(RV).- (Con
audio) Todos los superiores
tienen consultores. En las mismas constituciones de la Compañía de Jesús escritas
por san Ignacio de Loyola y aprobadas por el Papa Pablo III en 1540, está previsto
que todos los superiores de las comunidades jesuitas tienen “consultores”.
De
ahí que a los jesuitas no nos resultara extraño que Francisco eligiera un grupo de
cardenales para ayudarlo.
Pero el mismo Papa explica que: “Entre las sugerencias
de las Congregaciones Generales de cardenales que precedieron el Cónclave, figuraba
la de la conveniencia de instituir un restringido grupo de miembros del Episcopado,
procedentes de diversas partes del mundo, que el Santo Padre pudiera consultar, singularmente
o de forma colectiva, sobre cuestiones particulares”, para afirmar a continuación,
que tal iniciativa representa “una notable ayuda para cumplir el ministerio pastoral
de Sucesor de Pedro que los hermanos cardenales me confiaron”. Y que es por esta razón
que anunció en mayo la constitución del mencionado grupo, que este 28 de setiembre
instituyó formalmente como “un ‘Consejo de Cardenales’, con la tarea de ayudarme en
el gobierno de la Iglesia universal y de estudiar un proyecto de revisión de la Constitución
Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana.”
Por esto, la decisión tan importante,
va más allá de la experiencia de Bergoglio como superior jesuita. Se inserta en el
corazón mismo del modo de proceder de la Iglesia, sobre todo si tomamos en serio el
Concilio Vaticano II. De ahí que el vicario de Cristo dice que “Dicho Consejo… será
una expresión más de la comunión episcopal y del auxilio al munus petrinum
que el Episcopado esparcido por el mundo puede ofrecer”.
Por otra parte, entiendo
que hay que tener muy en cuenta que se trata de un consejo de carácter absolutamente
consultivo, y que las reuniones de este consejo no implican obligadamente decisiones
que el Papa tomará durante o inmediatamente después de estos encuentros.