El Señor me llama a “subir al monte”, el Papa en el último ángelus de su pontificado
(RV).-(Con audio) Segundo domingo de Cuaresma. Mediodía en Roma. Cielo azul sobre
un mar humano congregado en la Plaza de San Pedro para rezar con Benedicto XVI en
el ultimo Ángelus de su pontificado. El Evangelio del día al centro de la reflexión
del Papa. “El tiempo cuaresmal nos enseña a disponer el tiempo justo a la oración
personal y comunitaria, dando así respiro a nuestra vida espiritual” meditó el Santo
Padre, enfatizando que “la oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones”,
como hubiese querido hacer Pedro sobre el monte Tabor. Reconociendo también que la
oración “conduce a la acción”, el Pontífice confesó: “Esta Palabra de Dios la siento
dirigida particularmente a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a ‘subir
al monte’, para dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa
abandonar la Iglesia, por el contrario, si Dios me pide esto, es justamente para que
yo pueda continuar sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con el que lo
he hecho hasta ahora, pero de una manera más adecuada a mi edad y a mis fuerzas”.
Al final de la alocución mariana Benedicto XVI agradeció en diferentes idiomas los
numerosos testimonios de afecto, cercanía y oraciones que le están llegado en estos
días de todas partes del mundo. (RC - RV)
Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, y a cuantos se unen a esta oración mariana a
través de los medios de comunicación, agradeciendo también tantos testimonios de cercanía
y oraciones que me han llegado en estos días. Jesús, nos dice el Evangelio de hoy,
subió al monte a orar, y entonces se trasfiguró, se llenó de luz y de gloria. Manifestaba
así quién era él verdaderamente, su íntima relación con Dios Padre. En el camino cuaresmal,
la Transfiguración es una muestra esperanzadora del destino final al que lleva el
misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Y también un signo
de la luz que nos inunda y transforma cuando rezamos con corazón sincero. Que la Santísima
Virgen María nos siga llevando de su mano hacia su divino Hijo. Muchas gracias,
y feliz domingo a todos.
Texto
completo de la alocución del Santo Padre a la hora del ángelus
Queridos hermanos
y hermanas:
En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos presenta siempre
el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas resalta de modo
particular el hecho de que Jesús se transfiguró mientras oraba: la suya es una experiencia
profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús
vive en un monte alto en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre
presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro (Lc 5, 10;
8, 51; 9, 28). El Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y resurrección
(9, 22), ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y también en la Transfiguración,
como en el bautismo, resuena la voz del Padre celestial: “Éste es mi Hijo, mi Elegido;
escúchenlo” (9, 35).
Además, la presencia de Moisés y Elías, que representan
la Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es sumamente significativa: toda la historia
de la Alianza está orientada hacia Él, hacia Cristo, quien realiza un nuevo “éxodo”
(9, 31), no hacia la tierra prometida como en tiempos de Moisés, sino hacia el Cielo.
La intervención de Pedro: “¡Maestro, qué bello es estar aquí!” (9, 33) representa
el intento imposible de demorar tal experiencia mística. Comenta san Agustín: “[Pedro]…
en el monte… tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Por qué habría tenido que descender
para regresar a las fatigas y a los dolores, mientras allá arriba estaba lleno de
sentimientos de santo amor hacia Dios que le inspiraban, por tanto, una santa conducta?”
(Discurso 78, 3).
Meditando este pasaje del Evangelio, podemos aprender
una enseñanza muy importante. Ante todo, la primacía de la oración, sin la cual todo
el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma aprendemos
a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da trascendencia a
nuestra vida espiritual. Además, la oración no es aislarse del mundo y de sus contradicciones,
como en el Tabor habría querido hacer Pedro, sino que la oración reconduce al camino,
a la acción. “La existencia cristiana – he escrito en el Mensaje para esta
Cuaresma – consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después
volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir
a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios ” (n. 3).
Queridos
hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo particular dirigida a
mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a “subir al monte”, a dedicarme
aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia,
es más, si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola
con la misma entrega y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo
más apto a mi edad y a mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María,
que ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la
caridad activa.