En el espíritu de Aparecida Padre Antonio Grande (RV).- (Con Audio)
El padre Antonio Grande,
de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de
rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización. Educar para que la fe personal y comunitaria en
Jesucristo aporte a la elaboración de la cultura de nuestro pueblo. Lucio
Gera entendía, en 1978, que en la vida de nuestro pueblo cristiano se descubren dos
aspectos decisivos que interactúan y a los que la evangelización debe atender:
la fe que lo hace Pueblo de Dios y la propia cultura por la que organiza
la escala de valores de su realización histórica en la vida social.
“... tenemos
dos aspectos a tener en cuenta, dos aspectos de una misma realidad: por una
parte nuestro pueblo, por tener fe en su corazón es Pueblo de Dios, y por otra,
posee una cultura propia, en la que se encarna y vive esa fe. Ambas cosas se
imbrincan e interaccionan. Por lo que nuestra acción evangelizadora debería ir encaminada
a explicitar la fe, en el estilo, la manera, la cultura propia del pueblo.
Será
de gran valor continuar creativamente este modo de reflexión para conocer de modo
actualizado las fortalezas y las fragilidades de las expresiones de fe de nuestro
pueblo; y, también, los dinamismos predominantes en la cultura latinoamericana y caribeña
en cuanto favorecen o dificultan la vida de los creyentes. Esta tarea, permitirá a
los evangelizadores poder discernir las formas convenientes de acompañamiento de nuestro
pueblo en su camino de profundizar la comprensión de su fe y de encarnarla en su
propia cultura. Aparecida en la Tercera Parte del texto, titulada “La
vida de Jesucristo para nuestros pueblos”, despliega propuestas creativas para la
reflexión destacando el aspecto misionero de la evangelización en el tiempo actual.
Quiere movilizar a todos los bautizados a comunicar la alegría de la vida en Cristo
como plenificadora de la persona, de la comunidad cristiana y de toda la sociedad.
“La V Conferencia en Aparecida mira positivamente y con verdadera empatía
las distintas formas de cultura predominantes en nuestro continente. La fe sólo
es adecuadamente profesada, entendida y vivida, cuando penetra profundamente en el
substrato cultural de un pueblo. De este modo, aparece toda la importancia de
la cultura para la evangelización. Pues la salvación aportada por Jesucristo debe
ser luz y fuerza para todos los anhelos, las situaciones gozosas o sufridas, las cuestiones
presentes en las culturas respectivas de los pueblos. El encuentro de la fe con
las culturas las purifica, permite que desarrollen sus virtualidades, las enriquece.
Pues todas ellas buscan en última instancia la verdad que es Cristo (Jn 14,6)” (A
477).
Todo el Pueblo de Dios, en continuidad con las anteriores generaciones,
tiene que aportar al proceso de inculturación del Evangelio en nuestro tiempo,
para dar sentido de vida y esperanza en medio de los desafíos que ponen a prueba la
transmisión de la fe en Cristo. Aparecida afirma:
“Con la inculturación
de la fe, la Iglesia se enriquece con nuevas expresiones y valores, manifestando y
celebrando cada vez mejor el misterio de Cristo, logrando unir más la fe con la vida
y contribuyendo así a una catolicidad más plena, no sólo geográfica, sino también
cultural” (DA 479)
______________________________ GERA, “Comentarios
introductorios a los capítulos de la Evangelii nuntiandi”, en V. AZCUY, C. GALLI,
M. GONZÁLEZ. COMITÉ TEOLÓGICO EDITORIAL, Escritos Teológico-Pastorales de Lucio Gera.
1. Del Preconcilio a la Conferencia de Puebla (1956-1981), 792. Cf. GALLI, “Una
misión para comunicar la vida digna y plena en Cristo”, Pastores 40 (2007) 40-52.
Invertir
en la formación de los agentes pastorales
(RV).- (Con Audio) El padre Antonio Grande,
de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de
rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización.
