(RV).- (Con audio) “Es siempre y sólo
el amor de Cristo el que genera la fe y el que impulsa hacia adelante a la Iglesia”.
Fue la reflexión del Papa Francisco a la hora del ángelus de la solemnidad de los
Santos Apóstoles Pedro y Pablo que se celebró el pasado sábado 29 de junio.
Recordando
que “Pedro fue el primero en confesar que Jesús es el Hijo de Dios, y Pablo difundió
este anuncio en el mundo greco-romano, el Pontífice precisó que la Iglesia de Roma
se ha convertido en “el punto de referencia para todas las Iglesias esparcidas por
el mundo”, “ no por el poder del Imperio, sino por la fuerza del martirio”. Ante este
extraordinario testimonio de fe, el Papa pidió dejarse conquistar por la misericordia
de Dios, que nos espera y perdona siempre.
Luego un pensamiento especial
estuvo dirigido al Patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I, por quien Francisco
rezó un Ave María con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, tras haber celebrado
la Santa Misa. Al final del rezo mariano, el Pontífice alentó “al pueblo centroafricano,
duramente probado, a caminar con fe y esperanza”.
Jesús nos quiere libres,
no quiere cristianos egoístas incapaces de dialogar con Dios o cristianos débiles,
“cristianos a control remoto”, que se doblegan a la voluntad de los otros y son incapaces
de creatividad. El Evangelio del pasado domingo 30 de junio, en el que el Hijo de
Dios se pone en “camino hacia Jerusalén”, ofreció al Papa la ocasión para explicar
a la hora del ángelus lo que quiere decir escuchar a la conciencia.
“No
significa seguir el propio yo, hacer aquello que me interesa, que me conviene, que
me gusta. La conciencia es el espacio interior de la escucha de la verdad, del bien,
de la escucha de Dios”. El Pontífice invitó a todos a imitar a Jesús, que eligió libremente
ir a Jerusalén, “la meta final”, en plena comunión con el Padre; y recordó el extraordinario
ejemplo, en este horizonte de escucha, que nos ha ofrecido Benedicto XVI.
“Nosotros
hemos tenido un ejemplo maravilloso de cómo es esta relación con Dios en la propia
conciencia. Un reciente ejemplo maravilloso, el Papa Benedicto XVI nos ha dado este
gran ejemplo. Cuando el Señor en la oración, le ha hecho comprender cuál era el paso
que debía dar. Ha seguido, con gran sentido de discernimiento y valor, su conciencia,
o sea la voluntad de Dios que hablaba a su corazón. Y este ejemplo de nuestro Padre
nos hace mucho bien a todos nosotros, como un ejemplo que debemos seguir”.
También
en la oración se requiere coraje, “coraje e insistencia ante el Señor”. Puede ser
agotador, pero así es la oración, eso es pedir una gracia a Dios. Lo dijo el Papa
Francisco en su homilía de la misa celebrada el pasado 1° de julio en la capilla de
la Casa de Santa Marta.
El Papa comentó el episodio bíblico de la súplica
de Abraham al Señor por la salvación de Sodoma. No solamente existe el coraje de predicar
el Evangelio, explicó, sino también el coraje de la oración. Ir al Señor con valor
para pedirle cosas. Esto hace un poco sonreír, está bien pero hace reír porque Abraham
habla con el Señor en una manera especial, con este coraje y uno no sabe: si estamos
ante un hombre que reza o ante un ‘comerciante fenicio’, porque regatea el precio,
va, va… E insiste: de cincuenta logra bajar el precio a diez. Él sabía que no era
posible. Sólo había un justo: su nieto, su sobrino…
La oración, decía Santa
Teresa, es un “negociar con el Señor”, y Abraham, que tenía 25 años de familiaridad
con Dios, osó insistir, también “volverse inoportuno con el Señor”. Orar, concluyó
el Papa, “es alabar al Señor por las cosas bellas y pedirle que nos mande esas cosas
bellas”. Por esto, aconsejó, lean el salmo 102 “Bendice al Señor, alma mía”, y digan
“Tú que eres misericordioso, Tú que perdonas, concédeme esta gracia”. Vayamos adelante
en la oración, “con estos argumentos que vienen directamente del corazón de Dios”.
Producción
de María Fernanda Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)
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