(RV).- Como todos los días, la mañana del 2 de abril Francisco celebró la Santa Misa
en la capilla de la Casa de Santa Marta donde- recordamos- aloja el Obispo de Roma.
El Papa centró su homilía en el Evangelio del Martes de la octava de Pascua.
Homilía
de Francisco
Que bella, esta frase de María: “¡He visto al Señor!”. Ella,
esta mujer de quien conocemos la historia, esta mujer pecadora, esta mujer que ha
llorado, que ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos, esta mujer explotada
y también despreciada por aquellos que se creían justos, esta mujer de quien Jesús
dijo haber amado mucho y por esto sus muchos pecados han sido perdonados, esta mujer
al final debe enfrentar el fracaso de todas sus esperanzas: su amor no está más. Y
llora. Es el momento de la oscuridad, en su alma: del fracaso. Pero no dice: “He fracasado
en este camino”, ¿no? Llora, simplemente. A veces, en nuestra vida, los anteojos para
ver a Jesús son las lágrimas. Hay un momento en la vida en el que solo las lágrimas
nos preparan para ver a Jesús. Y ¿cuál es el mensaje de esta mujer? “He visto al Señor”.
Lo había visto durante toda su vida, y ahora definitivamente da el testimonio. Es
un ejemplo para el camino de nuestra vida, ¿no? Todos nosotros, en nuestra vida, hemos
experimentado la felicidad, la tristeza, el dolor; todos hemos pasado por estas cosas.
Pero hago una pregunta: ¿hemos llorado? En los momentos más oscuros, ¿hemos llorado?
¿Hemos tenido aquello de bueno de las lágrimas que preparan los ojos para mirar, para
ver al Señor? Viendo a esta mujer que llora, también nosotros podemos pedir al Señor
la gracia de las lágrimas. Esta es una bella gracia. Una bella gracia. Llorar por
todo: por el bien, por nuestros pecados, por las gracias, por la felicidad, también:
llorar de felicidad, aquella felicidad que hemos pedido: de ver el Cielo, de tener
el Cielo y que ahora pregustamos. Llorar. El Llanto nos prepara para ver a Jesús.
Y el Señor nos da la gracia, a todos nosotros, de poder decir con nuestra vida: “He
visto al Señor”. Porque lo he visto. “Como, ¿se te ha aparecido?”. “No, no, no lo
sé … Lo he visto, lo he visto dentro del corazón”. Y porque lo he visto vivo de esta
manera: este es el testimonio. “He visto al Señor”. Bello. Y todos nosotros podemos
decir esto, con el testimonio de nuestra vida. “Vivo de esta manera porque he visto
al Señor”. Así sea.