Invertir en la formación de los agentes pastorales
que guíen las comunidades misioneras para desarrollar una evangelización inculturada. El
renovado dinamismo evangelizador en América necesita generar nuevas vocaciones sacerdotales
y de especial consagración como fruto del testimonio evangélico, la oración comunitaria,
y la promoción de la pastoral familiar y juvenil. Es un tema constante que dificulta
la acción pastoral de la Iglesia en Latinoamérica y en el Caribe, expresado ya por
la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro en 1955.
Esta conciencia fue actualizada por Juan Pablo II con motivo de la necesidad de sumar
agentes cualificados para el emprendimiento de nueva evangelización. La presencia
de nuevos y santos sacerdotes y de personas con una especial consagración no se contrapone
al protagonismo de los fieles laicos, sino que más bien, lo favorecerá y acompañará. El
desafío de evangelizar la cultura moderna, que aparece como poderosa, tiene que ser
respondida con una tarea exigente y planificada de preparar a quienes deben evangelizar
la fe de nuestro pueblo. La tarea formativa de los evangelizadores es diversificada:
corresponde una tarea de formación permanente de los pastores y laicos que ya han
asumido responsabilidades evangelizadoras, y una formación básica oportuna a quienes
aspiran al ministerio sacerdotal y a otros servicios en la tarea evangelizadora. Los
Seminarios tienen que preparar pastores para la nueva evangelización caracterizada
como el ejercicio de una pastoral comunitaria. Es decir, para participar cordialmente
del ministerio pastoral como integrantes del presbiterio diocesano junto al obispo,
e integrando corresponsablemente y de modo fraterno a los demás consagrados, y en
particular, a los laicos. Para la formación de los laicos es necesario prever
y proveer con sabiduría y realismo estructuras de formación adecuadas en cada diócesis.
Se los debe acompañar para que puedan enamorarse, madurar y asumir la llamada de Cristo
a su seguimiento, realizando su vocación eclesial e injertándose como agentes de la
acción evangelizadora según su propia situación de vida. De este modo se podrá superar
la idea difundida de que muchos bautizados son miembros pasivos de la Iglesia, o que
su actividad consiste en ejecutar las decisiones de los pastores. Aparecida expresa: “Cada
sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado, de acuerdo con la peculiar
vocación y ministerio al que ha sido llamado: el obispo que es el principio de unidad
en la diócesis… los presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo… los diáconos…;
los consagrados y consagradas…; los laicos y las laicas que cumplen su responsabilidad
evangelizadora, colaborando en la formación de comunidades cristianas y en la construcción
del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto, capacitar a quienes puedan
acompañar espiritual y pastoralmente a otros” (DA 282). Una visión positiva del
ser y de la responsabilidad de los laicos lleva a implementar una oportuna formación
que les posibilite asumir vitalmente que la vocación y la misión del Pueblo de Dios
es evangelizadora, y por ello, deben prepararse y asumir su propia responsabilidad
consciente y responsablemente para llegar a influir con los valores del Evangelio
en el corazón de las personas, y en el desarrollo de las actividades que integran
la cultura americana de nuestro tiempo.
_____________________________________ Cf.
Río de Janeiro, “Conclusiones. Preámbulo”, 2 c; “Título I. Vocaciones y formación
del clero secular”, Capítulo 1 “Vocaciones para el clero secular”.Cf. JUAN PABLO II,
Hom. 6; Disc. III, 1.
Las Parroquias, células vivas de la Iglesia
(RV).-
(Con Audio) El padre Antonio Grande,
de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de
rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización.
Las parroquias son un medio destacado por el cual
la Iglesia Diocesana se hace presente y cercana a muchos hombres. Ellas tienen que
cultivar un dinamismo marcado por el amor a las personas llamadas a participar en
comunidades vivas y dinámicas en el ámbito del propio territorio. Y, al mismo tiempo,
estar abiertas al intercambio de dones humanos y religiosos con las personas que participan
en la vida de otras parroquias y de las diversas comunidades.
