(RV).- Con motivo de la Festividad del Corpus Christi, la Comisión de Pastoral Social
de la Conferencia Episcopal Española ha escrito un mensaje en el que los obispos ponen
el acento sobre la caridad. “La perfección del cristiano -dicen- está en amar”. La
perfección de Dios se manifiesta en su amor: por eso, después de lavar los pies a
sus discípulos, dice: “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros,
vosotros también lo hagáis”.
“La Iglesia -explica el episcopado español- ha
de predicar siempre a Jesucristo en quien y por quien se hace presente el Reino de
Dios”. Por eso “toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca
el bien integral del ser humano: busca su evangelización mediante la palabra y los
sacramentos…y busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana. Por
tanto, el amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los
sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los hombres”.
En consecuencia,
la Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los
Sacramentos y la Palabra”. “Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad
de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su
naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”. Y este ejercicio
de la caridad de la Iglesia no está reservado a algunos especialmente capacitados
y dedicados a este servicio, advierten los obispos. Es un deber de todos y cada uno
de los bautizados. El amor a Dios y al prójimo son inseparables. Quien ama a Dios
no puede olvidar el amor al prójimo.
La Conferencia Episcopal española señala
que, en el Año de la Fe, es muy oportuna la reflexión acerca del mandato del amor
fraterno, porque este no resulta plenamente lógico desde perspectivas simplemente
humanas. Sin fe no es posible descubrir en el hermano doliente y necesitado, su esencial
condición de imagen y semejanza de Dios y, por tanto, el rostro de Jesucristo. La
caridad exige de nosotros una constante conversión que nos permita vencer todo egoísmo
y olvido de los demás, y asumir la entrega generosa de lo que somos y tenemos. Debemos
aprovechar, pues, el Año de la Fe como una oportunidad providencial para intensificar
el testimonio de la caridad.
Tres son los incentivos para el ejercicio de la
caridad que proponen los obispos. El Año de la Fe; la celebración de la Eucaristía
en la fiesta del Corpus Christi; y el aniversario del Concilio Vaticano II, especialmente
explícito en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo, han de constituir
un motivo especial de reflexión, de conversión y de proyectos personales y comunitarios
ordenados al mejor ejercicio de la caridad con los necesitados.