2013-04-25 12:28:19

Alegres y agradecidos


(RV).- En el curso de su 105 Asamblea Plenaria, del 15 al 20 de abril, la Conferencia Episcopal Argentina ha escrito una Carta al pueblo de Dios en ocasión de la elección del Papa Francisco. Los obispos argentinos dicen que están “alegres y agradecidos de haber vivido la presencia cercana y providente del Señor” que, por un lado, “ha inspirado al Papa Benedicto el gesto humilde y profético de su renuncia: un ejemplo muy valioso para la Iglesia y para el mundo entero”; y por otro, “a este don se le une la elección de Francisco, primer Papa latinoamericano y argentino”.

“La alegría de tener un Papa argentino, como también sus gestos y palabras han conmovido los corazones y han renovado en ellos el gozo de pertenecer a la Iglesia”, explican los obispos. “En el Año de la fe, el don de Francisco nos interpela a profundizar nuestro compromiso de discípulos misioneros, para ofrecer la esperanza a este mundo, necesitado de Dios y de sus dones de justicia, amor y paz”.
(ER RV)



Texto completo de la Carta del Episcopado argentino




Dios nos regala misericordia, alegría y esperanza

Carta al pueblo de Dios en ocasión de la elección del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:
Los obispos argentinos estamos alegres y agradecidos de haber vivido con el pueblo de Dios la presencia cercana y providente del Señor. Reconocemos que Él mismo ha inspirado al Papa Benedicto el gesto humilde y profético de su renuncia. Esta decisión es un ejemplo muy valioso para la Iglesia y para el mundo entero. A este don se une la elección de Francisco, primer Papa latinoamericano y argentino. Ambos hechos constituyen un momento excepcional de la historia, que desde la fe nos alegra y nos conmueve. En nuestra tierra y en tantas partes del mundo, la gente manifestó no solamente su sorpresa, sino su gozo y su esperanza. Sentimientos que fueron vividos por creyentes y no creyentes. Nos complace ver en dichas reacciones la mano misericordiosa de nuestro Padre Dios, que camina con su pueblo en todo tiempo, y que nos ha bendecido en nuestros días con la abundancia de sus dones.

Esta historia de amor y de esperanza comenzó en aquel momento, en el que Cristo resucitado le preguntó a Pedro por tres veces: ¿Simón, hijo de Juan, me amas? (Jn 21,15-17). A la pregunta del Señor, le contestó Pedro otras tres veces, confesando su amor humilde y fiel hasta el martirio. Éste es el acontecimiento que hemos vivido de nuevo, con la elección del Papa Francisco, que también supo responder “sí” a Jesús, desde una fe confiada. En aquel momento, el Señor le encomendó a Pedro el cuidado pastoral del rebaño de la Iglesia, al mismo tiempo que lo invitó a seguirlo. Desde entonces, cada sucesor de Pedro -como ahora Francisco- ha de seguir a Jesús, porque Él es el Pastor supremo.

Por la predicación y el testimonio de Pedro y los apóstoles se fueron formando las comunidades cristianas. En ellas se compartía la enseñanza, la eucaristía y el amor fraterno. Viviendo de esa manera, la Iglesia ganó el corazón de los pueblos, a través de los siglos. Hoy, en el Año de la fe, el don de Francisco nos interpela de nuevo, y nos reclama proclamar con el Concilio Vaticano II: “Cristo es la luz de los pueblos”. Y porque la Iglesia es en Cristo como un sacramento, debemos llevar a todos los hombres y su cultura el Evangelio de Jesús. La Iglesia existe para ser servidora del mundo, en la búsqueda de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano (cf LG 1).

Creer en Jesús y anunciar su Evangelio es la dicha mayor de los creyentes. Al amor misericordioso de Jesús que cautiva y consuela, debemos responderle de nuestra parte imitando el amor con que Él nos amó primero. No hay fundamento más grande para nuestra esperanza, que experimentar la misericordia del Señor, y ofrecerla en Su nombre a todos; especialmente a los pobres, sufrientes y excluidos.

La alegría de tener un Papa argentino, como también sus gestos y palabras, han conmovido los corazones y han renovado en ellos el gozo de pertenecer a la Iglesia. De esta manera, el Señor nos interpela a profundizar nuestro compromiso de discípulos misioneros, para ofrecer la esperanza a este mundo, necesitado de Dios y de sus dones de justicia, amor y paz.

La Virgen María cantó llena de gozo, que Dios se acordó de su misericordia (cf Lc 1,58). Ella nos auxilia ahora y siempre. A Nuestra Señora de Luján le pedimos que acompañe a nuestro Papa con su amor maternal.


105° Asamblea Plenaria
Conferencia Episcopal Argentina
Pilar, 19 de abril de 2013









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