(RV).- (Con audio) El Papa Francisco,
tras celebrar la misa del domingo de Pascua, en que reafirmó que “Jesús ha resucitado.
Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia”, el Sucesor de Pedro a mediodía,
desde el balcón central de la basílica vaticana, pronunció el Mensaje pascual e impartió
su bendición Urbi et Orbi, es decir a la ciudad de Roma y al mundo.
El
Santo Padre recordó las guerras y la violencia que ensangrientan diversas regiones
del planeta y pidió: Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes
buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia,
desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de
los recursos naturales.
Paz para Oriente Medio, en particular entre
israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia,
para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin
de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Irak, y que cese
definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población
afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo.
¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se
consiga encontrar una solución política a la crisis?
Paz para África,
escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad
y estabilidad; y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan
gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están
siendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el Este la República Democrática del
Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus
hogares y viven todavía con miedo.
Paz en Asia, sobre todo en la península
coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.
Paz
a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias,
herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia, desgarrado por la violencia
ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales.
El
1° de abril conocido como el lunes del ángel, el Papa rezó el Regina coeli
con varios miles de fieles y peregrinos que se habían dado a mediodía en la Plaza
de San Pedro. En esta ocasión, entre otras cosas el Papa dijo:
“Queridos
hermanos y hermanas: ¡Buena Pascua a todos ustedes! Les agradezco que hayan
venido también hoy en gran número, para compartir la alegría de la Pascua, misterio
central de nuestra fe. Que la fuerza de la Resurrección de Cristo llegue a cada persona
– especialmente a quien sufre – y a todas las situaciones más necesitadas de confianza
y esperanza.
Cristo ha vencido el mal de modo pleno y definitivo, pero
nos corresponde a nosotros, a los hombres de todos los tiempos, acoger esta victoria
en nuestra vida y en las realidades concretas de la historia y de la sociedad.
Por
esto me parece importante subrayar lo que hoy le pedimos a Dios en la liturgia: “Oh
Padre, que haces crecer tu Iglesia dándole siempre nuevos hijos, concede a tus fieles
que expresen en su vida el sacramento que han recibido en la fe” (Oración Colecta
del Lunes de la Octava de Pascua).
Es verdad, el bautismo que nos hace
hijos de Dios, la Eucaristía que nos une a Cristo, deben convertirse en vida, es decir,
traducirse en actitudes, comportamientos, gestos y elecciones. La gracia contenida
en los Sacramentos pascuales es un potencial de renovación enorme para la existencia
personal, para la vida de las familias, para las relaciones sociales. Pero todo pasa
a través del corazón humano: si yo me dejo alcanzar por la gracia de Cristo resucitado,
si le permito que me cambie en ese aspecto mío que no es bueno, que puede hacerme
mal a mí y a los demás, yo permito a la victoria de Cristo que se afirme en mi vida,
que extienda su acción benéfica. ¡Éste es el poder de la gracia! Sin la gracia no
podemos hacer nada. Sin la gracia no podemos nada. Y con la gracia del Bautismo y
de la Comunión eucarística puedo llegar a ser instrumento de la misericordia de Dios.
De esa bella misericordia de Dios.
El miércoles 3 de abril, Padre Francisco
celebró la segunda audiencia general de su pontificado, en cuya catequesis, en el
marco Año de la fe, reflexionó sobre la resurrección de Jesús. Francisco se digirió
en especial a los jóvenes, animándolos a vivir y testimoniar la esperanza cristiana:
¡Dejémonos
iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para
que, también a través de nosotros, en el mundo los signos de muerte dejen lugar a
los signos de la vida! He visto que hay tantos jóvenes en la plaza, chicos y chicas,
aquí están. Les digo: lleven adelante esta certeza, el Señor está vivo y camina a
nuestro lado en la vida. Ésta es la misión de ustedes. Lleven adelante esta esperanza.
Estén anclados a esta esperanza, esta ancla que está en el cielo. Sujétense fuerte
a la cuerda, queden anclados y lleven adelante la esperanza. Ustedes, testimonios
de Jesús, testimonien que Jesús está vivo y ello nos dará esperanza y dará esperanza
a este mundo algo envejecido por las guerras, por el mal y por el pecado ¡Adelante
jóvenes!
Producción de María Fernanda Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)
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