2013-04-04 19:53:59

En el espíritu de Aparecida


En el espíritu de Aparecida
Padre Antonio Grande
(RV).- (Con Audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.
Educar para que la fe personal y comunitaria en Jesucristo aporte a la elaboración de la cultura de nuestro pueblo.
Lucio Gera entendía, en 1978, que en la vida de nuestro pueblo cristiano se descubren dos aspectos decisivos que interactúan y a los que la evangelización debe atender: la fe que lo hace Pueblo de Dios y la propia cultura por la que organiza la escala de valores de su realización histórica en la vida social.

“... tenemos dos aspectos a tener en cuenta, dos aspectos de una misma realidad: por una parte nuestro pueblo, por tener fe en su corazón es Pueblo de Dios, y por otra, posee una cultura propia, en la que se encarna y vive esa fe. Ambas cosas se imbrincan e interaccionan. Por lo que nuestra acción evangelizadora debería ir encaminada a explicitar la fe, en el estilo, la manera, la cultura propia del pueblo.

Será de gran valor continuar creativamente este modo de reflexión para conocer de modo actualizado las fortalezas y las fragilidades de las expresiones de fe de nuestro pueblo; y, también, los dinamismos predominantes en la cultura latinoamericana y caribeña en cuanto favorecen o dificultan la vida de los creyentes. Esta tarea, permitirá a los evangelizadores poder discernir las formas convenientes de acompañamiento de nuestro pueblo en su camino de profundizar la comprensión de su fe y de encarnarla en su propia cultura.
Aparecida en la Tercera Parte del texto, titulada “La vida de Jesucristo para nuestros pueblos”, despliega propuestas creativas para la reflexión destacando el aspecto misionero de la evangelización en el tiempo actual. Quiere movilizar a todos los bautizados a comunicar la alegría de la vida en Cristo como plenificadora de la persona, de la comunidad cristiana y de toda la sociedad.

“La V Conferencia en Aparecida mira positivamente y con verdadera empatía las distintas formas de cultura predominantes en nuestro continente. La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivida, cuando penetra profundamente en el substrato cultural de un pueblo. De este modo, aparece toda la importancia de la cultura para la evangelización. Pues la salvación aportada por Jesucristo debe ser luz y fuerza para todos los anhelos, las situaciones gozosas o sufridas, las cuestiones presentes en las culturas respectivas de los pueblos. El encuentro de la fe con las culturas las purifica, permite que desarrollen sus virtualidades, las enriquece. Pues todas ellas buscan en última instancia la verdad que es Cristo (Jn 14,6)” (A 477).

Todo el Pueblo de Dios, en continuidad con las anteriores generaciones, tiene que aportar al proceso de inculturación del Evangelio en nuestro tiempo, para dar sentido de vida y esperanza en medio de los desafíos que ponen a prueba la transmisión de la fe en Cristo. Aparecida afirma:

“Con la inculturación de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevas expresiones y valores, manifestando y celebrando cada vez mejor el misterio de Cristo, logrando unir más la fe con la vida y contribuyendo así a una catolicidad más plena, no sólo geográfica, sino también cultural” (DA 479)


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GERA, “Comentarios introductorios a los capítulos de la Evangelii nuntiandi”, en V. AZCUY, C. GALLI, M. GONZÁLEZ. COMITÉ TEOLÓGICO EDITORIAL, Escritos Teológico-Pastorales de Lucio Gera. 1. Del Preconcilio a la Conferencia de Puebla (1956-1981), 792.
Cf. GALLI, “Una misión para comunicar la vida digna y plena en Cristo”, Pastores 40 (2007) 40-52.

Invertir en la formación de los agentes pastorales

(RV).- (Con Audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.

