Iglesia y comunicación: dialogar con el hombre de hoy y llevarlo al encuentro con
Cristo
(RV).- (Video) La mañana del sábado el Obispo de Roma recibió en la Sala Clementina
del Palacio Apostólico a los ochenta participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo
Pontificio para las Comunicaciones Sociales, encabezados por su presidente, el Arzobispo
Claudio Maria Celli. La comunicación sirve a la Iglesia para insertarse en las realidades
concretas de nuestro tiempo, para hablar a la humanidad. Lo subrayó Francisco en su
discurso. Para la Iglesia es necesario el diálogo con los hombres y las mujeres de
hoy, para comprender sus expectativas, interrogantes, esperanzas. Son hombres y mujeres
a veces un poco desilusionados por un cristianismo que les parece estéril y en dificultad
precisamente en el comunicar de forma incisiva el sentido profundo que dona la fe.
Mientras crecen los espacios de soledad y silencio, la Iglesia puede hacer emerger
una presencia, que escucha, dialoga, alienta, utilizando las tecnologías y las redes
sociales. Una Iglesia que acompaña el camino, ¡sabe ponerse en camino con todos!
Discurso
del Santo Padre
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Los
saludo a todos y les doy las gracias por el servicio que prestan en un campo tan importante
como es el de la comunicación, pero después de haber escuchado a Mons. Claudio Celli
debo cancelar “campo”…una “dimensión existencial” importante…Agradezco a Mons. Celli
por las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Quisiera compartir con ustedes
algunas ideas: 1.Primero: la importancia de la comunicación para la Iglesia. Este
año se cumple el 50 aniversario de la aprobación del Decreto conciliar Inter mirifica.
No se trata sólo de una conmemoración; ese documento expresa el interés de la Iglesia
por la comunicación y por sus instrumentos, importantes también en una dimensión evangelizadora.
Pero a los instrumentos de la comunicación; la comunicación ¡no es un instrumento!
Es otra cosa…En los últimos decenios los medios de comunicación se han desarrollado
mucho, pero esta solicitud continúa, asumiendo nuevas sensibilidades y nuevas formas.
El panorama comunicativo se ha convertido poco a poco para muchos en un “ambiente
vital”, una red donde las personas se comunican, amplían el horizonte de sus contactos
y de sus relaciones (cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial de las Comunicaciones
Sociales 2013). Subrayo, sobre todo, estos aspectos positivos, aunque todos somos
concientes de que también hay límites y elementos nocivos.
2.En este contexto
–y ésta es la segunda idea– nos tenemos que preguntar: ¿Qué papel tiene que desempeñar
la Iglesia con sus medios operativos y comunicativos? En cualquier situación, más
allá de la puramente tecnológica, creo que el objetivo ha de ser lograr inserirse
en el diálogo con los hombres y mujeres de hoy, saberse insertar en el diálogo con
los hombres y las mujeres de hoy, para comprender sus expectativas, sus dudas, sus
esperanzas. Son hombres y mujeres a veces un poco desilusionados con un cristianismo
que les parece estéril, que tiene dificultades precisamente para comunicar incisivamente
el sentido profundo que da la fe. En efecto, precisamente hoy, en la era de la globalización,
estamos asistiendo a un aumento de la desorientación, de la soledad; vemos difundirse
la pérdida del sentido de la vida, la incapacidad para tener una “casa” de referencia,
la dificultad para trabar relaciones profundas. Es importante, por eso, saber dialogar,
entrando también, aunque no sin discernimiento, en los ambientes creados por las nuevas
tecnologías, en las redes sociales, para hacer visible una presencia, una presencia
que escucha, dialoga, anima. No tengan miedo de ser esa presencia, llevando consigo
su identidad cristiana cuando se hacen ciudadanos de estos ambientes. ¡Una Iglesia
que acompaña en el camino, sabe ponerse en camino con todos! Y también hay una antigua
regla de los peregrinos, que San Ignacio asume, ¡por esto yo la conozco! En una de
sus reglas dice que aquel que acompaña a un peregrino y que va con el peregrino, debe
ir a paso de peregrino. No más adelante y no atrasarse. Y esto es lo que quiero decir:
una Iglesia que acompañe el camino y sepa ponerse en camino, como camina hoy. Esta
regla del peregrino nos ayudará a inspirar las cosas.
