Es urgente que el mundo encuentre a Cristo, con la evangelización seamos instrumentos
de la ternura de Dios, alienta el Papa
(RV).- La evangelización
proviene de Dios y le pertenece. Y para los cristianos y la Iglesia no es una misión
facultativa, sino esencial. Estamos llamados a ofrecer nuestra completa disponibilidad
para ser instrumentos de la misericordia de Dios y de su amor a todos, en especial
a los pobres, a los excluidos, a los alejados. El Santo Padre Francisco recibió por
primera vez, desde su elección como Sucesor de Pedro, a los directores nacionales
de las Pontificias Obras Misioneras, provenientes de todo el mundo, que «son instrumento
privilegiado» del Papa, que es principio y signo de la unidad y universalidad de la
Iglesia, dijo el Obispo de Roma, en un encuentro lleno de alegría y de gratitud, como
señaló él mismo, destacando la importante ayuda que recibe de la Congregación para
la Evangelización de los Pueblos y de los misioneros, sacerdotes, religiosos y religiosas,
así como laicos y laicas que se dedican a proclamar el Evangelio en todos los lugares
de la tierra:
«Quisiera decirles que ustedes son particularmente queridos
para mí, porque me ayudan a tener siempre viva la actividad evangelizadora, paradigma
de la Iglesia. En efecto, el Obispo de Roma está llamado a ser Pastor no sólo de su
Iglesia Particular, sino también de todas las Iglesias, con el fin de que el Evangelio
sea anunciado hasta los extremos confines de la tierra. Y en esta tarea, las Pontificias
Obras Misioneras son un instrumento privilegiado en las manos del Papa, el cual es
principio y signo de la unidad y de la universalidad de la Iglesia ( cfr Concilio
Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 23)».
En
particular, el Santo Padre hizo hincapié en la palabra ‘Pontificias’, que caracteriza
estas Obras Misioneras, cuya actualidad es urgente todavía hoy, para difundir el don
de la fe y hacer que la gracia de Dios, reflejada en el rostro de Cristo, llegue al
corazón de todos:
«Se llaman, en efecto ‘Pontificias’ porque están directamente
a disposición del Obispo de Roma, con el objetivo específico de actuar con el fin
de que se ofrezca a todos el don precioso del Evangelio. Y son plenamente actuales,
aún más, necesarias, todavía hoy, porque hay tantos pueblos que aún no han conocido
y encontrado a Cristo y es urgente encontrar nuevas formas y nuevos caminos para que
Dios pueda tocar el corazón de todo hombre y de toda mujer y llevarlos a Él».
«¡Ciertamente
es una misión difícil la que nos espera, pero con la guía del Espíritu Santo, se vuelve
una misión entusiasmante!», exclamó el Papa Francisco, reiterando precisamente que
el poder extraordinario que nos mueve, para dar a conocer la luz de Cristo, procede
de Dios:
«Esto es lo que siempre nos debe alentar: saber que la fuerza
de la evangelización proviene de Dios, que le pertenece a Él. Nosotros estamos llamados
a abrirnos cada vez más a la acción del Espíritu Santo, a ofrecer nuestra completa
disponibilidad para ser instrumentos de la misericordia de Dios, de su ternura, de
su amor hacia cada hombre y cada mujer, sobre todo a los pobres, a los excluidos,
a los alejados. Y ésta para cada cristiano y para toda la Iglesia no es una misión
facultativa, sino esencial. Como decía san Pablo ‘Si anuncio el Evangelio, no lo hago
para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no
predicara el Evangelio! (Cro 9,16) ¡La salvación de Dios es para todos!»
Renovando
la invitación que Pablo VI dirigió hace casi cincuenta años a las Pontificias Obras
Misioneras- que sigue siendo muy actual, para que nunca desmayen en su responsabilidad
de anunciar el Evangelio al mundo, educando a cada cristiano, desde su infancia, a
un espíritu verdaderamente universal y misionero, guiados por los Obispos, en comunión
eclesial, y con especial atención a las Iglesias jóvenes, que a menudo obran en un
clima de dificultad, de discriminación y de persecución, el Papa Francisco reiteró
su gratitud y aliento a perseverar con generosidad y responsabilidad en la misión
universal de la Iglesia, con el amparo de la Madre de Dios:
«Invocando a María
estrella de la evangelización, hago mías las palabras de Pablo VI: ‘Y ojalá que el
mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir
la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes
o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor
de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar
su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el corazón
mundo’. (Carta Apostólica Evangelii nuntiandi, 80)».