Invertir en la formación de los agentes pastorales que guíen las comunidades misioneras para desarrollar una evangelización inculturada.
El renovado dinamismo evangelizador en América necesita generar nuevas vocaciones sacerdotales y de especial consagración como fruto del testimonio evangélico, la oración comunitaria, y la promoción de la pastoral familiar y juvenil. Es un tema constante que dificulta la acción pastoral de la Iglesia en Latinoamérica y en el Caribe, expresado ya por la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro en 1955. Esta conciencia fue actualizada por Juan Pablo II con motivo de la necesidad de sumar agentes cualificados para el emprendimiento de nueva evangelización. La presencia de nuevos y santos sacerdotes y de personas con una especial consagración no se contrapone al protagonismo de los fieles laicos, sino que más bien, lo favorecerá y acompañará.
El desafío de evangelizar la cultura moderna, que aparece como poderosa, tiene que ser respondida con una tarea exigente y planificada de preparar a quienes deben evangelizar la fe de nuestro pueblo. La tarea formativa de los evangelizadores es diversificada: corresponde una tarea de formación permanente de los pastores y laicos que ya han asumido responsabilidades evangelizadoras, y una formación básica oportuna a quienes aspiran al ministerio sacerdotal y a otros servicios en la tarea evangelizadora.
Los Seminarios tienen que preparar pastores para la nueva evangelización caracterizada como el ejercicio de una pastoral comunitaria. Es decir, para participar cordialmente del ministerio pastoral como integrantes del presbiterio diocesano junto al obispo, e integrando corresponsablemente y de modo fraterno a los demás consagrados, y en particular, a los laicos.
Para la formación de los laicos es necesario prever y proveer con sabiduría y realismo estructuras de formación adecuadas en cada diócesis. Se los debe acompañar para que puedan enamorarse, madurar y asumir la llamada de Cristo a su seguimiento, realizando su vocación eclesial e injertándose como agentes de la acción evangelizadora según su propia situación de vida. De este modo se podrá superar la idea difundida de que muchos bautizados son miembros pasivos de la Iglesia, o que su actividad consiste en ejecutar las decisiones de los pastores. Aparecida expresa:
“Cada sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado, de acuerdo con la peculiar vocación y ministerio al que ha sido llamado: el obispo que es el principio de unidad en la diócesis… los presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo… los diáconos…; los consagrados y consagradas…; los laicos y las laicas que cumplen su responsabilidad evangelizadora, colaborando en la formación de comunidades cristianas y en la construcción del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto, capacitar a quienes puedan acompañar espiritual y pastoralmente a otros” (DA 282).
Una visión positiva del ser y de la responsabilidad de los laicos lleva a implementar una oportuna formación que les posibilite asumir vitalmente que la vocación y la misión del Pueblo de Dios es evangelizadora, y por ello, deben prepararse y asumir su propia responsabilidad consciente y responsablemente para llegar a influir con los valores del Evangelio en el corazón de las personas, y en el desarrollo de las actividades que integran la cultura americana de nuestro tiempo.

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Cf. Río de Janeiro, “Conclusiones. Preámbulo”, 2 c; “Título I. Vocaciones y formación del clero secular”, Capítulo 1 “Vocaciones para el clero secular”.Cf. JUAN PABLO II, Hom. 6; Disc. III, 1.

Las Parroquias, células vivas de la Iglesia

(RV).- (Con Audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.

Las parroquias son un medio destacado por el cual la Iglesia Diocesana se hace presente y cercana a muchos hombres. Ellas tienen que cultivar un dinamismo marcado por el amor a las personas llamadas a participar en comunidades vivas y dinámicas en el ámbito del propio territorio. Y, al mismo tiempo, estar abiertas al intercambio de dones humanos y religiosos con las personas que participan en la vida de otras parroquias y de las diversas comunidades.

Ellas ofrecen la experiencia comunitaria de vivir según la Palabra celebrada en los sacramentos con su centro en la Eucaristía dominical, y, guiada por el párroco, abierta a ser familia de Dios en la que cada bautizado encuentre y desarrolle su vocación.

Se subraya la misión de las parroquias, según su propia historia y estilo evangelizador, para acompañar a los bautizados en el proceso de una progresiva experiencia de encuentro con Cristo, y, de un maduro discernimiento para su inserción en la comunidad evangelizadora y en una inserción coherente desde la fe en los ámbitos de la sociedad civil. Así se retoma una reflexión que viene del Concilio Vaticano II y ha sido recibida y actualizada por el magisterio latinoamericano. Aparecida explica que:

“Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia (AA 10; SD 55) y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial (EAm 41). Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina y del Caribe, con motivo de la preparación de la V Conferencia, es el de una valiente acción renovadora de las parroquias a fin de que sean en verdad «espacios de la iniciación cristiana», de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supra parroquiales y a las realidades circundantes (Eam 41)” (DA 170).

