Papa Francisco a la FAO: ni promesas ilusorias, ni coartadas, es urgente, se puede
y debe derrotar el hambre
(RV).- (Con audio) Mayor conciencia
y responsabilidad, ante el «verdadero escándalo de millones de personas que sufren
y mueren de hambre», el Papa Francisco apremia a «dar vigor a la acción internacional
en favor de los pobres», pues «se puede y se debe», hacer algo más que meras promesas,
a menudo, no mantenidas. Así como tampoco se puede seguir presentando como coartada
la crisis global. Es urgente que la FAO y toda la comunidad internacional, actúe con
apremio y apertura de corazón, contraponiéndose a intereses económicos miopes y a
la lógica del poder. El Santo Padre recibió en audiencia, este jueves, a unos 400
participantes en la 38 sesión de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura, pronunciando un denso discurso en español, recordando la inalienable
dignidad de la persona humana y sus libertades fundamentales, la urgencia de atender
a los más necesitados, con responsabilidad hacia el futuro y la importancia de la
familia rural. Con el Evangelio y el samaritano, el Obispo de Roma exhortó a no permanecer
indiferentes, a la equidad y a la justicia. Y puso de relieve la necesidad de que
la comunidad internacional y la misma FAO emprendan una seria reconstrucción ante
la crisis de valores que caracteriza la situación del mundo en la actualidad. Asegurando
que la Iglesia Católica, con sus estructuras e instituciones, les acompaña en este
esfuerzo por una solidaridad concreta y la Santa Sede sigue con interés sus iniciativas.
(CdM – RV)
Texto completo del discurso del Santo Padre Francisco: Señor
Presidente, Señores Ministros, Señor Director General, Ilustres Señoras y
señores, 1. En continuidad con una larga y significativa tradición, que comenzó
hace ya sesenta años, me alegra recibirles hoy en el Vaticano a todos ustedes, participantes
en la 38 Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura. Doy las gracias al Señor Presidente Mohammad Asef Rahimi, y a los
Representantes de muchos países y culturas diversas, unidos en la búsqueda de respuestas
adecuadas a necesidades primarias de tantos hermanos y hermanas nuestros: tener el
pan de cada día y sentarse dignamente a la mesa. Saludo al Director General,
el profesor José Graziano da Silva, a quien he tenido ocasión de encontrar al comienzo
de mi ministerio como Obispo de Roma. En aquella ocasión me manifestó que la situación
mundial es especialmente difícil, no sólo a causa de la crisis económica, sino también
por los problemas ligados a la seguridad, a demasiados conflictos abiertos, al cambio
climático, a la conservación de la diversidad biológica. Todas estas son situaciones
que requieren un compromiso renovado de la FAO para hacer frente a los múltiples problemas
del mundo agrícola y de cuantos viven y trabajan en zonas rurales. Las iniciativas
y las soluciones posibles son muchas y, no se limitan al aumento
de la producción. Es bien sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo,
hay millones de personas que sufren y mueren de hambre: esto, queridos amigos, constituye
un verdadero escándalo. Es necesario, pues, encontrar la manera de que todos puedan
beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente la diferencia
entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las migajas, sino también,
y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y respeto a todo ser humano. 2. Creo
que el sentido de nuestro encuentro es el de compartir la idea de que se puede y se
debe hacer algo más para dar vigor a la acción internacional en favor de los pobres,
no sólo armados de buena voluntad o, lo que es peor, de promesas que a menudo no se
han mantenido. Tampoco se puede seguir aduciendo como coartada, la crisis global actual,
de la que, por otro lado, no se podrá salir completamente hasta que no se consideren
las situaciones y condiciones de vida a la luz de la dimensión de la persona humana
y de su dignidad. La persona y la dignidad humana corren el riesgo de convertirse
en una abstracción ante cuestiones como el uso de la fuerza, la guerra, la desnutrición,
la marginación, la violación de las libertades fundamentales o la especulación financiera,
que en este momento condiciona el precio de los alimentos, tratándolos como cualquier
otra mercancía y olvidando su destino primario. Nuestro cometido consiste en proponer
de nuevo, en el contexto internacional actual, la persona y la dignidad humana no
como un simple reclamo, sino más bien como los pilares sobre los cuales construir
reglas compartidas y estructuras que, superando el pragmatismo o el mero dato técnico,
sean capaces de eliminar las divisiones y colmar las diferencias existentes. En este
sentido, es necesario contraponerse a los intereses económicos miopes y a la lógica
del poder de unos pocos, que excluyen a la mayoría de la población mundial y generan
pobreza y marginación, causando disgregación en la sociedad, así como combatir esa
corrupción que produce privilegios para algunos e injusticias para muchos. 3. La
situación que estamos viviendo, aunque esté directamente relacionada con factores
financieros y económicos, es también consecuencia de una crisis de convicciones y
valores, incluidos los que son el fundamento de la vida internacional. Este es un
marco que requiere emprender una consciente y seria obra de reconstrucción, que incumbe
también a la FAO. Quiero evidenciar, quiero señalar, la palabra: obra de reconstrucción
Pienso en la reforma iniciada para garantizar una gestión más funcional, transparente
y ecuánime. Es un hecho ciertamente positivo, pero toda auténtica reforma consiste
en tomar mayor conciencia de la responsabilidad de cada uno, reconociendo que el propio
destino está ligado al de los otros. Los hombres no son islas, somos comunidad. Pienso
en aquel episodio del Evangelio, por todos conocido, en el que un samaritano socorre
a quien está necesitado. No lo hace como un gesto de caridad o porque dispone de dinero,
sino para hacerse uno con aquel a quien ayuda: quiere compartir su suerte. En efecto,
tras haber dejado dinero para curar al herido, anuncia que volverá a visitarlo para
cerciorarse de su curación. No se trata de mera compasión o tal vez de una invitación
a compartir o a favorecer una reconciliación que supere las adversidades y las contraposiciones.
