(RV).- En el curso de su 105 Asamblea Plenaria, del 15 al 20 de abril, la Conferencia
Episcopal Argentina ha escrito una Carta al pueblo de Dios en ocasión de la elección
del Papa Francisco. Los obispos argentinos dicen que están “alegres y agradecidos
de haber vivido la presencia cercana y providente del Señor” que, por un lado, “ha
inspirado al Papa Benedicto el gesto humilde y profético de su renuncia: un ejemplo
muy valioso para la Iglesia y para el mundo entero”; y por otro, “a este don se le
une la elección de Francisco, primer Papa latinoamericano y argentino”.
“La
alegría de tener un Papa argentino, como también sus gestos y palabras han conmovido
los corazones y han renovado en ellos el gozo de pertenecer a la Iglesia”, explican
los obispos. “En el Año de la fe, el don de Francisco nos interpela a profundizar
nuestro compromiso de discípulos misioneros, para ofrecer la esperanza a este mundo,
necesitado de Dios y de sus dones de justicia, amor y paz”. (ER RV)
Texto
completo de la Carta del Episcopado argentino
Dios nos
regala misericordia, alegría y esperanza
Carta al pueblo de Dios
en ocasión de la elección del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas: Los
obispos argentinos estamos alegres y agradecidos de haber vivido con el pueblo de
Dios la presencia cercana y providente del Señor. Reconocemos que Él mismo ha inspirado
al Papa Benedicto el gesto humilde y profético de su renuncia. Esta decisión es un
ejemplo muy valioso para la Iglesia y para el mundo entero. A este don se une la elección
de Francisco, primer Papa latinoamericano y argentino. Ambos hechos constituyen un
momento excepcional de la historia, que desde la fe nos alegra y nos conmueve. En
nuestra tierra y en tantas partes del mundo, la gente manifestó no solamente su sorpresa,
sino su gozo y su esperanza. Sentimientos que fueron vividos por creyentes y no creyentes.
Nos complace ver en dichas reacciones la mano misericordiosa de nuestro Padre Dios,
que camina con su pueblo en todo tiempo, y que nos ha bendecido en nuestros días con
la abundancia de sus dones.
Esta historia de amor y de esperanza comenzó en
aquel momento, en el que Cristo resucitado le preguntó a Pedro por tres veces: ¿Simón,
hijo de Juan, me amas? (Jn 21,15-17). A la pregunta del Señor, le contestó Pedro otras
tres veces, confesando su amor humilde y fiel hasta el martirio. Éste es el acontecimiento
que hemos vivido de nuevo, con la elección del Papa Francisco, que también supo responder
“sí” a Jesús, desde una fe confiada. En aquel momento, el Señor le encomendó a Pedro
el cuidado pastoral del rebaño de la Iglesia, al mismo tiempo que lo invitó a seguirlo.
Desde entonces, cada sucesor de Pedro -como ahora Francisco- ha de seguir a Jesús,
porque Él es el Pastor supremo.
Por la predicación y el testimonio
de Pedro y los apóstoles se fueron formando las comunidades cristianas. En ellas se
compartía la enseñanza, la eucaristía y el amor fraterno. Viviendo de esa manera,
la Iglesia ganó el corazón de los pueblos, a través de los siglos. Hoy, en el Año
de la fe, el don de Francisco nos interpela de nuevo, y nos reclama proclamar con
el Concilio Vaticano II: “Cristo es la luz de los pueblos”. Y porque la Iglesia es
en Cristo como un sacramento, debemos llevar a todos los hombres y su cultura el Evangelio
de Jesús. La Iglesia existe para ser servidora del mundo, en la búsqueda de la unión
íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano (cf LG 1).
Creer en
Jesús y anunciar su Evangelio es la dicha mayor de los creyentes. Al amor misericordioso
de Jesús que cautiva y consuela, debemos responderle de nuestra parte imitando el
amor con que Él nos amó primero. No hay fundamento más grande para nuestra esperanza,
que experimentar la misericordia del Señor, y ofrecerla en Su nombre a todos; especialmente
a los pobres, sufrientes y excluidos.
La alegría de tener un Papa argentino,
como también sus gestos y palabras, han conmovido los corazones y han renovado en
ellos el gozo de pertenecer a la Iglesia. De esta manera, el Señor nos interpela a
profundizar nuestro compromiso de discípulos misioneros, para ofrecer la esperanza
a este mundo, necesitado de Dios y de sus dones de justicia, amor y paz.
La
Virgen María cantó llena de gozo, que Dios se acordó de su misericordia (cf Lc 1,58).
Ella nos auxilia ahora y siempre. A Nuestra Señora de Luján le pedimos que acompañe
a nuestro Papa con su amor maternal.
105° Asamblea Plenaria Conferencia
Episcopal Argentina Pilar, 19 de abril de 2013