Tener la valentía de elegir el bien y renunciar al mal, al odio y toda forma de violencia,
pide Papa Francisco
(RV).-(actualizado - con video y audio) «¡El compromiso continúa, sigamos adelante
con la oración y las obras de paz! ¡Los invito a que sigan rezando para que cese inmediatamente
la violencia y la devastación!». «¡La búsqueda de la paz es larga y requiere paciencia
y perseverancia!» Con un nuevo apremiante llamamiento, en este momento en que estamos
firmemente orando por la paz, en Siria, Oriente Medio y en el mundo entero, el Santo
Padre destacó antes del rezo mariano del Ángelus - ante miles de fieles y peregrinos
de tantas partes del mundo – que «la Palabra del Señor nos toca en lo más vivo, nos
dice: ¡hay una guerra más profunda que tenemos que luchar, todos! ¡Es la decisión
firme y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y de escoger el bien, listos
para pagar en persona: he aquí el seguimiento de Cristo, he aquí el tomar la propia
cruz! Esto implica - entre otras cosas - decir no al odio fratricida y a las mentiras
de las que se sirve, a la violencia en todas sus formas, a la proliferación de armas
y su comercio ilegal. Éstos son los enemigos que hay que combatir unidos y con coherencia,
no siguiendo intereses, que no sean los de la paz y el bien común».
El cristiano
se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del
amor y el servicio, enfatizó el Papa Francisco, renovando su llamamiento por la paz,
en este día en que contemplamos con ternura y esperanza la Natividad de la Madre de
Dios y con el eco de la invocación a la Reina de la Paz, de la intensa Vigilia de
Oración, que convocó y presidió para elevar el grito de la paz. El Obispo de Roma
alentó a decir ‘no’ al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve, a la
violencia en todas sus formas, a la proliferación de armas y su comercio ilegal
Luego
después del Ángelus el Papa reiteró un nuevo apremiante llamamiento:
«Quisiera
dar las gracias a todos aquellos que, de una u otra forma, se unieron a la vigilia
de oración y ayuno de ayer en la noche. Gracias a las numerosas personas que han ofrecido
sus sufrimientos. Gracias a las autoridades civiles, a los miembros de otras comunidades
cristianas y de otras religiones, y a los hombres y mujeres de buena voluntad que
han vivido, con este motivo, momentos de oración, ayuno y reflexión.
El
compromiso continúa: ¡Sigamos con la oración y con las obras de paz! Les invito a
seguir rezando para que cese inmediatamente la violencia y la devastación en Siria
y para que se trabaje con renovado empeño por una justa solución al conflicto fratricida.
Pidamos también por los otros países de Oriente Medio, especialmente por el Líbano,
para que encuentre la anhelada estabilidad y siga siendo modelo de convivencia; por
Iraq, para que la violencia sectaria deje paso a la reconciliación; y por el proceso
de paz entre israelitas y palestinos, para que avance con determinación y audacia.
Pidamos también por Egipto, para que todos los egipcios, musulmanes y cristianos,
se comprometan a construir juntos la sociedad buscando el bien de toda la población.
¡La
búsqueda de la paz es un camino largo y requiere paciencia y perseverancia! ¡Sigamos
rezando!».
Texto completo de las palabras del Santo Padre antes
del rezo del Ángelus:
Queridos
hermanos y hermanas,
en el Evangelio de hoy, Jesús insiste en las condiciones
para ser sus discípulos: no anteponer nada al amor por Él , llevar la propia cruz
y seguirlo. Mucha gente, de hecho, se acercaba a Jesús, quería estar entre sus seguidores;
esto sucedía especialmente después de alguna señal prodigiosa, que lo acreditaba como
el Mesías, el Rey de Israel. Pero Jesús no quiere ilusionar a nadie. Él sabe muy bien
lo que le espera en Jerusalén, cuál el camino que el Padre le pide recorrer: es el
camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo por el perdón de nuestros pecados.
¡Seguir
a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal! Significa compartir su amor
misericordioso, entrar en su gran obra de misericordia hacia cada hombre y hacia todos
los hombres. ¡La obra de Jesús es precisamente una obra de misericordia, de perdón,
de amor! ¡Es tan misericordioso Jesús! Y este perdón universal pasa por la cruz. Pero
Jesús no quiere cumplir esta obra solo: nos quiere involucrar también a nosotros en
la misión que el Padre le ha encomendado. Después de la resurrección, les dice a sus
discípulos: ‘Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes... Los pecados
serán perdonados a los que ustedes se los perdonen’. (Jn 20, 21-22 ). El discípulo
de Jesús renuncia a todos los bienes, porque ha encontrado en Él el Bien más grande,
en el que cualquier otro bien recibe su pleno valor y significado: los lazos familiares,
las otras relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos y otros... El
cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica
del amor y el servicio.
Para explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas:
la de la torre que se debe construir y la del rey que va a la guerra. Esta segunda
parábola dice: ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes
a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte
mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada
para negociar la paz’. (Lc 14,31-32 ). Aquí Jesús no quiere afrontar el tema de la
guerra, es sólo una parábola.
Pero en este momento en que estamos firmemente
orando por la paz, esta Palabra del Señor nos toca en lo más vivo, y, esencialmente,
nos dice: ¡hay una guerra más profunda que tenemos que luchar, todos! ¡Es la decisión
firme y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y de escoger el bien, listos
para pagar en persona: he aquí el seguimiento de Cristo, he aquí el tomar la propia
cruz! Esta guerra profunda contra el mal... ¿de qué sirve hacer guerras, si tú no
eres capaz de hacer esa guerra profunda contra el mal? ¡No sirve a nada! No va...
Esto implica - entre otras cosas - decir ‘no’ al odio fratricida y a las mentiras
de las que se sirve. Decir ‘no’ a la violencia en todas sus formas Decir ‘no’ a la
proliferación de armas y ‘no’ a su comercio ilegal. ¡Pero hay tanto! ¡Pero hay tanto!
Y siempre queda la duda: esa guerra de allá, esta otra, porque en todas partes hay
guerras ¿es verdaderamente una guerra por problemas o una guerra comercial para vender
estas armas en el comercio ilegal? Éstos son los enemigos que hay que combatir unidos
y con coherencia, no siguiendo intereses, que no sean los de la paz y el bien común.
Queridos
hermanos y hermanas, hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, la fiesta
particularmente querida para las Iglesias Orientales. Y todos nosotros podemos enviar
un lindo saludo a todos los hermanos, hermanas, obispos, monjes y monjas de la Iglesias
Orientales, ortodoxas y católicas: ¡un lindo saludo!... Jesús es el sol, María es
la aurora que preanuncia su salida. Anoche velamos encomendando a su intercesión nuestra
oración por la paz en el mundo, especialmente en Siria y en todo Oriente Medio. La
invocamos ahora como Reina de la Paz. ¡Reina de la Paz ruega por nosotros! ¡Reina
de la Paz ruega por nosotros!
Saludando a los numerosos fieles y peregrinos
presentes en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre recordó a la nueva Beata italiana
María Bolognesi, con estas palabras:
«Recuerdo con alegría que ayer,
en Rovigo, fue proclamada Beata María Bolognesi, fiel laica de esa tierra, nacida
en 1924 y muerta en 1980. Entregó toda su vida al servicio de los demás, especialmente
de los pobres y enfermos, soportando grandes sufrimientos, en profunda unión con la
pasión de Cristo. ¡Demos gracias a Dios por este testimonio del Evangelio!».