2013-06-06 19:22:08

Evangelización que aporte a la construcción


En el espíritu de Aparecida
Padre Antonio Grande

(RV).- (Con Audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.

Una acción de evangelización y de promoción humana que aporte a la construcción de una comunidad nacional más justa y solidaria.

La meta de la evangelización mueve a influir en la conciencia personal y comunitaria de nuestro pueblo de modo que su vida, en sus diversas manifestaciones culturales, esté animada por los valores evangélicos (cf. EN 18-20). La Iglesia en América Latina llamó de diversos modos a asumir un decidido y perseverante esfuerzo pastoral para continuar aportando al desarrollo de nuestra identidad cultural en su fundamento espiritual (Iglesia y Comunidad Nacional), que es la fuente más profunda de la soberanía de una patria. Ello pide seguir promoviendo pacientemente una seria actitud de reconciliación que promueva el diálogo constructivo entre todos los sectores y poder gestar unidos el camino de grandeza para todos.
De este modo, la mirada de la evangelización integra, de modo inseparable, la reflexión sobre la acción de promoción humana integral. En una feliz expresión de la Conferencia Episcopal Argentina, en 1981, su influjo puede ser presentado como una inspiración cristiana de la sociedad (ICN 84).
La perspectiva teológica argentina entiende que el modo de realizarlo, en palabras de Scannone en 1990, no es mediante estructuras de poder sino aportando los valores del Evangelio “indirectamente –por mediación de la instancia ética- en todos los otros ámbitos de la cultura, no sólo en el ámbito de los valores y de las acciones personales y colectivas que los asumen o no, sino también en el de las instituciones y estructuras que los efectivizan”.
Aparecida alienta a los discípulos misioneros a integrar en el servicio evangelizador, las ansias y preocupaciones de los hombres, particularmente de los más pobres. Se pide seguir aportando los valores del Evangelio a las personas que trabajan y a las actividades que se desarrollan para una madurez integradora de la persona y de la comunidad.
“Ser discípulos misioneros para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano. El amor de misericordia para con todos los que ven vulnerada su vida en cualquiera de las dimensiones, como bien nos muestra el Señor en todos sus gestos de misericordia, requiere que socorramos las necesidades urgentes, al mismo tiempo que colaboremos con otros organismos o instituciones para organizar estructuras más justas en los ámbitos nacionales e internacionales” (A 384).
Esta perspectiva orientadora debe ser pensada y asumida por los cristianos según la propia vocación y responsabilidad dentro del Pueblo de Dios. Los pastores, aportando los criterios evangélicos y de la Doctrina Social de la Iglesia, y favoreciendo espacios de encuentro y diálogo entre las personas y sus realidades. Los consagrados y consagradas, con su testimonio de la presencia de Dios en medio de su pueblo y su servicio religioso a sus hermanos. Los fieles laicos, influyendo en las diversas realidades sociales para que las semillas del Reino que ya están presentes, desarrollen su potencial humanizador de las personas y de las comunidades, especialmente de los más pobres y marginados de la vida social.

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J. C. SCANNONE, “Evangelización, cultura y teología”, E. Guadalupe, Buenos Aires, 166-167.








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