Ellas ofrecen
la experiencia comunitaria de vivir según la Palabra celebrada en los sacramentos
con su centro en la Eucaristía dominical, y, guiada por el párroco, abierta a ser
familia de Dios en la que cada bautizado encuentre y desarrolle su vocación.
Se
subraya la misión de las parroquias, según su propia historia y estilo evangelizador,
para acompañar a los bautizados en el proceso de una progresiva experiencia de encuentro
con Cristo, y, de un maduro discernimiento para su inserción en la comunidad evangelizadora
y en una inserción coherente desde la fe en los ámbitos de la sociedad civil. Así
se retoma una reflexión que viene del Concilio Vaticano II y ha sido recibida y actualizada
por el magisterio latinoamericano. Aparecida explica que:
“Entre las comunidades
eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo,
sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia (AA 10; SD 55) y
el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta
de Cristo y la comunión eclesial (EAm 41). Están llamadas a ser casas y escuelas de
comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América
Latina y del Caribe, con motivo de la preparación de la V Conferencia, es el de una
valiente acción renovadora de las parroquias a fin de que sean en verdad «espacios
de la iniciación cristiana», de la educación y celebración de la fe, abiertas a la
diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y
responsable, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos
pastorales y supra parroquiales y a las realidades circundantes (Eam 41)” (DA 170).
Es
necesario que mediante un renovado esfuerzo ellas se constituyan en comunidades misioneras
para que puedan comunicar el Evangelio a quienes no conocen a Cristo, y, a quienes
ya lo han recibido pero no participan de la vida de la comunidad cristiana (cf. DA
173). Para ello se debe convocar y formar a los laicos para que puedan desarrollar
su vocación misionera.
“Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio
del tercer milenio, deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros.
Solamente a través de la multitud de ellos podremos llegar a responder a las exigencias
misioneras del momento actual. También es importante recordar que el campo específico
de la actividad evangelizadora laical es el complejo mundo del trabajo, la cultura,
las ciencias y las artes, la política, los medios de comunicación y la economía, así
como los ámbitos de la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en los
contextos donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos” (cf. DA 174).
Podemos
decir que es un desafío estratégico para la nueva evangelización, el orientar la participación
corresponsable de los pastores y los laicos. Ello hará posible encontrar la novedad
de los métodos oportunos, para presentar el Evangelio a las personas de nuestro tiempo.
A los pastores corresponde promover con sabiduría la participación de los laicos,
y a éstos corresponde asumir su protagonismo con creatividad.
______________________________ FARRELL,
“Reflexiones para después de 1992”, SEDOI 116 (1992) 35; cf. también GERA, “Caminando
hacia el tercer milenio: nueva evangelización”, en Escritos TP 2, T 40 (1997) 572.
SCANNONE, “La nueva evangelización de América Latina”, Cuadernos Monásticos 96-97
(1991) 103. Cf. A. AMIGUEIRAS, “El fenómeno religioso en la sociedad argentina:
crisis y transformaciones en el catolicismo a comienzos del siglo XXI”, en GRUPO GERARDO
FARRELL, Crisis y reconstrucción. Aportes desde el pensamiento social de la Iglesia.
Dimensión social y ético-cultural, 100-103. La tarea de nueva evangelización
es una preocupación de la Iglesia y de todos en la comunidad cristiana
(RV).-
(Con audio) El padre Antonio
Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio
de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización.
