(RV).- (Audio)
En estos días varios
medios de difusión dieron mucho espacio a un posible exorcismo realizado por Papa
Francisco.
En tanto se discute el tema, entiendo, que si ponemos el foco solamente
en cosas extraordinarias, espectaculares, no solamente volvemos a la condición de
espectadores que juzgan sin comprometerse con los protagonistas, sino que también
y sobre todo, se pierde de vista algo esencial, muy importante y profundo que esta
sucediendo desde hace dos meses en Roma ante nuestros ojos.
Cuando Papa Francisco
se acerca a tantos con la caricia del amor y la misericordia de Dios; sobre todo cuando
se inclina ante los enfermos y a los que viven en situación de periferia existencial,
mirándolos, dándoles la mano, un beso, un abrazo, una bendición, los reconoce como
personas; les devuelve la conciencia de su dignidad; de su condición de hijos queridos
de Dios; los hace sentir capaces de recibir y dar amor. Y esto es un gran exorcismo
del espíritu del mal; esto es lo que hace el mismo Jesús, liberándonos del espíritu
del mal, que nos domina desde el egoísmo, el individualismo, la comodidad. Porque
el diablo existe escondido; se disfraza de ángel bueno y nos hace caer en sus trampas,
sin que nos demos cuenta que quedamos encadenados, prisioneros, adictos del sentirnos
bien. Y cuando este espíritu nos mueve, dirige nuestra vida, terminamos por ser violentos,
mentirosos y hasta asesinos, porque faltamos el respeto, consideramos al otro algo
que hasta puede ser “descartable”.
También con palabras que explican sus gestos,
Francisco nos invita con autoridad y con el poder de su servicio, a vencer, con la
ayuda de Dios, nuestros demonios interiores para salir del egoísmo, la comodidad,
los intereses de parte, para ir al otro y compartir la alegría del amor de Dios. Esto
¿no es un gran exorcismo?