Invertir en la formación de los agentes pastorales
En el espíritu de Aparecida Padre Antonio Grande
(RV).- (Con Audio)
El padre Antonio
Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio
de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización.
Invertir en la formación de los agentes pastorales
que guíen las comunidades misioneras para desarrollar una evangelización inculturada. El
renovado dinamismo evangelizador en América necesita generar nuevas vocaciones sacerdotales
y de especial consagración como fruto del testimonio evangélico, la oración comunitaria,
y la promoción de la pastoral familiar y juvenil. Es un tema constante que dificulta
la acción pastoral de la Iglesia en Latinoamérica y en el Caribe, expresado ya por
la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro en 1955.
Esta conciencia fue actualizada por Juan Pablo II con motivo de la necesidad de sumar
agentes cualificados para el emprendimiento de nueva evangelización. La presencia
de nuevos y santos sacerdotes y de personas con una especial consagración no se contrapone
al protagonismo de los fieles laicos, sino que más bien, lo favorecerá y acompañará. El
desafío de evangelizar la cultura moderna, que aparece como poderosa, tiene que ser
respondida con una tarea exigente y planificada de preparar a quienes deben evangelizar
la fe de nuestro pueblo. La tarea formativa de los evangelizadores es diversificada:
corresponde una tarea de formación permanente de los pastores y laicos que ya han
asumido responsabilidades evangelizadoras, y una formación básica oportuna a quienes
aspiran al ministerio sacerdotal y a otros servicios en la tarea evangelizadora. Los
Seminarios tienen que preparar pastores para la nueva evangelización caracterizada
como el ejercicio de una pastoral comunitaria. Es decir, para participar cordialmente
del ministerio pastoral como integrantes del presbiterio diocesano junto al obispo,
e integrando corresponsablemente y de modo fraterno a los demás consagrados, y en
particular, a los laicos. Para la formación de los laicos es necesario prever
y proveer con sabiduría y realismo estructuras de formación adecuadas en cada diócesis.
Se los debe acompañar para que puedan enamorarse, madurar y asumir la llamada de Cristo
a su seguimiento, realizando su vocación eclesial e injertándose como agentes de la
acción evangelizadora según su propia situación de vida. De este modo se podrá superar
la idea difundida de que muchos bautizados son miembros pasivos de la Iglesia, o que
su actividad consiste en ejecutar las decisiones de los pastores. Aparecida expresa: “Cada
sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado, de acuerdo con la peculiar
vocación y ministerio al que ha sido llamado: el obispo que es el principio de unidad
en la diócesis… los presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo… los diáconos…;
los consagrados y consagradas…; los laicos y las laicas que cumplen su responsabilidad
evangelizadora, colaborando en la formación de comunidades cristianas y en la construcción
del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto, capacitar a quienes puedan
acompañar espiritual y pastoralmente a otros” (DA 282). Una visión positiva del
ser y de la responsabilidad de los laicos lleva a implementar una oportuna formación
que les posibilite asumir vitalmente que la vocación y la misión del Pueblo de Dios
es evangelizadora, y por ello, deben prepararse y asumir su propia responsabilidad
consciente y responsablemente para llegar a influir con los valores del Evangelio
en el corazón de las personas, y en el desarrollo de las actividades que integran
la cultura americana de nuestro tiempo.
_____________________________________ Cf.
Río de Janeiro, “Conclusiones. Preámbulo”, 2 c; “Título I. Vocaciones y formación
del clero secular”, Capítulo 1 “Vocaciones para el clero secular”. Cf. JUAN PABLO
II, Hom. 6; Disc. III, 1.