Destaco algunas líneas de acción o mediaciones
para que la renovación del proceso evangelizador pueda guiar a nuestro pueblo a con
alegría y esperanza de la vida del Resucitado. Dentro de las diversas y complementarias
formas con las que la Iglesia realiza su obra evangelizadora, se debe motivar y acompañar
el protagonismo de los laicos en la formación de comunidades vivas y misioneras. De
este modo, podrán reencontrar en Cristo la fuente renovada de vida y dignificación
para la persona y la comunidad. Esta afirmación pide una creativa y fecunda relación
del anuncio-escucha de su Palabra con la celebración-participación en la Eucaristía
dominical, para poder ser signos creíbles del Resucitado en los diversos ambientes
en la vida cotidiana. Juan Pablo II enseñaba en su carta la vida y la misión de los
laicos en la Iglesia y en el mundo: “Los fieles laicos tienen su parte que cumplir
en la formación de tales comunidades eclesiales, no sólo con una participación activa
y responsable en la vida comunitaria y, por lo tanto, con su insustituible testimonio,
sino también con el empuje y la acción misionera entre quienes todavía no creen o
ya no viven la fe recibida en el Bautismo” (Juan Pablo II, ChL 34). Ésta misión de
la comunidad eclesial inspira el modo de ser y de actuar de los cristianos en todos
los espacios de la sociedad civil. Aparecida pide que la Iglesia en América Latina
y el Caribe guiada por el Espíritu Santo debe avanzar por el camino de la pastoral
orgánica guiada por los obispos y con el protagonismo destacado de su laicado (cf.
DA 169), en un proceso de conversión como comunidad misionera, que le permitirá encontrar
las nuevas formas de presencia evangelizadora en espacios culturales a los que no
se llega y que los nuevos tiempos reclaman (cf. DA 365). “El proyecto pastoral de
la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una respuesta consciente y eficaz
para atender a las exigencias del mundo de hoy, con “indicaciones programáticas concretas,
objetivos y métodos de trabajo, de formación y valoración de los agentes y la búsqueda
de los medios necesarios, que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas,
modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores
evangélicos en la sociedad y en la cultura”. Los laicos deben participar del discernimiento,
la toma de decisiones, la planificación y la ejecución. Este proyecto diocesano exige
un seguimiento constante por parte del obispo, los sacerdotes y los agentes pastorales,
con una actitud flexible que les permita mantenerse atentos a los reclamos de la realidad
siempre cambiante” (DA 371). La tarea de nueva evangelización es una preocupación
de la Iglesia y de todos en la comunidad cristiana. Cada fiel debe pensar como aportar
algo propio a la comunión misionera guiada por el obispo, con la cooperación de los
sacerdotes y los agentes pastorales. Los laicos son explícitamente convocados a cultivar
los dones recibidos participando del proyecto pastoral diocesano. Es un camino de
reflexión y evaluación compartidas, de oración atenta a las mociones del Espíritu
de Jesús, y de gran capacidad de amar sirviendo con gestos concretos.
Jesús
mostró que ama a todos yendo a los excluidos (RV).- (Con audio) El padre Antonio
Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio
de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización.
La Espiritualidad animada por el nuevo ardor
misionero
(RV).- (Con audio) El padre
Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza
el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos
habla sobre la nueva Evangelización.
El llamado a la vida en Cristo
(RV).-
(Con audio) El llamado a la vida
en Cristo es el contenido que la evangelización tiene que comunicar (cf. DA 145, 361)
para que los hombres en Él tengan vida.
Esta expresión, citada más de 600
veces, es la más usada en el texto. Abarca no sólo a las personas individualmente
consideradas sino también como integrantes de nuestros pueblos. La realidad de la
Iglesia y de los pueblos latinoamericanos fue presentada en el segundo capítulo y
la evangelización de nuestros pueblos y sus culturas es presentada en los últimos
capítulos. Allí se integran el anuncio explícito de Jesucristo con la denuncia de
injusticias y la promoción de valores que hacen a una vida en plenitud ya en la peregrinación
terrena hacia la casa del Padre.
El Papa emérito Benedicto XVI, hablando a
la Curia Romana a fines de 2007, expresó que el Documento de Aparecida integra la
fe en Jesucristo con la realización plena del hombre y responde a los desafíos del
tiempo:
“... ser discípulos de Cristo es un camino de educación hacia nuestro
verdadero ser, hacia la forma correcta de ser hombres... La fe lo comprende todo.
Esta palabra indica ahora a la vez estar con Cristo y estar con su justicia. En la
fe recibimos la justicia de Cristo, la vivimos nosotros mismos y la transmitimos.
