REFLEXIONES EN FRONTERA jesuita Guillermo Ortiz sj
(RV).- (Audio)
Jerónimo está en
la calle pero no por vagabundo. El vagabundo vaga sin sentido, perdido en el laberinto
de su mente o en los huecos del corazón, pero sin salida. Jerónimo de Nitramnas
también es un herido. Con trabajo precario, apenas le alcanza para la comida de los
hijos; la casa pobre; sin seguro social. Pero Jerónimo ya aprendió que lo más importante
viene de lo alto, viene de Dios y no de los hombres; que el gran Mercado ofrece la
felicidad pero solo vende ilusiones; que son pocos los que te consideran un hermano
de igual a igual.
De modo que Jerónimo está en la calle no para pedir limosna
a los hombres, sino porque camina al Santuario para agradecer a Dios el pan y pedir
por la salud y la vida de su mujer y sus hijos. Camina largo desde su pueblo, pero
ya camina rezando; preparando el corazón para el encuentro con Dios en el Santuario.
Lo contemplará en los brazos de su Madre la Virgen María, pobre y desnudo como él,
como en Belén, hecho hombre. Lo verá en la representación de la cruz, herido hasta
la muerte para liberarnos del mal. Jerónimo vivirá el perdón de Dios en el confesionario,
como una lluvia intensa y mansa que lo purifica del mal. Y colmará la hondura de su
alma con el Pan del cielo que suscita alegría y esperanza, aunque el hueco del estómago
esté medio vacío.
Yo me pregunto: ¿Encontrará Jerónimo en el edificio material,
el Templo vivo que es Jesucristo mismo, construido con las “piedras vivas” que es
cada cristiano en la Iglesia -como recordó Papa Francisco en su catequesis sobre la
Iglesia, Templo de Dios-? O ¿se encontrará con cristianos de caras largas, tristes,
cansados, aburridos, porque quizá preferirían ser los ladrillos del gran Mercado ilusionista?
Que
Dios te bendiga mi querido Jerónimo, “piedra viva” del Templo de Dios.