Dios brilla en cada hombre cuya vida acompaña el Señor
(RV).- La huella de Dios
brilla en el ser humano y el Señor acompaña cada instante de la vida humana. «El río
del tiempo. El Dios de la historia» y el Dios «verdaderamente necesario. El Mesías
de Dios», fueron las meditaciones ofrecidas a Benedicto XVI y sus colaboradores de
la Curia Romana, en los ejercicios espirituales de Cuaresma, este martes por la mañana,
mientras que, por la tarde, el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura,
Cardenal Gianfranco Ravasi se centró en el tema «También mi embrión han visto tus
ojos. Dios y el hombre», para luego concluir con la celebración de las Vísperas, la
Adoración y la Bendición Eucarística.
Buscar a Dios en lo cotidiano, no en
la naturaleza, sino en la historia de la humanidad, en la que irrumpe Jesucristo,
irradiación de lo eterno. En el cristianismo Dios se descubre en el hombre, que es
también Dios y se le percibe en el prójimo y en la sencillez de lo cotidiano:
«Por
ello, la criatura humana debe ser para nosotros objeto de atención constante, de
pasión y de amor. Pero nosotros los cristianos añadimos también el hecho de que el
mismo Hijo de Dios ha recorrido el itinerario de la concepción, de la gestación, del
nacimiento, del crecimiento y de la muerte».
Tras señalar las teofanías de
la Palabra, de la Creación y de la Liturgia, el Cardenal Ravasi evocó el Génesis:
«Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer»,
para luego poner de relieve que cuando el hombre y la mujer se aman y generan, prosiguen
la Creación y son imagen del Creador. Ya en el comienzo absoluto de la criatura humana,
en el embrión, que está en el vientre de la madre, está puesta la mirada de Dios:
«Dios
ya ve a esta criatura mínima, toda su historia, toda la secuencia de sus días futuros.
Ya ve los esplendores y miserias de esta criatura. Por ello – diría yo – la criatura
humana está, desde este comienzo absoluto, bajo la mirada de Dios, que se extiende
a lo largo de todo el itinerario de su existencia».
El hombre está llamado
a representar a su Soberano Supremo:
«Por lo tanto el hombre es así porque
tiene un mandato divino que debe custodiar, porque tiene un encargo divino, tiene
una alianza con Dios. Y ésta es la tarea que tiene en la tierra: representar a su
Señor»