El
Documento de Aparecida concreta todo esto hablando de la buena nueva sobre la dignidad
del hombre, sobre la vida, sobre la familias, sobre la ciencia y la tecnología, sobre
el trabajo humano, sobre el destino universal de los bienes de la tierra y sobre la
ecología: dimensiones en la que se articula nuestra justicia, se vive la fe y se da
respuesta a los desafíos del tiempo”.
Conviene destacar el tono positivo
y propositivo con que fue escrito el documento episcopal, fruto del acontecimiento
realizado en el Santuario de Aparecida en el que se compartieron celebraciones eucarísticas
y experiencias creyentes de muchos miembros del Pueblo de Dios. Se integra la comunicación
del contenido en la experiencia espiritual del acontecimiento del renovado encuentro
de Dios con los hombres por la mediación de su Iglesia.
“Es necesario comunicar
los valores evangélicos de manera positiva y propositiva. Son muchos los que se dicen
descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la
forma como ésta es presentada” (DA 497).
El jesuita argentino Juan Carlos Scannone
invita a integrar en la recepción y la transmisión de Aparecida, que actualizó la
Buena Noticia al peregrinar histórico de nuestros pueblos, dos elementos complementarios:
el aspecto semántico, lo que dice el texto, con el aspecto pragmático, el modo cómo
lo dice.
“... el texto del Documento Conclusivo vehicula un sentir (espiritual
y creyente) correspondiente al acontecimiento entonces vivido, y –principalmente-
congruente con el contenido del Evangelio: ser Buena Noticia de salvación. Por este
motivo se recibe con inmenso gozo, y con ese mismo gozo se comunica. Consecuentemente
es apto para promover discípulos-misioneros no solamente por lo que dice (aspecto
semántico y locucionario), sino también y fundamentalmente por el modo cómo lo dice
(aspecto pragmático e ilocucionario del texto). De este modo, la lectura será totalmente
correcta cuando el temple de ánimo con que se lo lee converja con el temple de ánimo
con el que fue escrito, que surge del texto mismo y «mueve» al lector a recibirlo,
junto con la recepción de los significados propuestos temáticamente. Creo que ese
es un punto importante en la actual recepción del texto y en el modo de comunicarlo
como discípulos-misioneros”.
Una evangelización Renovada
(RV).-
(Con audio) La evangelización
renovada tiene que actualizar la experiencia de la escucha y la comunicación de la
Palabra, el contenido de la evangelización, para responder a las preguntas que se
formulan, nos formulan, o, tenemos que ayudar a que elaboren los hombres de nuestro
tiempo, de nuestros pueblos, para que el Señor Jesús pueda comunicarles vida.
Es
un desafío el considerar a las personas como referentes y generadoras de nuevos vínculos,
anunciarles la fe en Dios Padre de Jesucristo como un potencial que promueve la dignidad
humana, y, promover el integrar la fe en Cristo y la devoción a María, con una pertenencia
cordial a la Iglesia. Y, el aportar a la opción preferencial por los pobres en una
vida social más justa y solidaria.
La novedad en la expresión del contenido
evangelizador se puede expresar afirmando la necesidad de renovar un encuentro con
la persona de Jesús que ama y salva a los hombres, y genera la formación de discípulos
y misioneros o discípulos misioneros, como nos enseñó el Papa emérito Benedicto.
A este encuentro, o reencuentro con el Señor, a esta “vida en Cristo”, están llamados
todos los bautizados porque Él es la fuente única y absoluta de la vida en plenitud
para las personas y de los pueblos.
“El acontecimiento de Cristo es, por lo
tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo.
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida
y, con ello, una orientación decisiva» (DCE 1). Esto es justamente lo que, con presentaciones
diferentes, nos han conservado todos los Evangelios como el inicio del cristianismo:
un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1,35-39)” (DA 243).
El encuentro
con Cristo, que en el Espíritu hace participar de la vida del Padre y suscita incesantemente
discípulos y misioneros, es uno de los grandes ejes para interpretar el documento.
