ciertos
programas de televisión: y se ven estos valores, ¿no? Cuántas veces, los párrocos
– también yo, algunas veces lo he escuchado – oyen una pareja que viene a casarse:
“Pero, ¿ustedes saben que el matrimonio es para toda la vida?”. “Ah, nosotros nos
amamos tanto, pero…estaremos juntos mientras dure el amor. Cuando termina, uno por
un lado y el otro por otro.” Es el egoísmo: cuando yo no siento, termino el matrimonio
y me olvido de aquella “una sola carne” que no puede separarse. Es arriesgado casarse:
¡es riesgoso! Es aquel egoísmo que nos amenaza, porque dentro de nosotros todos tenemos
la posibilidad de una doble personalidad: aquella que dice “yo, libre, yo quiero esto…”,
y la otra que dice: “Yo, me, mi, conmigo, por mi…”: ¿eh? El egoísmo siempre, que regresa
y no sabe abrirse a los otros. La otra dificultad es esta cultura del provisorio:
parece que nada sea definitivo. Todo es provisorio. Como dije recientemente: pero
el amor, hasta que dura. Una vez oí un seminarista – bueno, ¿eh? – que decía: “Yo
quiero ser sacerdote pero por diez años. Luego volveré a pensar”. Pero… ¡es la cultura
de lo provisorio, y Jesús, no nos ha salvado provisoriamente: nos ha salvado definitivamente!
¡Pero
el Espíritu Santo suscita siempre respuestas nuevas a las nuevas exigencias! Y así
se han multiplicado en la Iglesia los caminos para los novios, los cursos de preparación
para el Matrimonio, los grupos de matrimonios jóvenes en las parroquias, los movimientos
familiares... ¡Son una riqueza inmensa! Son puntos de referencia para todos: para
los jóvenes en busca, para las parejas en crisis, para los padres que tienen problemas
con sus hijos y viceversa. Pero nos ayudan todos. Y luego están las diferentes formas
de acoger: acogida, adopción, hogares de acogida de diversos tipos... La fantasía
– me permito la palabra - ¡La fantasía del Espíritu Santo es infinita, pero también
es muy concreta! Entonces les quiero decir que no tengan miedo de dar pasos definitivos
en la vida: no tener miedo de darlos. Cuántas veces he oído madres que me decían:
“Pero, Padre, yo tengo un hijo de 30 años y no se casa: ¡no sé qué cosa hacer! Tiene
una bella novia, pero no se decide…” ¡Pero, señora, no le planche más las camisas!
¡Es así! No tener miedo de dar pasos definitivos, como el del matrimonio: profundicen
su amor, respetando sus tiempos y expresiones, recen y prepárense, pero luego ¡confíen
en que el Señor no los deja solos! Háganlo entrar en su hogar como uno de la familia,
Él los sostendrá siempre.
La familia es la vocación que Dios ha
escrito en la naturaleza del hombre y de la mujer, pero también hay otra vocación
complementaria al matrimonio: el llamado al celibato y a la virginidad por el Reino
de los Cielos. Es la vocación que el mismo Jesús vivió. ¿Cómo reconocerla? ¿Cómo seguirla?
Es la tercera pregunta que me han presentado. Pero, alguno de ustedes puede pensar:
“pero, ¡qué bien este Obispo! Hicimos las preguntas y ¡tiene las respuestas todas
listas, escritas!” Yo recibí las preguntas algunos días atrás, ¿eh? Por eso las conozco…
Y yo les respondo con dos elementos esenciales, sobre cómo reconocer esta vocación
al sacerdocio o a la vida consagrada. Primer elemento: orar y caminar en la Iglesia.
Estas dos cosas van de la mano, se entrelazan. En el origen de toda vocación a la
vida consagrada siempre hay una fuerte experiencia de Dios ¡una experiencia que no
se olvida, se recuerda para toda la vida! Es aquella que tuvo Francisco, ¿no? Y esto
no lo podemos ni calcular ni programar. ¡Dios siempre nos sorprende! Es Dios el que
llama; pero es importante tener una relación diaria con Él, escucharlo en silencio
ante el Tabernáculo y dentro de nosotros mismos, hablarle, acercarse a los Sacramentos.
Tener esta relación familiar con el Señor es como tener abierta la ventana de nuestra
vida, para que Él nos haga escuchar su voz, lo que quiere de nosotros. Sería lindo
escuchar aquí a los sacerdotes presentes, a las religiosas... Sería lindísimo, porque
cada historia es única, pero todas empiezan con un encuentro que ilumina en lo profundo,
que toca el corazón y envuelve a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo.
La relación con Dios no concierne sólo a una parte de nosotros mismos, sino que abarca
todo. Es un amor tan grande, tan hermoso, tan verdadero, que merece todo y merece
toda nuestra confianza. Y me gustaría decir una cosa con fuerza, sobre todo hoy: ¡la
virginidad por el Reino de Dios no es un "no" es un "sí"! Por supuesto, implica la
renuncia a un vínculo conyugal y a una familia propia, pero la base es el "sí" como
respuesta al "sí" total de Cristo hacia nosotros, y este "sí" hace fecundos.
