Unificar la fecha de la fiesta de la Pascua cristiana en Tierra Santa: testimonio
creíble para la Comunión
(RV).- (Audio) En el Santo Sepulcro
ante la tumba de Jesús, Su Beatitud Mons. Fouad Twal, Patriarca Latino de Jerusalén,
celebró la Santa Misa de Pascua llamando a la unión entre los cristianos en Tierra
Santa y explicando que este gesto “puede convertirse en testimonio creíble y auténtico
del llamamiento de Cristo para la comunión, y de nuestra respuesta a esta llamada”.
El Patriarca explicó que si bien no es fácil se trata de un primer paso hacia la plena
unidad que debemos tener siempre presente en nuestro corazón cuando oramos.
En
una homilía cargada de significado para el mundo y con los ojos puestos en Tierra
Santa, Mons. Twal enfatizó que el mismo Papa Francisco ha pedido, al inicio de su
pontificado, “emprender un camino de hermandad, de amor y de evangelización”. Además
elevó su voz para recordar la urgencia de tener presente que es el Señor quien invita
a todos los cristianos a ser luz para el mundo, a llevar la luz de la esperanza en
medio de la violencia, del sufrimiento, de las guerras y las injusticias. Una vez
más externó la necesidad de que todos los peregrinos del mundo visiten Tierra Santa,
con una mención particular en esta invitación al Papa Francisco, quien es profundo
conocedor de la realidad de Oriente Medio.
“Nuestra Iglesia vive en un Oriente
Medio que sufre”. El Año de la Fe responde así a problemáticas específicas, dijo,
para recordar en particular la situación en Siria con sus víctimas pero también a
los refugiados escapados a los países vecinos y en particular a Jordania. El Patriarca
Latino oró por los cristianos de Tierra Santa que tienen la tentación de emigrar.
“Que
en esta mañana de Pascua pueda germinar una nueva primavera. ¡Que esta fiesta
llena de la luz de la Resurrección de Cristo les lleve la bendición del Señor!” Concluye
así la homilía del Patriarca Latino de Jerusalén Mons. Fouad Twal.
PLJR - @pjuregui
- Radio Vaticano
Del texto de la homilía del Domingo de Pascua
2013 de Mons. Fouad Twal.
La fe, es un don y al mismo tiempo es personal.
Sin embargo, para alimentar nuestra fe tenemos necesidad de cuidar nuestra relación
personal con Dios. La fe se alimenta con la oración en lo secreto del corazón, ante
una “presencia ausente”, testimoniada por la tumba vacía que es el camino de fe que
inicia y que se basa en el testimonio de los Apóstoles. Se nos pide creer “¡Felices
los que creen sin haber visto!" (Jn 20,29).
Si Cristo no resucitó, la fe de
ustedes es inútil” (cfr. 1 Cor 15,17). Y Sin embargo, católicos, ortodoxos y protestantes
celebran la Pascua en fechas diferentes. Sabemos que la división no viene de Dios.
Es por esto que en nuestra Diócesis de Tierra Santa hemos decidido, con la excepción
de Jerusalén y de Belén, de considerar la fecha de Pascua de los católicos según el
calendario juliano para que las familias de confesiones mixtas puedan celebrar este
misterio juntas. Tal como ya ocurre en Jordania, en Siria y en Egipto. Una celebración
común solemne y gozosa de la Resurrección del Señor por parte de todos los cristianos
en Tierra Santa puede convertirse en testimonio creíble y auténtico del llamamiento
de Cristo para la comunión y de nuestra respuesta a esta llamada.
No es
una decisión fácil aquella de unificar la fecha de la Pascua y sin embargo es un primer
paso hacia la plena unidad que debemos tener siempre presente en nuestro corazón cuando
oramos. En este Año de la fe, que es propicio a este desafío, hay necesidad de reavivar
nuestra fe y nuestro entusiasmo. La evangelización, a través de la caridad, el
amor hacia el prójimo y la sencillez, parece ser una prioridad también para nuestro
nuevo Papa Francisco. Nuestro Papa argentino que viene de un continente que cuenta
con el 40% de los católicos de todo el mundo, en el cual la posición de la Iglesia
es contestada por grupos evangélicos y las relaciones con el mundo político son un
poco tensas. El Espíritu Santo que ha trastocado todas las previsiones, nos ha
donado un Papa cuya obra se encuentra desde hace diversos años en línea con las orientaciones
del último sínodo sobre la “nueva evangelización”.
En su primer discurso
a los fieles el Santo Padre pidió “emprender un camino de hermandad, de amor y de
evangelización”. El tendrá modo de regresar sobre las conclusiones del Sínodo sobre
la nueva evangelización, preparando el documento final.