Es necesario que mediante un renovado esfuerzo ellas se constituyan en comunidades misioneras para que puedan comunicar el Evangelio a quienes no conocen a Cristo, y, a quienes ya lo han recibido pero no participan de la vida de la comunidad cristiana (cf. DA 173). Para ello se debe convocar y formar a los laicos para que puedan desarrollar su vocación misionera.

“Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio del tercer milenio, deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. Solamente a través de la multitud de ellos podremos llegar a responder a las exigencias misioneras del momento actual. También es importante recordar que el campo específico de la actividad evangelizadora laical es el complejo mundo del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes, la política, los medios de comunicación y la economía, así como los ámbitos de la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en los contextos donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos” (cf. DA 174).

Podemos decir que es un desafío estratégico para la nueva evangelización, el orientar la participación corresponsable de los pastores y los laicos. Ello hará posible encontrar la novedad de los métodos oportunos, para presentar el Evangelio a las personas de nuestro tiempo. A los pastores corresponde promover con sabiduría la participación de los laicos, y a éstos corresponde asumir su protagonismo con creatividad.


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FARRELL, “Reflexiones para después de 1992”, SEDOI 116 (1992) 35; cf. también GERA, “Caminando hacia el tercer milenio: nueva evangelización”, en Escritos TP 2, T 40 (1997) 572.
SCANNONE, “La nueva evangelización de América Latina”, Cuadernos Monásticos 96-97 (1991) 103.
Cf. A. AMIGUEIRAS, “El fenómeno religioso en la sociedad argentina: crisis y transformaciones en el catolicismo a comienzos del siglo XXI”, en GRUPO GERARDO FARRELL, Crisis y reconstrucción. Aportes desde el pensamiento social de la Iglesia. Dimensión social y ético-cultural, 100-103.
La tarea de nueva evangelización es una preocupación de la Iglesia y de todos en la comunidad cristiana

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.

Destaco algunas líneas de acción o mediaciones para que la renovación del proceso evangelizador pueda guiar a nuestro pueblo a con alegría y esperanza de la vida del Resucitado. Dentro de las diversas y complementarias formas con las que la Iglesia realiza su obra evangelizadora, se debe motivar y acompañar el protagonismo de los laicos en la formación de comunidades vivas y misioneras. De este modo, podrán reencontrar en Cristo la fuente renovada de vida y dignificación para la persona y la comunidad. Esta afirmación pide una creativa y fecunda relación del anuncio-escucha de su Palabra con la celebración-participación en la Eucaristía dominical, para poder ser signos creíbles del Resucitado en los diversos ambientes en la vida cotidiana. Juan Pablo II enseñaba en su carta la vida y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo: “Los fieles laicos tienen su parte que cumplir en la formación de tales comunidades eclesiales, no sólo con una participación activa y responsable en la vida comunitaria y, por lo tanto, con su insustituible testimonio, sino también con el empuje y la acción misionera entre quienes todavía no creen o ya no viven la fe recibida en el Bautismo” (Juan Pablo II, ChL 34). Ésta misión de la comunidad eclesial inspira el modo de ser y de actuar de los cristianos en todos los espacios de la sociedad civil. Aparecida pide que la Iglesia en América Latina y el Caribe guiada por el Espíritu Santo debe avanzar por el camino de la pastoral orgánica guiada por los obispos y con el protagonismo destacado de su laicado (cf. DA 169), en un proceso de conversión como comunidad misionera, que le permitirá encontrar las nuevas formas de presencia evangelizadora en espacios culturales a los que no se llega y que los nuevos tiempos reclaman (cf. DA 365). “El proyecto pastoral de la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una respuesta consciente y eficaz para atender a las exigencias del mundo de hoy, con “indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de formación y valoración de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios, que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura”. Los laicos deben participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución. Este proyecto diocesano exige un seguimiento constante por parte del obispo, los sacerdotes y los agentes pastorales, con una actitud flexible que les permita mantenerse atentos a los reclamos de la realidad siempre cambiante” (DA 371). La tarea de nueva evangelización es una preocupación de la Iglesia y de todos en la comunidad cristiana. Cada fiel debe pensar como aportar algo propio a la comunión misionera guiada por el obispo, con la cooperación de los sacerdotes y los agentes pastorales. Los laicos son explícitamente convocados a cultivar los dones recibidos participando del proyecto pastoral diocesano. Es un camino de reflexión y evaluación compartidas, de oración atenta a las mociones del Espíritu de Jesús, y de gran capacidad de amar sirviendo con gestos concretos.

