Iglesia Viva (RV).- (Con audio) Comentamos el artículo
de Paolo Viana, el enviado de Avvenire* a Cagliari para cubrir la visita del
Santo Padre Francisco el próximo día 22. En octubre Antonio Aste cumplirá 90 años
de edad. Desde hace sesenta vive marcado por el sufrimiento de padecer de lepra, una
enfermedad que nunca supo cómo llegó a contraer, pero que lo ha marcado por el resto
de sus días... Él, como tantos han hecho, escribió una carta al Papa Francisco, y
también como a tantos, el Santo Padre ha dado respuesta invitándolo a salir de su
encierro para ser abrazado. Nuestro periodista traduce en palabras los sentimientos
de dolor de Antonio: “Con el avanzar de una enfermedad que te desfigura, el dolor
más grande ha sido ver la fuga de tantos amigos”, pero también traduce sus sentimientos
de esperanza “en un lugar como éste es posible experimentar el amor: en los gestos
sencillos, en una caricia, mediante la cercanía”. Añadimos que con verdadero gusto
reportamos el artículo de Paolo Viana -aparecido en Avvenire el 18 de septiembre-
porque además de rescatar la figura olvidada de un enfermo de lepra, el autor nos
regala de forma indirecta la historia de un buen sacerdote que perdió la vida a causa
del cáncer: Don Efisio Spettu. Era el capellán del reparto de oncología del Hospital
de la Santísima Trinidad de Cagliari, donde reside Antonio. Este sacerdote impregnado
con el olor de su rebaño y por el que gastó su vida hasta el final fue el mediador
que acercó a Antonio a la Cruz. Y citamos: “Por décadas, el sacerdote abrió las puertas
del reparto olvidado, invitando a los sacerdotes de Cagliari para celebrar la Misa
entre los enfermos de lepra”. Sobre Don Efisio Antonio puntualiza “El abrazo de Papa
Francisco será el último regalo que de él me llega”. Y es que Don Efisio le enseñó
a orar, con una oración cultivada en prolongados silencios, cuando se acabaron también
los sueños de poder llegar a conducir una vida normal. En efecto Paolo Viana añade
en su conmovedor artículo que, la de Antonio, ha sido la oración de un recluso; la
de un condenado a la muerte cotidiana, la oración de un hombre que “no podía” ser
amado y que sobre sus hombros cargó el rechazo de la entera sociedad. El nonagenario
Antonio explica “La lepra se robó la juventud. Al inicio era normal estar enojado
y sentir envidia. En los años sesenta no se podía hablar de leprosos… Teníamos que
desaparecer, hacernos olvidar por todos, y lentamente nos convencieron de ello”. Hoy
en día en un largo proceso de aceptación, Antonio, gracias al trabajo pastoral del
querido Don Efisio transcurre sus horas hablando con el Señor al que encontró en el
dolor. Gracias a la oración, hoy, Antonio puede bien afirmar de no sentir más la
rabia por todas aquellas veces en que no le estrecharon la mano por temor o repulsión.
Añade que lo que más lo hace sufrir es el ver a tantos jóvenes perder la vida o la
libertad a causa de un gesto violento”. Para el periodista Paolo Viana el mal que
deforma transformó el cuerpo de Antonio en un santuario de oración. Concluimos citando
las palabras de Antonio “He rezado tanto en estos sesenta años y sigo rezando para
que la enfermedad no destruya la vida de los demás. Pero sobre todo, rezo por aquellos
que no comprenden”. Producción de Patricia L. Jáuregui Romero @pjuregui – Radio
Vaticano Fuente: *Avvenire (diario católico italiano) 19
de septiembre 2013