Significa más bien estar dispuestos a compartirlo todo y a decidirse a ser buenos
samaritanos, en vez de personas indiferentes ante las necesidades de los demás. A
la FAO, a sus Estados miembros, así como a toda institución de la comunidad internacional,
se les pide una apertura del corazón. Es preciso superar el desinterés o el impulso
a mirar hacia otro lado, y prestar atención con urgencia a las necesidades inmediatas,
confiando al mismo tiempo que maduren en el futuro los resultados de la acción de
hoy. No podemos soñar con planes asépticos. Hoy no sirven. Todo plan propuesto nos
debe involucrar a todos. Ir adelante de manera constructiva y fecunda en las diversas
funciones y responsabilidades significa capacidad de analizar, comprender y entregar,
abandonando cualquier tentación de poder, o de poseer más y más, o buscar el propio
interés en lugar de servir a la familia humana y, en ella, especialmente y sobre todo
a los indigentes y los que aún sufren por hambre y desnutrición. Somos conscientes
de que uno de los primeros efectos de las graves crisis alimentarias, y no sólo las
causadas por desastres naturales o por conflictos sangrientos, es la erradicación
de su ambiente de personas, familias y comunidades. Es una dolorosa separación que
no se limita a la tierra natal, sino que se extiende al ámbito existencial y espiritual,
amenazando y a veces derrumbando las pocas certezas que se tenían. Este proceso, que
ya se ha hecho global, requiere que las relaciones internacionales restablezcan esa
referencia a los principios éticos que las regulan y redescubran el espíritu auténtico
de solidaridad que puede hacer incisiva toda la actividad de cooperación. 4. A
este respecto, es sumamente expresiva la decisión de dedicar el próximo año a la familia
rural. Más allá de un motivo de celebración, se ha de reforzar la convicción de que
la familia es el lugar principal del crecimiento de cada uno, pues a través de ella
el ser humano se abre a la vida y a esa exigencia natural de relacionarse con los
otros. Podemos constatar tantas veces cómo los lazos familiares son esenciales para
la estabilidad de las relaciones sociales, para la función educativa y para un desarrollo
integral, puesto que están animados por el amor, la solidaridad responsable entre
las generaciones y la confianza recíproca. Estos son los elementos capaces de hacer
menos gravosas hasta las situaciones más negativas, y llevar a una verdadera fraternidad
a toda la humanidad, haciendo que se sienta una sola familia, en la que la mayor atención
se pone en los más débiles. Reconocer que la lucha contra el hambre pasa por
la búsqueda del diálogo y la fraternidad comporta para la FAO el que su contribución
en las negociaciones entre los Estados, dando un nuevo impulso a los procesos de toma
de decisiones, se caracterice por la promoción de la cultura del encuentro; promocionar
la cultura del encuentro y la cultura de la solidaridad. Pero esto requiere la disponibilidad
de los Estados miembros, el pleno conocimiento de las situaciones, una preparación
adecuada, e ideas capaces de incluir a toda persona y toda comunidad. Sólo así será
posible conjugar el afán de justicia de miles de millones de personas con las situaciones
concretas que presenta la vida real. La Iglesia Católica, con sus estructuras
e instituciones, les acompaña en este esfuerzo, que busca lograr una solidaridad concreta,
y la Santa Sede sigue con interés las iniciativas que la FAO emprende, alentando todas
sus actividades. Les agradezco este momento de encuentro, y bendigo el trabajo que
desempeñan a diario al servicio de los últimos. ¡Muchas gracias!