Jesús mostró que ama a todos yendo a los excluidos
(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.

La Espiritualidad animada por el nuevo ardor misionero

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos habla sobre la nueva Evangelización.

El llamado a la vida en Cristo

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 El llamado a la vida en Cristo es el contenido que la evangelización tiene que comunicar (cf. DA 145, 361) para que los hombres en Él tengan vida.

Esta expresión, citada más de 600 veces, es la más usada en el texto. Abarca no sólo a las personas individualmente consideradas sino también como integrantes de nuestros pueblos. La realidad de la Iglesia y de los pueblos latinoamericanos fue presentada en el segundo capítulo y la evangelización de nuestros pueblos y sus culturas es presentada en los últimos capítulos. Allí se integran el anuncio explícito de Jesucristo con la denuncia de injusticias y la promoción de valores que hacen a una vida en plenitud ya en la peregrinación terrena hacia la casa del Padre.

El Papa emérito Benedicto XVI, hablando a la Curia Romana a fines de 2007, expresó que el Documento de Aparecida integra la fe en Jesucristo con la realización plena del hombre y responde a los desafíos del tiempo:

“... ser discípulos de Cristo es un camino de educación hacia nuestro verdadero ser, hacia la forma correcta de ser hombres... La fe lo comprende todo. Esta palabra indica ahora a la vez estar con Cristo y estar con su justicia. En la fe recibimos la justicia de Cristo, la vivimos nosotros mismos y la transmitimos.

El Documento de Aparecida concreta todo esto hablando de la buena nueva sobre la dignidad del hombre, sobre la vida, sobre la familias, sobre la ciencia y la tecnología, sobre el trabajo humano, sobre el destino universal de los bienes de la tierra y sobre la ecología: dimensiones en la que se articula nuestra justicia, se vive la fe y se da respuesta a los desafíos del tiempo”.

Conviene destacar el tono positivo y propositivo con que fue escrito el documento episcopal, fruto del acontecimiento realizado en el Santuario de Aparecida en el que se compartieron celebraciones eucarísticas y experiencias creyentes de muchos miembros del Pueblo de Dios. Se integra la comunicación del contenido en la experiencia espiritual del acontecimiento del renovado encuentro de Dios con los hombres por la mediación de su Iglesia.

“Es necesario comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva. Son muchos los que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la forma como ésta es presentada” (DA 497).

El jesuita argentino Juan Carlos Scannone invita a integrar en la recepción y la transmisión de Aparecida, que actualizó la Buena Noticia al peregrinar histórico de nuestros pueblos, dos elementos complementarios: el aspecto semántico, lo que dice el texto, con el aspecto pragmático, el modo cómo lo dice.

“... el texto del Documento Conclusivo vehicula un sentir (espiritual y creyente) correspondiente al acontecimiento entonces vivido, y –principalmente- congruente con el contenido del Evangelio: ser Buena Noticia de salvación. Por este motivo se recibe con inmenso gozo, y con ese mismo gozo se comunica. Consecuentemente es apto para promover discípulos-misioneros no solamente por lo que dice (aspecto semántico y locucionario), sino también y fundamentalmente por el modo cómo lo dice (aspecto pragmático e ilocucionario del texto). De este modo, la lectura será totalmente correcta cuando el temple de ánimo con que se lo lee converja con el temple de ánimo con el que fue escrito, que surge del texto mismo y «mueve» al lector a recibirlo, junto con la recepción de los significados propuestos temáticamente. Creo que ese es un punto importante en la actual recepción del texto y en el modo de comunicarlo como discípulos-misioneros”.

Una evangelización Renovada

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 La evangelización renovada tiene que actualizar la experiencia de la escucha y la comunicación de la Palabra, el contenido de la evangelización, para responder a las preguntas que se formulan, nos formulan, o, tenemos que ayudar a que elaboren los hombres de nuestro tiempo, de nuestros pueblos, para que el Señor Jesús pueda comunicarles vida.

Es un desafío el considerar a las personas como referentes y generadoras de nuevos vínculos, anunciarles la fe en Dios Padre de Jesucristo como un potencial que promueve la dignidad humana, y, promover el integrar la fe en Cristo y la devoción a María, con una pertenencia cordial a la Iglesia. Y, el aportar a la opción preferencial por los pobres en una vida social más justa y solidaria.