Se lo desarrolla en el capítulo 6 titulado “El itinerario formativo de los discípulos
misioneros”, donde se especifican algunos lugares e itinerarios de realización.
Los lugares de ese encuentro son: la Iglesia, en su conjunto la Sagrada Escritura,
las celebraciones litúrgicas, especialmente la Eucaristía, la oración personal y comunitaria,
la piedad popular, los pobres, afligidos y enfermos, y María, los Apóstoles y los
santos.
Aparecida especifica también tres itinerarios formativos del progresivo
encuentro con Cristo de los bautizados, que se complementan y enriquecen entre sí:
formación para el discipulado misionero, formación para la iniciación cristiana y
formación para la catequesis permanente.
“Llegar a la estatura de la vida
nueva en Cristo, identificándose profundamente con Él (cf. EN 19) y su misión, es
un camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos
personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales” (DA 281).
La
perspectiva del camino formativo de los discípulos misioneros, respetuosa del proceso
de las personas y de las comunidades mediante un desarrollo progresivo, hace una actualizada
recepción latinoamericana del proceso complejo (EN 24) de la evangelización. Su efectiva
realización hará que los bautizados crezcan en la alegría del encuentro con Jesús,
que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), como explica el tercer capítulo.
Evangelizar significa llevar la Buena Noticia
Padre Antonio
Grande
(RV).- (Con audio) La Buena Noticia,
es el contenido, el mensaje, que la Iglesia comunica con su acción evangelizadora
a las personas y a las comunidades en su vida cotidiana. En una mirada más amplia,
en relación con nuestros pueblos y sus culturas.
Después del Sínodo de los
Obispos de 1974 sobre el tema de la evangelización, Pablo VI asumió el desafío de
explicar “¿Qué es evangelizar para la Iglesia?”. Nos enseñó que: “Evangelizar significa
para la Iglesia (agente) llevar (acción) la Buena Nueva (contenido) a todos los ambientes
de la humanidad (destinatario) y, con su influjo, transformar desde dentro (finalidad),
renovar a la misma humanidad: «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5)”
(EN 18).
En ese horizonte de comprensión, el documento de Aparecida desarrolla
el tema general de la V Conferencia: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que
nuestros pueblos, en Él, tengan vida”. Este es una clave de lectura para entender
y explicar el documento, sigue siendo un contenido inspirador para alimentar nuestra
fe y para comunicarla a nuestros hermanos personalmente, y, como comunidad cristiana.
Explicita
la originalidad de la misión eclesial que, en colaboración con el Espíritu Santo,
tiene el sentido de comunicar el don del encuentro con Jesucristo a todos, y la consecuente
responsabilidad de formar agentes pastorales para este servicio evangelizador.
“Aquí
está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover
y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen
por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo.
No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos
del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, anunciado y
comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es el
mejor servicio -¡su servicio!- que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones
(cf. EN 1)” (DA 14).
Luego, encontré una confirmación a mi modo de reflexionar
en el análisis que hizo el Papa emérito Benedicto XVI, con posterioridad a la V Conferencia,
en el que actualiza aquella preocupación evangelizadora de sus predecesores en la
Sede de Pedro. Él formuló la pregunta sobre si Aparecida realizó un discernimiento
correcto de los nuevos desafíos de la Iglesia en América Latina y el Caribe, y la
forma en que orientó la propuesta evangelizadora: “... hemos vuelto a la pregunta
que nos planteamos al inicio: ¿Hizo bien Aparecida, buscando la vida para el mundo,
en dar prioridad al discipulado de Jesucristo y a la evangelización? ¿Era una retirada
equivocada hacia la interioridad? No. Aparecida decidió lo correcto, precisamente
porque mediante el nuevo encuentro con Jesucristo y su Evangelio, y solo así, se suscitan
las fuerzas que nos capacitan para dar la respuesta adecuada a los desafíos de nuestro
tiempo”.