En el Evangelio
de Juan, Jesús nos dice que Él es la luz; quien sigue al Señor “no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la Vida". (Jn 8,12). El Señor invita a nosotros los cristianos
a ser luz para el mundo, a llevar la luz de la esperanza en medio de la violencia,
del sufrimiento, de las guerras, de las injusticias. Él nos invita a llevar la luz
de la fe a nuestra región del Oriente Medio, ahí donde el cristianismo nació, en donde
nació la Iglesia Madre de Jerusalén – donde nació cada cristiano. Es por esto que
la nueva evangelización, para ser moderna y eficaz, debe volver a partir de Jerusalén: Volver
a partir de la primera comunidad cristiana, asidua en la lectura de la Palabra de
Dios, en el partir el pan y en la solidaridad. Volver a partir de la primera comunidad
enraizada en la persona de Cristo, que tenía un motivo por el cual estar dispuestos
para afrontar cada sacrificio hasta el martirio. A todos los peregrinos del mundo
renuevo así mi invitación para que vengan a Tierra Santa, en primer lugar al Papa
Francisco, que será bienvenido. Vengan también ustedes como Pedro y Juan a ver
la tumba vacía. El peregrinaje a los Lugares Santos y a las “piedras vivas” es un
óptimo modo para reavivar nuestra fe y aquella de los peregrinos. Permite un mejor
conocimiento del cuadro cultural, histórico y geográfico, en el cual se han cumplido
los misterios en los que nosotros creemos, el más importante de ellos es el de la
solemnidad que se celebra hoy: la Resurrección.
El peregrino en estos lugares
es una ocasión de encuentro personal con Jesús. En este sentido, los cristianos
de Tierra Santa son la memoria colectiva viviente de la historia de Jesús. Y debo
decir también que los cristianos de Tierra Santa tienen necesidad de los demás
creyentes, de sus oraciones y de su solidaridad; la presencia de los peregrinos
es efectivamente un testimonio real de fe y de comunión con nuestra Iglesia del
Calvario.
Nuestra Iglesia vive en un Oriente Medio que sufre. El Año
de la Fe responde así a problemáticas específicas. En primer lugar, pienso en todas
las víctimas y en todos los refugiados sirios escapados a los países vecinos y
en particular, por lo que se refiere a nuestra Diócesis, en Jordania, pero también
en todos los cristianos de Tierra Santa que tienen la tentación de emigrar.
A nuestro “pequeño rebaño” deseo repetir una vez más que la fiesta de la resurrección
es un motivo de esperanza por un mundo afligido por profundas tragedias muchas veces
ocasionadas por la violencia humana. En Pascua las cruces de nuestra vida no han
desaparecido. Dios no las ha eliminado, pero ha abierto un camino en medio al sufrimiento
y quiere abrirlo cada día por nosotros.
Vivir como cristianos en Oriente
Medio no es una elección, sino una vocación. Se debe pasar a través de la cruz
para conocer la resurrección. “Muchas veces la Cruz nos da miedo, porque parece ser
la negación de la vida. ¡En realidad, es lo contrario! Ella es el ‘sí’ de Dios al
hombre, la expresión máxima de su amor y la fuente de la cual brota la vida eterna.
En efecto, del corazón de Jesús abierto sobre la cruz ha brotado esta vida divina,
siempre disponible para quien acepta de levantar los ojos hacia el Crucificado”, nos
ha dicho Benedicto XVI durante la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Desde
la mañana de Pascua, la esperanza cristiana no tiene límites. No hay noche que sea
tan oscura que no pueda ser iluminada por Aquel que es el Vencedor del sepulcro.
No hay más tierra por reconquistar, sino los corazones. Corazones que deben ser educados
para aquella paz que el Señor nos dona y que nos hace personas de paz. Invito una
vez más a la comunidad internacional para que no se limite a los discursos y a las
visitas, sino a tomar decisiones concretas y eficaces para encontrar una solución
justa y equilibrada para la causa palestina, que está en el origen de todos los problemas
de Oriente Medio.
En noviembre 2010, encontré personalmente al Papa en
Argentina y pudimos recordar la situación de la diáspora de los cristianos en Oriente
Medio en América Latina. Argentina acogió a muchos emigrantes de Oriente Medio.
El Papa estaba muy consciente del problema constituido por la emigración de los fieles
de Tierra Santa, también porque, entonces, era Ordinario para los fieles de rito
oriental residentes en su País. Estoy convencido de que el Santo Padre continuará
con fuerza y determinación el trabajo de Benedicto XVI a favor de la paz en Tierra
Santa, y de un acercamiento entre los pueblos y las religiones del mundo. Aquí
en Tierra Santa, es profunda nuestra comunión con el Santo Padre y nuestra confianza
es absoluta. Conocemos personalmente todo el interés y todos los esfuerzos por la
paz realizados por la Santa Sede a favor de nuestro Patriarcado y de Tierra Santa.
En cuanto cristianos, somos hombres y mujeres de esperanza. “No hay
nada nuevo bajo el sol”, nos dice el primer capítulo del Eclesiastés… Aquí todavía
Aquel que hace nuevas todas las cosas y que había muerto, ha resucitado: Él venció
la muerte y abrió para todos los hombres el camino hacia la eternidad. Queridos
hermanos y hermanas, les expreso mis más cordiales anhelos de Buena Pascua, de una
Pascua gozosa: para que se la ocasión de una bella resurrección de nosotros mismos,
de nuestras Iglesias y de nuestra Tierra Santa. Que en esta mañana de Pascua pueda
germinar una nueva primavera. ¡Que esta fiesta llena de la luz de la Resurrección
de Cristo les lleve la bendición del Señor! Amén + Fouad Twal, Patriarca
Traducción:
Patricia L. Jáuregui Romero - @pjuregui - Radio Vaticano