La novedad en la expresión del contenido evangelizador se puede expresar afirmando la necesidad de renovar un encuentro con la persona de Jesús que ama y salva a los hombres, y genera la formación de discípulos y misioneros o discípulos misioneros, como nos enseñó el Papa emérito Benedicto. A este encuentro, o reencuentro con el Señor, a esta “vida en Cristo”, están llamados todos los bautizados porque Él es la fuente única y absoluta de la vida en plenitud para las personas y de los pueblos.

“El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DCE 1). Esto es justamente lo que, con presentaciones diferentes, nos han conservado todos los Evangelios como el inicio del cristianismo: un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1,35-39)” (DA 243).

El encuentro con Cristo, que en el Espíritu hace participar de la vida del Padre y suscita incesantemente discípulos y misioneros, es uno de los grandes ejes para interpretar el documento. Se lo desarrolla en el capítulo 6 titulado “El itinerario formativo de los discípulos misioneros”, donde se especifican algunos lugares e itinerarios de realización. Los lugares de ese encuentro son: la Iglesia, en su conjunto la Sagrada Escritura, las celebraciones litúrgicas, especialmente la Eucaristía, la oración personal y comunitaria, la piedad popular, los pobres, afligidos y enfermos, y María, los Apóstoles y los santos.

Aparecida especifica también tres itinerarios formativos del progresivo encuentro con Cristo de los bautizados, que se complementan y enriquecen entre sí: formación para el discipulado misionero, formación para la iniciación cristiana y formación para la catequesis permanente.

“Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente con Él (cf. EN 19) y su misión, es un camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales” (DA 281).

La perspectiva del camino formativo de los discípulos misioneros, respetuosa del proceso de las personas y de las comunidades mediante un desarrollo progresivo, hace una actualizada recepción latinoamericana del proceso complejo (EN 24) de la evangelización. Su efectiva realización hará que los bautizados crezcan en la alegría del encuentro con Jesús, que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), como explica el tercer capítulo.


Evangelizar significa llevar la Buena Noticia

Padre Antonio Grande

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 La Buena Noticia, es el contenido, el mensaje, que la Iglesia comunica con su acción evangelizadora a las personas y a las comunidades en su vida cotidiana. En una mirada más amplia, en relación con nuestros pueblos y sus culturas.

Después del Sínodo de los Obispos de 1974 sobre el tema de la evangelización, Pablo VI asumió el desafío de explicar “¿Qué es evangelizar para la Iglesia?”. Nos enseñó que: “Evangelizar significa para la Iglesia (agente) llevar (acción) la Buena Nueva (contenido) a todos los ambientes de la humanidad (destinatario) y, con su influjo, transformar desde dentro (finalidad), renovar a la misma humanidad: «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5)” (EN 18).

En ese horizonte de comprensión, el documento de Aparecida desarrolla el tema general de la V Conferencia: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida”. Este es una clave de lectura para entender y explicar el documento, sigue siendo un contenido inspirador para alimentar nuestra fe y para comunicarla a nuestros hermanos personalmente, y, como comunidad cristiana.

Explicita la originalidad de la misión eclesial que, en colaboración con el Espíritu Santo, tiene el sentido de comunicar el don del encuentro con Jesucristo a todos, y la consecuente responsabilidad de formar agentes pastorales para este servicio evangelizador.

“Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es el mejor servicio -¡su servicio!- que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones (cf. EN 1)” (DA 14).

Luego, encontré una confirmación a mi modo de reflexionar en el análisis que hizo el Papa emérito Benedicto XVI, con posterioridad a la V Conferencia, en el que actualiza aquella preocupación evangelizadora de sus predecesores en la Sede de Pedro. Él formuló la pregunta sobre si Aparecida realizó un discernimiento correcto de los nuevos desafíos de la Iglesia en América Latina y el Caribe, y la forma en que orientó la propuesta evangelizadora: “... hemos vuelto a la pregunta que nos planteamos al inicio: ¿Hizo bien Aparecida, buscando la vida para el mundo, en dar prioridad al discipulado de Jesucristo y a la evangelización? ¿Era una retirada equivocada hacia la interioridad? No. Aparecida decidió lo correcto, precisamente porque mediante el nuevo encuentro con Jesucristo y su Evangelio, y solo así, se suscitan las fuerzas que nos capacitan para dar la respuesta adecuada a los desafíos de nuestro tiempo”.








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