(RV).-(audio) Son los pequeños gestos
del Papa Francisco los que hablan por él y dicen mucho. El primer viaje internacional
del Pontífice transcurre por tierras de Sudamérica, siguiendo las juellas de su predecesor
Juan Pablo II, que quiso que estas jornadas mundiales fueran el gancho de fe para
millones de jóvenes en el encuentro con Cristo y su Iglesia. Y dicen mucho las
formas de este primer viaje a Brasil del Papa Francisco. El Pontífice lleva su propio
maletín, espera el abordaje del vuelo del avión como uno más, convive con los periodistas
sin mayor protocolo, tiene la vista baja mientras se dan los honores al Jefe de Estado,
saluda sin mayores formalidades. Baja las ventanillas de su utilitario para dar la
mano a la gente saltándose el servicio de vigilancia. Francisco quiere poner la
palabra en acción, imponer su estilo cuasi franciscano. Los suyos son gestos para
abrir las puertas, para dar a conocer al mundo que él, antes que Soberano del Estado
de la Ciudad del Vaticano es obispo de Roma y pastor de la Iglesia que preside en
la caridad. Y quien vive en la caridad, porta un mensaje de coherencia porque su misión
es, ante todo, espiritual. Francisco predica con la palabra. Su actitud es la de
un Papa austero. El vicario de Cristo que desciende de su sitial para recordar al
mundo que, el primero de entre todos, es el que tiene la obligación de servir. Sus
gestos son claros y demoledores contra la sociedad del consumo, del dinero, del exhibicionismo.
El mensaje es contundente para los responsables de las crisis, para quienes han sumido
en la pobreza a miles de personas y han dejado a los jóvenes huérfanos de futuro.
La predicación de la pobreza, una cambio radical en el estilo de vida y más espacio
para los jóvenes serán, sin duda, las claves del viaje a Rio. Como peregrino, Francisco
anunció ante los poderosos del mundo cuál es el mayor tesoro del que es portador:
“No tengo oro ni plata, -dijo- pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado:
Jesucristo”. ER RV