(RV).- Un verdadero benefactor del pueblo que ayudó al crecimiento moral y espiritual
de los fieles y a promover el progreso de la sociedad, la familia y la comunidad.
Es el retrato de José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914) propuesto por el Cardenal
Amato, el enviado pontificio, durante el rito de la beatificación del sacerdote argentino,
este sábado, 14 de septiembre, en Villa Cura Brochero, ante una multitud de más de
150.000 personas, que desde las más tempranas horas de la madrugada se había reunido
para presenciar el histórico evento.
Histórico, porque su beatificación involucró
a toda la nación. Pues Brochero, en realidad, no era sólo un sacerdote, sino un verdadero
benefactor de su país. "Su profundo trabajo de humanización - dijo el cardenal en
la homilía - provenía de la predicación del Evangelio de Cristo y de su santidad personal,
reconocida por todos a lo largo de su vida", tanto es así que en 1883, el diario "El
Interior» de Córdoba publicó su biografía, como la lectura religiosa de la Semana
Santa de ese año.
El celebrante pontificio narró algunos episodios de la vida
del nuevo beato que llegaba con su mula a los más recónditos lugares “para llevar
la palabra y el consuelo de la fe”. El corazón de Brochero se abrió sobre todo al
abrazo de los más indigentes, con una inmensa caridad pastoral. “Testimoniaba con
la vida lo que predicaba con las palabras". "Era el primero en trabajar -dijo el cardenal
Amato-, transportando piedras, labrando la tierra”.
El purpurado también
destacó cómo "la caridad pastoral del cura Brochero" era "creadora de comunión”. “Era
un pastor y un padre para todos. Pero su predilección fueron los pobres, los enfermos,
los más pequeños”. Les proveía de alimentos, de ropa, asistencia, según sus posibilidades".
La caridad pastoral del beato Brochero estaba dirigida a la promoción integral de
los fieles. Por esto añadió el representante del Papa Francisco, "se hizo cargo de
la construcción de escuelas para la educación de los jóvenes, construyó caminos, canales
de riego. Hizo el tramo local del ferrocarril y construyó el edificio de correos".
De hecho, el bienestar social era importante para él como el bienestar espiritual”.
El
cardenal Amato concluyó su homilía recordando “la caridad especial que el cura gaucho
manifestaba a sus hermanos en el sacerdocio, exhortándoles a la oración, a la predicación,
a la confesión semanal. Y les instaba a tres importantes compromisos: ser constantes
en el ministerio de la sagrada Doctrina; a no cansarse nunca de ser misericordiosos,
rezando, celebrando adorando y perdonando; y a ejercitar con alegría el ministerio
sacerdotal de Cristo”.