Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre,
del que tiene hambre, dijo Papa Francisco
(RV).- Inspirado
en el Evangelio de la solemnidad de Corpus, en el que Jesús da de comer a la multitud
con cinco panes y dos peces, y al final les pide a los discípulos que nada del alimento
sobrante se desperdicie, el Obispo de Roma, afirmó que la Jornada Mundial del Medioambiente,
“invita a contrarrestar el desperdicio de alimentos y a mejorar su distribución en
el mundo”. Papa Francisco dijo que “el egoísmo y la “cultura del descarte” han
conducido a desechar a las personas más débiles y necesitadas”, y en este marco insistió:
«Estamos
viviendo un momento de crisis; lo vemos en el ambiente, pero sobre todo lo vemos en
el hombre. ¡La persona humana está en peligro! – esto es cierto ¡hoy la persona humana
está en peligro! ¡he aquí la urgencia de la ecología humana! Y el peligro es grave
porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión
de economía, sino de ética y de antropología. La Iglesia lo ha subrayado tantas veces.
Y muchos dicen: sí es justo, es verdad... pero el sistema sigue como antes, porque
las que dominan son las dinámicas de una economía y de una finanza que carecen de
ética. El que manda hoy no es el hombre, es el dinero, el dinero. El dinero manda.
Dios, nuestro Padre ha dado la tarea de custodiar la tierra, no el dinero. Sino de
custodiarnos, a los hombres y las mujeres. Tenemos este deber. Por lo tanto, hombres
y mujeres son sacrificados a los ídolos de la ganancia y del consumo: es ‘la cultura
del descarte’. Si se estropea un ordenador es una tragedia, pero la pobreza, las necesidades
y los dramas de tantas personas acaban entrando en la normalidad... Si una noche de
invierno, aquí cerca - en la plaza Ottaviano, por ejemplo, muere una persona, esa
no es una noticia. Si en tantas partes del mundo hay niños que no tienen qué comer,
esa no es una noticia, parece normal. ¡Esto no puede ser! Y estas cosas entran en
la normalidad. Que algunas personas sin techo se mueran de frío en la calle, no es
noticia. Por el contrario, por ejemplo, una bajada de diez puntos en las bolsas de
algunas ciudades, eso sí se vuelve una tragedia. La persona que muere no es noticia,
pero si las bolsas bajan diez puntos, es una tragedia. De este modo, las personas
son descartadas, nosotros las personas somos descartadas, como desechos
Expresó
también que “en muchas partes del mundo, no obstante el hambre y la desnutrición existentes,
se desechan los alimentos”. Dijo que “cuando la comida se comparte de modo justo,
nadie carece de lo necesario”, y que: “Los alimentos que se tiran a la basura son
alimentos que se roban de la mesa del pobre, del que tiene hambre”.
Francisco
invitó finalmente a todos “a respetar y cuidar la creación, a prestar atención y cuidado
a toda persona, a contrarrestar “la cultura del descarte” y del desecho para promover
una cultura de la solidaridad y del encuentro”.
Jesuita Guillermo Ortiz, Cecilia
Avolio -RV
Texto completo de la síntesis en español de la
catequesis del Papa:
Queridos hermanos y hermanas: La
Jornada Mundial del Medioambiente, que se celebra hoy, invita a contrarrestar el desperdicio
de alimentos y a mejorar su distribución en el mundo. Dios confió al hombre
y a la mujer el cultivo y cuidado de la tierra, para que todos pudieran habitar en
ella, pero el egoísmo y la “cultura del descarte” han conducido a desechar a las personas
más débiles y necesitadas. Más aún, en muchas partes del mundo, no obstante el hambre
y la desnutrición existentes, se desechan los alimentos. En el relato evangélico
de la multiplicación de los panes, Jesús da de comer a la multitud con cinco panes
y dos peces, y al final les pide a los discípulos que nada del alimento sobrante se
desperdicie. Cuando la comida se comparte de modo justo, nadie carece de lo necesario.
Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre,
del que tiene hambre. La ecología humana y la ecología medioambiental son inseparables. ******************** Saludo
a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España,
Colombia, Uruguay, Argentina, México y los demás países latinoamericanos. Invito a
todos a respetar y cuidar la creación, a prestar atención y cuidado a toda persona,
a contrarrestar “la cultura del descarte” y del desecho para promover una cultura
de la solidaridad y del encuentro. Muchas gracias.
Traducción
del texto completo de la catequesis del Papa en italiano
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días! (aplausos)
Hoy quiero centrarme en el tema
del medio ambiente, como ya he tenido ocasión de hacerlo en varias ocasiones. Me lo
sugiere el Día Mundial del Medio Ambiente que celebramos hoy, patrocinado por las
Naciones Unidas, que lanza un fuerte llamamiento a de la necesidad de eliminar los
desperdicios y la destrucción de los alimentos.
