(RV).- (Con
audio) Un día común de trabajo,
la gente deja lo está haciendo para estar con él, para escucharlo, porque renace en
sus corazones la esperanza: la injusticia, el mal pueden ser derrotados.
Estamos
en la periferia, la gente descubre el lugar donde Jesús se apartó para compartir su
tiempo con la comunidad de discípulos que está formando y van a buscarlo. También
Jesús deja lo que está haciendo y se pone a enseñarles. Son miles a pesar de que los
pueblos y caseríos del lugar no tienen mucha gente. Pero ¿qué siente Jesús frente
a la multitud que lo busca y lo sigue?
Jesús no rechaza a los pobres, enfermos,
desalentados que lo buscaban. Jesús no usa a la gente para intereses comerciales,
políticos, de parte. El texto de los testigos refiere claramente que Jesús “sintió
compasión de la gente” y se puso a enseñarles sobre la fuerza y el poder de la ternura
misericordiosa del amor de Dios que vence el mal.
El sentimiento, el afecto
más profundo que mueve y determina a Jesús de Nazaret es la compasión que da vida.
Una compasión que nace del amor intenso, profundo, fiel, por el Padre Dios y sus creaturas.
Es por esto que el Hijo de Dios sale del bienestar del Amor con el Padre para buscarnos,
se inclina sobre nuestra pequeñez y miseria, nos sirve, nos libra del mal.
En
estos hechos se ve que hay un diálogo; un compromiso mutuo; una alianza, un pacto;
un matrimonio. El Hijo de Dios hizo un camino largo para llegar a la gente. Pero a
su vez esta multitud que está con él, es la suma de individuos que reconocen su indigencia,
una sed interior insatisfecha y buscan a Jesús hasta que lo encuentran. ¿Y tú?
Esta
vez hubo gente que no se dio por enterada, distraídos con poco, de la presencia de
Jesús. Y tú ¿buscas a Jesús en el interior de tu periferia existencial?