Renovados por la Misericordia: mensaje Urbi et Orbi de Francisco en este Domingo de
Pascua
RV).- (Con Audio) “Jesús ha resucitado. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia”.
El Papa Francisco presidió esta mañana en la plaza de san Pedro, engalanada como un
jardín con flores y plantas llegadas de Holanda, la Santa Misa solemne del día de
Pascua de Resurrección. Esta fue la primera misa pascual del nuevo obispo de Roma,
elegido a la cátedra de Pedro el 13 marzo pasado. Al menos 250 mil fieles y peregrinos
asistieron a la ceremonia, al final de la cual el Santo Padre, con una gran sonrisa
en los labios, subido en un jeep blanco descubierto paseó por medio de la multitud,
saludando, bendiciendo y besando a algunos niños pequeños.
Francisco ofició
la misa como único celebrante, aunque ayudado por los cardenales Angelo Comastri y
Raffaele Farina. Al rito, que comenzó con el canto del "Resurrexit", asistieron también
varios centenares de religiosos entre cardenales, obispos y sacerdotes. En la misa
no hubo homilía, ya que la pronunció el Papa durante la Vigilia Pascual celebrada
esta pasada noche en la basílica de San Pedro. El Papa impartió la comunión y lo mismo
hicieron decenas de sacerdotes que llevaron la Eucaristía a miles de fieles en la
plaza y más allá de la columnata de Bernini.
A mediodía, el Papa desde el
balcón central de la basílica vaticana, pronunció el Mensaje pascual, impartió su
bendición Urbi et Orbi. (Audio)
El Papa
recomendó que este “amor que nos da Jesús” se ponga en práctica en la vida de cada
día. (Audio)
Francisco
exhortó a los fieles “a ser cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra,
custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz”. (Audio)
Luego
el Santo Padre hizo un llamamiento global para la paz en el mundo. (Audio)
El Pontífice
ha hecho hincapié en la trata de personas: la esclavitud más extendida en el siglo
XXI. (Audio)
Al final
de su Mensaje, Francisco renovó su deseo de una Feliz Pascua:
"Lleven a
sus familias y a sus países el mensaje de la alegría, de la esperanza y la paz que
cada año, en este día, se renueva con fuerza. El Señor resucitado, vencedor del pecado
y de la muerte sea sostén para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados".
El
Papa agradeció la presencia y el testimonio de fe de todos los que siguieron también
por los medios de comunicación su mensaje. Un especial agradecimiento lo dirigió el
Papa a Holanda que envió las hermosas flores, que engalanaron la ceremonia.
A
todos ustedes repito con afecto: Cristo Resucitado guíe a todos y a toda la humanidad
por senderos de justicia, amor y paz.
Eduardo Rubió - Radio Vaticano
Texto
completo del Mensaje pascual de Francisco
Queridos hermanos
y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua!
Es una gran alegría,
al comienzo de mi ministerio, poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera
que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay
más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles... Quisiera que llegara
sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena
Nueva: Jesús ha resucitado, está la esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio
del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. Siempre vence
la misericordia de Dios.
También nosotros, como las mujeres discípulas
de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido
tiene este evento (cf. Lc 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa
que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor
de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que
hay en nuestro corazón.
Esto puede hacerlo el amor de Dios. Este mismo
amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la
senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo
de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo
muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús
no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida
gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro
de esperanza.
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre
de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios
es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros, es el hombre vivo (cf. san Ireneo,
Adv. haereses, 4,20,5-7).
Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió
y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este
paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en
todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana.
Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto
que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es
consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la
misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir
incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).
He aquí, pues, la invitación
que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar
por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras
vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales
Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia
y la paz.
Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la
muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz.
Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero.
Paz
para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades
para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con
determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya
demasiado tiempo. Paz para Iraq, y que cese definitivamente toda violencia, y, sobre
todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos
refugiados que están esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto
dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política
a la crisis?
Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos.
Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde
lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos
inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos
terroristas. Paz para el Este la República Democrática del Congo y la República Centroafricana,
donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.
Paz
en Asia, sobre todo en la península coreana, para que superen las divergencias y madure
un renovado espíritu de reconciliación.
Paz a todo el mundo, aún tan
dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo
que amenaza la vida humana y la familia,egoísmo que continúa la trata de personas...
!la esclavitud más extendida en el siglo XXI. La trata de personas es la esclavitud
más extendida del siglo XXI! Un mundo desgarrado por la violencia ligada al tráfico
de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra.
Que Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales
y nos haga custodios responsables de la creación.
Queridos hermanos
y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en todo el mundo, les dirijo la
invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su
misericordia. / Diga la casa de Israel: / “Eterna es su misericordia”» (Sal 117,1-2).