Cuando hablamos de medio ambiente,
de la creación, mi pensamiento se dirige a las primeras páginas de la Biblia, al Libro
del Génesis, donde se afirma que Dios puso al hombre y a la mujer en la tierra
para que la cultivaran y la cuidaran (cf. 2:15). Y me pregunto: ¿Qué significa cultivar
y cuidar la tierra? ¿Realmente estamos cultivando y resguardando lo creado?, ¿o lo
estamos explotando y descuidando? El verbo "cultivar" me recuerda la atención que
el agricultor tiene por su tierra, para que dé frutos, y éstos sean compartidos: ¡cuánta
atención, pasión y dedicación! Cultivar y cuidar la creación es una indicación de
Dios dada no sólo al principio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte
de su proyecto; significa hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo
para que sea un jardín, un lugar habitable para todos. Y Benedicto XVI ha recordado
en varias ocasiones que esta tarea, confiada a nosotros por Dios Creador, requiere
que se capte el ritmo y la lógica de la creación. Nosotros, en cambio, a menudo llevados
por la soberbia del dominio, del poseer, de manipular, de explotar; no, no "custodiamos
la creación", no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que debemos
cuidar. Estamos perdiendo la actitud de la admiración, de la contemplación, de la
escucha de la creación; y por lo tanto ya no somos capaces de leer lo que Benedicto
XVI llama "el ritmo de la historia de amor entre Dios y el hombre." ¿Por qué sucede
esto? Porque pensamos y vivimos de una manera horizontal, nos hemos alejado de Dios,
no leemos sus signos.
Pero "cultivar y cuidar" incluye no sólo la relación
entre nosotros y el medio ambiente, entre el hombre y la creación, sino que comprende
también las relaciones humanas. Los Papas han hablado de ecología humana, estrechamente
vinculado a la ecología ambiental. Estamos viviendo un momento de crisis; lo
vemos en el ambiente, pero sobre todo lo vemos en el hombre. ¡La persona humana está
en peligro! – esto es cierto ¡hoy la persona humana está en peligro! ¡He aquí la
urgencia de la ecología humana! Y el peligro es grave porque la causa del problema
no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino de ética
y de antropología. La Iglesia lo ha subrayado tantas veces. Y muchos dicen: sí es
justo, es verdad... pero el sistema sigue como antes, porque las que dominan son las
dinámicas de una economía y de una finanza que carecen de ética. El que manda hoy
no es el hombre, es el dinero, el dinero. El dinero manda. Dios, nuestro Padre ha
dado la tarea de custodiar la tierra, no el dinero. Sino de custodiarnos, a los hombres
y las mujeres. Tenemos este deber. Por lo tanto, hombres y mujeres son sacrificados
a los ídolos de la ganancia y del consumo: es ‘la cultura del descarte’. Si se estropea
un ordenador es una tragedia, pero la pobreza, las necesidades y los dramas de tantas
personas acaban entrando en la normalidad... Si una noche de invierno, aquí cerca
- en la plaza Ottaviano, por ejemplo, muere una persona, esa no es una noticia. Si
en tantas partes del mundo hay niños que no tienen qué comer, esa no es una noticia,
parece normal. ¡Esto no puede ser! Y estas cosas entran en la normalidad. Que algunas
personas sin techo se mueran de frío en la calle, no es noticia. Por el contrario,
por ejemplo, una bajada de diez puntos en las bolsas de algunas ciudades, eso sí se
vuelve una tragedia. La persona que muere no es noticia, pero si las bolsas bajan
diez puntos, es una tragedia. De este modo, las personas son descartables, nosotros
las personas somos descartables, como desechos.
Esta "cultura del descarte"
tiende a convertirse en mentalidad común, que contagia a todos. La vida humana, la
persona ya no se perciben como un valor primordial que ha de ser respetado y protegido,
especialmente si son pobres o discapacitados, si aún no sirve -como el niño que está
por nacer- o ya no es necesario -como los ancianos. Esta cultura del descarte nos
ha hecho insensibles incluso a los desperdicios, a los residuos de los alimentos,
que es aún más despreciable, cuando en todo el mundo, por desgracia, muchas personas
y familias sufren hambre y desnutrición. En el pasado, nuestros abuelos eran muy cuidadosos
de no tirar nada de los restos de comida. El consumismo nos ha habituado tanto a lo
superfluo y al desperdicio de la comida diaria, que a veces ya no somos capaces de
dar el justo valor, que va mucho más allá de los simples parámetros económicos. ¡Recordemos
bien, sin embargo, que la comida que se tira es como si fuera robada de la mesa de
los pobres y de los hambrientos! Invito a todos a reflexionar sobre el problema del
desperdicio y del derroche de los alimentos y buscar los medios que, abordando seriamente
esta problemática, sean un vehículo de solidaridad y de compartir con los más necesitados.
Hace
unos días, en la fiesta del Corpus Christi, hemos leído la historia del milagro
de los panes: Jesús da de comer a la multitud con cinco panes y dos peces. Y la conclusión
del pasaje es importante: " Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron
doce canastas". (Lc 9:17) ¡Jesús pide a sus discípulos que no se pierda nada: que
no haya desperdicios! Y hay este hecho de las doce cestas: ¿Por qué doce? ¿Qué quiere
decir esto? Doce es el número de las tribus de Israel, simbólicamente representa a
todo el pueblo. Y esto nos explica que cuando la comida se comparte de manera justa,
solidaria, no se priva a nadie de lo necesario, cada comunidad puede satisfacer las
necesidades de los más pobres. La ecología humana y la ecología ambiental caminan
juntas.
Quisiera, pues, que tomásemos todos el serio compromiso de respetar
y proteger la creación, de estar atentos con todas las personas, de contrarrestar
la cultura de los desperdicios y de descarte, para promover una cultura de la solidaridad
y del encuentro. ¡Gracias! (aplausos)