¡Pero
aquí, en Asís no hay necesidad de palabras! ¡Está Francisco, está Clara allí, ellos
hablan! Su carisma sigue hablando a muchos jóvenes en todo el mundo: muchachos y muchachas
que dejan todo para seguir a Jesús por el camino del Evangelio.
He
aquí, el Evangelio. Quisiera tomar la palabra "Evangelio " para responder a las otras
dos preguntas que me han formulado, la segunda y la cuarta. Una se refiere al compromiso
social, en este período de crisis que amenaza la esperanza; y la otra se refiere la
evangelización, llevar el mensaje de Jesús a los demás. Ustedes me preguntan: ¿qué
podemos hacer? ¿Cuál puede ser nuestro aporte?
Aquí, en Asís, aquí cerca
de la Porciúncula, me parece oír la voz de San Francisco, que nos repite: "¡Evangelio,
Evangelio!” Me lo dice también a mí: aún más, en primer lugar a mí: ¡Papa Francisco,
sé servidor del Evangelio! Si yo no logro a ser un servidor del Evangelio, ¡mi vida
no vale nada!
Pero el Evangelio, queridos amigos, no concierne sólo
a la religión, concierne al hombre, a todo el hombre y concierne al mundo, a la sociedad,
a la civilización humana. El Evangelio es el mensaje de salvación de Dios para la
humanidad. ¡Pero cuando decimos "mensaje de salvación", no es una forma de hablar,
no son meras palabras o palabras vacías, como tantas que hay hoy en día! ¡La humanidad
necesita realmente ser salvada! Lo vemos todos los días cuando leemos el periódico,
o escuchamos las noticias en la televisión, pero también lo vemos a nuestro alrededor,
en las personas, en las situaciones..., ¡y lo vemos en nosotros mismos! ¡Cada uno
de nosotros tiene necesidad de salvación! ¡Solos no podemos! ¡Tenemos necesidad de
salvación! ¿Salvación de qué? Del mal. El mal obra, hace su trabajo. Pero el mal no
es invencible y el cristiano no se resigna ante el mal. Y ustedes, los jóvenes ¿quieren
resignarse ante el mal, las injusticias, las dificultades? ¿Quieren o no quieren?
[Los jóvenes responden: ¡no!] Ah, ¡está bien! Esto me gusta. Nuestro secreto es que
Dios es más grande que el mal: ¡es verdad, Dios es más grande que el mal! Dios es
amor infinito, misericordia sin límites, y este Amor ha vencido el mal en su raíz
en la muerte y resurrección de Cristo. ¡Éste es el Evangelio, la Buena Nueva: el amor
de Dios ha ganado! Cristo murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó. Con Él
podemos luchar contra el mal y vencerlo todos los días. ¿Creemos en ello, o no? [Los
jóvenes responden: ¡sí!] Pero este ‘sí’ debe ir en la vida ¿eh? Si yo creo que Jesús
venció el mal y me salvará, debo seguir a Jesús, debo ir por el camino de Jesús toda
la vida.
Entonces, el Evangelio, este mensaje de salvación, tiene dos
destinos que están enlazados: el primero, suscitar la fe, y ésta es la evangelización;
el segundo, transformar el mundo según el designio de Dios, y ésta es la animación
cristiana de la sociedad. Pero no son dos cosas separadas, son una sola misión: ¡llevar
el Evangelio a través del testimonio de nuestras vidas transforma el mundo! Éste es
el camino: llevar el Evangelio a través del testimonio de nuestra vida.
Miremos
a Francisco: él hizo ambas cosas, con la fuerza del único Evangelio. Francisco hizo
crecer la fe, renovó la Iglesia, y al mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo más
fraterna, pero siempre con el Evangelio, con el testimonio. ¿Saben qué cosa dijo una
vez Francisco a sus hermanos? “Prediquen siempre el Evangelio y, si fuera necesario,
¡también con las palabras!”. Pero, ¿cómo? ¿Se puede predicar el Evangelio sin las
palabras? ¡Sí, con el testimonio! Primero, el testimonio, luego, las palabras. ¡El
testimonio!
¡Jóvenes de Umbría: hagan lo mismo! Hoy, en nombre de
San Francisco, les digo, no tengo ni oro, ni plata para darles, sino algo mucho más
valioso, el Evangelio de Jesús, ¡vayan con coraje! Con el Evangelio en su corazón
y en sus manos, sean testimonios de la fe con su vida: lleven a Cristo a sus hogares,
anúncienlo entre sus amigos, acójanlo y sírvanlo en los pobres. ¡Jóvenes: Den a Umbría
un mensaje de vida, de paz y de esperanza! ¡Ustedes pueden hacerlo!
[Luego
de rezar el Padrenuestro e impartir su bendición] Y, por favor les pido: ¡Recen por
mí!