En su homilía de esta mañana el Papa pidió que los cristianos no sean hipócritas y
moralistas, sino de corazón grande
(RV).- (Con audio) El cristianismo no
es una “casuística” de preceptos: esta concepción impide comprender y vivir el hecho
de que Dios es alegría y magnanimidad. Lo reafirmó el Papa Francisco en su homilía
de la misa de esta mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
Concelebraron
con el Obispo de Roma el Cardenal Marc Ouellet y el arzobispo Lorenzo Baldisseri,
respectivamente prefecto y secretario de la Congregación para los Obispos – acompañados
por un grupo de colaboradores – y el presidente y el secretario del Consejo pontificio
para la Familia, el Arzobispo Vincenzo Paglia y Mons. Jean Laffitte, también ellos
en compañía del personal de este dicasterio.
Los hipócritas que “llevan al
pueblo de Dios por un camino sin salida”: son éstos los protagonistas del Evangelio
de hoy y de la homilía del Papa. El Pontífice reflexionó sobre el célebre pasaje de
Mateo que presenta el contraste entre el comportamiento de escribas y fariseos – que
se pavonean en público cuando dan la limosna, rezan o ayunan – y el que, en cambio,
Jesús indica a los discípulos como la actitud justa que hay que asumir en las mismas
circunstancias, es decir, el “secreto”, la discreción agradable y premiada por Dios.
En particular, además de la vanidad de los escribas y los fariseos, el Papa Francisco
se refirió a la voluntad que tenían de imponer a los fieles “tantos preceptos”. Y
los definió “hipócritas de la casuística”, “intelectuales sin talento” que “no tienen
la inteligencia de encontrar a Dios, de explicar a Dios con inteligencia”, y haciendo
así impiden a sí mismos y a los demás el ingreso en el Reino de Dios:
“Jesús
lo dice: ‘No entran ustedes y no dejan entrar a los demás. Son eticistas sin bondad,
no saben qué es la bondad. Pero sí, son eticistas. ‘Se debe hacer esto, esto, esto...’
Te llenan de preceptos, pero sin bondad. Y los de las filacterias que se adosan tantas
vestimentas, tantas cosas, para hacer un poco de cuenta que son majestuosos, perfectos,
no tienen el sentido de la belleza. No tienen el sentido de la belleza. Llegan sólo
a una belleza de museo. Intelectuales sin talento, eticistas sin bondad, portadores
de bellezas de museo. Éstos son los hipócritas, a los cuales Jesús reprocha tanto”.
“Pero
no termina acá, prosiguió diciendo Francisco. En el Evangelio de hoy – observó –
el Señor habla de otra clase de hipócritas, aquellos que van sobre los sagrado”:
“El
Señor habla del ayuno, de la oración, de la limosna: los tres pilares de la piedad
cristiana, de la conversión interior, que la Iglesia nos propone a todos nosotros
en la Cuaresma. También por este camino hay tantos hipócritas, que se pavonean de
ayunar, dar la limosna y rezar. Yo pienso que cuando la hipocresía llega a ese punto
de la relación con Dios, nosotros estamos bastante cerca del pecado contra el Espíritu
Santo. Éstos no saben de belleza, éstos no saben de amor, éstos no saben de verdad:
son pequeños, viles”.
“Pensemos en la hipocresía en la Iglesia: cuánto
mal nos hace a todos”, reconoció con claridad el Papa Francisco. Que, en cambio, indica
como “icono” para imitar a un personaje descripto en otro pasaje del Evangelio. Se
trata del publicano que con humilde sencillez reza diciendo: “Ten piedad de mí, Señor,
que soy un pecador”. “Ésta – afirmó el Papa – es la oración que debemos hacer todos
los días, con la conciencia de que somos pecadores”, pero “con pecados concretos,
no teóricos”. Es esta oración, concluyó, la que nos ayudará a recorrer el camino contrario
a la hipocresía, tentación que, recordó, “todos nosotros tenemos”:
“Pero
todos nosotros tenemos también la gracia, la gracia que viene de Jesucristo: la gracia
de la alegría, la gracia de la magnanimidad, de la amplitud. El hipócrita no sabe
lo que es la alegría, no sabe lo que es la amplitud, no sabe lo que es la magnanimidad”.