(RV).- (Con audio) Sólo aquello que lleva
a Jesús es válido, aseguró el Papa en la misa de la mañana del pasado 7 de septiembre.
Pero si tú no logras adorar a Jesús, algo te falta. Una regla, una señal. La regla
es: soy un buen cristiano, estoy en el camino del buen cristiano si hago aquello que
viene de Jesús y hago aquello que me lleva a Jesús, porque Él es el centro. La señal
es: soy capaz de adorar; la adoración. Esta oración de adoración ante Jesús. Que el
Señor nos haga entender que solo Él es el Señor, es el único Señor. Y que también
nos de la gracia de amarlo tanto, de seguirlo, de ir por el camino que Él nos ha enseñado.
Así sea
Más de cien mil personas, jóvenes, ancianos y familias con sus niños,
en una cálida tarde romana, en silencio y en oración con el Papa ante al Santísimo
Sacramento, se dieron cita en la Plaza de San Pedro para invocar de Dios el don de
la paz, para Siria, Oriente Medio y el mundo entero.
Fue el momento más intenso
de la larga vigilia de oración guiada por el Papa Francisco la tarde del sábado 7
de septiembre y que convocó también a fieles de otras confesiones cristianas, de
otras religiones, así como no creyentes.
En su meditación el Papa subrayó
que “el mundo que queremos es “un mundo de armonía y de paz”, como Dios lo ha creado,
y añadió que “cuando el hombre piensa sólo a sí mismo, en sus propios intereses” y
se deja “fascinar por los ídolos del dominio y del poder, entonces arruina todas las
relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia y al
conflicto”.
En cada guerra hacemos renacer a Caín, continuó diciendo Francisco,
“también hoy – añadió – levantamos la mano contra quien es nuestro hermano”. Hemos
perfeccionado nuestras armas, y seguimos sembrando destrucción y muerte. Quisiera
que cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, incluidos los
que están llamados a gobernar las naciones, dijera: ¡Sí, queremos! Mira el dolor de
tu hermano ¡pienso en los niños: solamente ellos!... Mira el dolor de tu hermano
y no añadas más dolor, detén tu mano, reconstruye la armonía que se ha perdido; y
esto no con la confrontación, sino con el encuentro. ¡Que se acabe el rumor de las
armas! La guerra significa siempre el fracaso de la paz, es siempre una derrota para
la humanidad… Que resuenen una vez más las palabras de Pablo VI: “Nunca más unos contra
otros, nunca más… ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!”.
“¡En este momento
en que estamos firmemente orando por la paz, hay una guerra más profunda que todos
debemos combatir, todos! Es la decisión firme y valiente de renunciar al mal y sus
seducciones y elegir el bien, dispuestos a pagar personalmente. He aquí el seguimiento
de Cristo, he aquí el tomar la propia cruz!”, dijo el Papa Francisco antes de rezar
el ángelus dominical del pasado 8 de septiembre, ante unos cien mil fieles reunidos
en la Plaza de San Pedro.
Seguir a Cristo – dijo el Obispo de Roma – “es decir
no al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve, a la violencia en todas
sus formas, a la proliferación de las armas y a su comercio ilegal”. Porque hay dudas
sobre si estas guerras se combaten realmente por “problemas” o más bien son “guerras
comerciales para vender estas armas en el comercio ilegal”.
Con el Evangelio
de ese domingo, el Santo Padre recordó que “¡seguir a Jesús no significa participar
en un cortejo triunfal! Sino que significa compartir su amor misericordioso, en su
gran obra de misericordia hacia cada hombre y todos los hombres. Y este perdón universal
pasa por la cruz”. Francisco destacó asimismo que el discípulo de Jesús “renuncia
a todos los bienes, puesto que en Él encuentra el bien más grande”, y añadió que “el
cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la
lógica del amor y del servicio”.
La actitud materna de la Iglesia fue el tema
que trató el Papa durante en su catequesis de la audiencia general del miércoles 11
de septiembre. Francisco partió de la afirmación hecha por el Concilio Vaticano II
sobre la Iglesia como madre en la fe y en la vida sobrenatural. Y se refirió a la
realidad humana de la maternidad para desarrollar su exposición sobre el papel de
la Iglesia. Nuestro formar parte de la Iglesia, dijo, no es un hecho exterior y formal,
sino interior y vital; no se pertenece a la Iglesia como se pertenece a una sociedad,
a un partido o a cualquier otra organización. El lazo es vital, como el que se tiene
con la propia madre. La Iglesia como buena madre acompaña nuestro crecimiento transmitiendo
la Palabra de Dios, que es una luz que nos indica el camino de la vida cristiana;
administrando los Sacramentos. Nos alimenta con la Eucaristía, nos trae el perdón
de Dios a través del Sacramento de la Penitencia, nos sostiene en el momento de la
enfermedad con la Unción de los enfermos. La Iglesia nos acompaña en toda nuestra
vida de fe, en toda nuestra vida cristiana. Y, en fin, todos estamos llamados a colaborar
en el nacimiento de la fe de nuevos cristianos, todos estamos llamados a ser educadores
en la fe, a anunciar el Evangelio. Cuando repito que amo a una Iglesia no encerrada
en su recinto, exclamó el Papa, sino capaz de salir, de moverse, incluso con algún
riesgo, para llevar a Cristo a todos, ¡pienso en todos, en mí, en ti, en cada cristiano!
Todos participamos en la maternidad de la Iglesia, a fin de que la luz de Cristo llegue
a los extremos confines de la tierra.
Producción de María Fernanda Bernasconi.
(hispano@vatiradio.va)
El espacio “El Papa en la semana”, se transmite
los sábados en las emisiones informativas de las 17,30; 01,45 y 03,20 UTC.