(RV).- (Con audio) El Papa Francisco
se dio a conocer, ante el mundo entero la tarde del miércoles 13 de marzo tras la
espera necesaria por parte de los miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza
de San Pedro y por todos los que seguían estos momentos, con emoción, a través de
la televisión.
Tras saludar y presentarse como Obispo de Roma y pedir que se
rece por el Papa emérito, el Papa Francisco explicó que ahora, comenzamos este camino
de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un
camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros, en que no dejó de recomendar
que recemos siempre recíprocamente, por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad.
Y antes de impartir su bendición Urbi et Orbi pidió a los fieles que rezaran
por él. Al final concluyó con estas sencillas palabras:
Hermanos y hermanas,
los dejo. Muchas gracias por su acogida. Recen por mí y hasta pronto. Nos veremos
pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas
noches y que descansen.
El jueves 14 de marzo a las ocho de la mañana el Papa
Francisco salió desde la Casa de Santa Marta para rezar, tal como él mismo lo había
dicho en su primera aparición pública ante los fieles, desde el balcón de la logia
central de la Basílica de San Pedro, en la basílica romana de Santa María la Mayor.
Allí el nuevo Obispo de Roma se detuvo en oración ante la imagen de la advocación
de la “Salus Populi Romani”, en cuyo altar colocó un pequeño ramo de flores, como
un peregrino más.
Esa misma tarde a las cinco, en la Capilla Sixtina, el Santo
Padre presidió su primera Misa como Papa, junto a los Cardenales, con motivo de la
conclusión del Cónclave, después de lo cual visitará el Apartamento Papal.
“Cuando
caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo
sin la Cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes,
cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”.
Con este fuerte llamamiento
a edificar la Iglesia sobre la sangre de Jesús, pronunciado improvisando, el Papa
Francisco indicó el camino a sus hermanos cardenales en la misa "pro Ecclesia" celebrada
en la conclusión del Cónclave en la Capilla Sixtina. “Nosotros podemos caminar cuanto
queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa
no funciona. Nos convertíamos en una ONG asistencial, pero no en la Iglesia, esposa
del Señor. Vocación de la Iglesia es también edificar sobre la piedra angular que
es Cristo, para no ser como los niños que construyen castillos de arena en la playa.
Citando a Leon Bloy, el Papa Bergoglio recordó que “quien no reza al Señor, reza al
diablo”. Cuando no se confiesa a Jesucristo – concluyó – se confiesa la mundanidad
del demonio.
El viernes 15 de marzo, a las 11,00 de la mañana, en la Sala Clementina
del Palacio Apostólico, el Papa Francisco recibió en audiencia a todos los Cardenales,
electores y no electores a quienes, entre otras cosas, les dijo:
“No cedamos
jamás al pesimismo, a esa amargura que el diablo nos ofrece cada día. Tengamos la
firme certeza de que el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar y también
de buscar nuevos métodos de evangelización para llevar el Evangelio hasta los extremos
confines de la tierra”.
El Papa Francisco los exhortó a regresar a sus respectivas
sedes con todo el entusiasmo y la alegría de los días transcurridos en Roma. Acogido
por un caluroso aplauso, el Pontífice pasó revista de algunos momentos de estos días
llenos de eventos, agradeciendo a cuantos, cercanos y lejanos, le expresaron su solidaridad
y rezaron por él. Una vez más, recordó con afecto y gratitud a Benedicto XVI, sobre
todo por su humildad, su mansedumbre y su capacidad de tener la mirada siempre fija
en Cristo, muerto y resucitado por el bien de la humanidad, “presente y vivo en la
Eucaristía”.
A todos y a cada uno el Papa Francisco les dirigió un fuerte
estímulo a vivir y difundir la obra del Espíritu, que en las diversidades crea armonía
y unidad en la Iglesia. “Hermanos, fuerza – concluyó diciendo – la mitad de nosotros
está en la vejez: la vejez – me gusta decirlo así – es la sede de la sabiduría de
la vida. (…) Es el tiempo de la tranquilidad y de la oración. Y también de dar a los
jóvenes esta sabiduría”.
Producción de María Fernanda Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)
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