3. El tercero: es
un reto que afrontamos todos juntos, en este contexto de la comunicación, y la problemática
no es principalmente tecnológica. Nos tenemos que preguntar ¿somos capaces, también
en este campo, de llevar a Cristo, de llevar al encuentro de Cristo? ¿De caminar con
el peregrino existencial como caminaba Jesús con aquellos de Emaús, enardeciéndoles
el corazón, haciéndoles encontrar al Señor? ¿Somos capaces de comunicar el rostro
de una Iglesia que es “casa” de todos? Hablamos de la Iglesia con las puertas cerradas.
Pero esto es más que una Iglesia con las puertas abiertas, ¡es más! Encontrar juntos,
hacer “casa”, hacer Iglesia, hacer “casa”. Iglesia con las puertas cerradas, Iglesia
con las puertas abiertas. Es esto: en camino hacer Iglesia. ¡Un desafío! Se trata
de hacer descubrir, también a través de los medios de comunicación social, además
de en el encuentro personal, la belleza de todo lo que constituye el fundamento de
nuestro camino y de nuestra vida, la belleza de la fe, la belleza del encuentro con
Cristo. También en el contexto de la comunicación es necesario que la Iglesia consiga
llevar calor, que enardezca los corazones. ¿Nuestra presencia, nuestras iniciativas
responden a esta exigencia o permanecemos técnicos? Tenemos un tesoro precioso que
transmitir, un tesoro que da luz y esperanza. ¡Son tan necesarias! Pero todo esto
requiere una cuidada y cualificada formación, de sacerdotes, religiosos, religiosas,
laicos, también en este campo. El gran continente digital no es simplemente tecnología,
sino que está formado por hombres y mujeres que llevan consigo lo que tienen dentro,
sus experiencias, sus sufrimientos, sus anhelos, la búsqueda de la verdad, de la belleza,
de la bondad. Es necesario saber indicar y llevar a Cristo, compartiendo estas alegrías
y esperanzas, como María que llevó a Cristo al corazón del hombre; es necesario saber
entrar en la niebla de la indiferencia sin perderse; es necesario bajar también a
la noche más oscura sin verse dominados por la oscuridad y perderse; es necesario
escuchar las ilusiones de muchos, sin dejarse seducir; es necesario acoger las desilusiones,
sin caer en la amargura; palpar la desintegración ajena, sin dejarse disolver o descomponer
en la propia identidad (cf. Discurso al episcopado de Brasil, 27 julio 2013, 4).Este
es el camino. ¡Este es el desafío! Queridos amigos, es importante la atención y
la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación, para dialogar con el hombre
de hoy y llevarlo al encuentro con Cristo, pero el encuentro con Cristo es un encuentro
personal. No se puede manipular. En este tiempo tenemos una gran tentación en la Iglesia,
que es el “acoso” espiritual: manipular las conciencias; un lavado de cerebro teologal,
que al final te lleva a un encuentro con Cristo puramente nominal, no con la Persona
de Cristo Vivo. En el encuentro de una persona con Cristo ¡tiene que ver Cristo y
la persona! No aquello que quiere el ingeniero espiritual que quiere manipular. Este
es el reto. Llevarlo al encuentro con Cristo siendo concientes, no obstante, que nosotros
somos medios y que el problema de fondo no es la adquisición de sofisticadas tecnologías,
aunque sean necesarias para una presencia actual y significativa. Que nos quede siempre
claro que creemos en un Dios apasionado por el hombre, que quiere manifestarse mediante
nuestros medios, también si son pobres, porque es Él quien obra, transforma, salva
la vida del hombre. Y nuestra oración, la de todos, para que el Señor enardezca
nuestro corazón y nos sostenga en la misión fascinante de llevarle al mundo. Me encomiendo
a sus oraciones, porque también yo tengo esta misión, y les imparto de corazón mi
Bendición. (RC-RV)