(RV).- Recogemos en este espacio los puntos sobresalientes de la larga y entrañable
conversación, a modo de charla, que Benedicto XVI mantuvo el jueves, 14 de febrero,
con los sacerdotes de Roma, su diócesis. El Papa quiso hablar en este último encuentro
con sus párrocos, de los recuerdos del Concilio Vaticano II. Un discurso importante
que quedará en los anales del pontificado porque tiene los visos de testimonio espiritual,
siendo él entonces un joven presbítero, como muchos de los que le escucharon, en el
Aula Pablo VI, fascinados por su entretenida narración, histórica y profunda.
Discurso
de Benedicto XVI a los párrocos de Roma Cuaresma 2013
Nº 1
(audio)
Como quiere la tradición
el Papa se reunió este jueves con los párrocos de Roma al inicio de la Cuaresma. Un
abrazo emotivo de congoja y respeto antes de la próxima renuncia del Padre. Benedicto
XVI durante una hora, de manera improvisada y desenfadada, como el que cuenta algo
importante a sus hijos, habló de sus recuerdos y experiencia en el Concilio Vaticano
II, del que se cumplen 50 años de su inicio. Una experiencia que él mismo Pontífice
vivió en primera persona participando como joven teólogo de 1962 a 1965 y consultor
del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia.
La larga charla del Papa
con los Sacerdotes de Roma empezó con una anécdota. Siendo profesor de la Universidad
de Bonn en 1959, donde estudiaban los seminaristas de la diócesis de Colonia y otras
diócesis vecinas, Joseph Ratzinger conoció al arzobispo de Colonia, cardenal Frings.
El Cardenal Siri, de Génova, en preparación del Concilio había organizado en 1961
una serie de conferencias invitando a varios cardenales europeos, entre ellos el arzobispo
de Colonia que tuvo una conferencia con el título: El Concilio y el mundo del pensamiento
moderno. Cuenta el Papa que el cardenal le invitó a él -el más joven entre los
profesores- para que escribiera el proyecto. Le gustó tanto que lo envió a Génova
tal como lo había escrito su colaborador.
Al poco tiempo, el Papa Juan XXIII,
artífice del Concilio, llamó al arzobispo de Colonia. El cardenal Frings estaba lleno
de temor tal vez por haber dicho alguna cosa incorrecta, o falsa, y temía una reprimenda.
“El Papa -pensó- quizá quiere quitarme la púrpura”. (risas de los sacerdotes).
Cuando
el Papa Juan lo encontró lo abrazó diciéndole: "Gracias, Eminencia, usted ha dicho
las cosas que yo quería decir, pero no había encontrado las palabras". Así, el cardenal
supo que estaba en el camino correcto y me invitó a ir con él al Concilio. Primero
como experto, luego como perito oficial del Concilio. (ER - RV)
Nº 2
(audio)
En su apasionado relato
a los sacerdotes de Roma, el Papa cuenta que fue al Concilio con alegría, con entusiasmo.
Había una expectativa increíble. “Teníamos la esperanza de que todo iba a renovarse,
que era realmente un nuevo Pentecostés, una nueva era de la Iglesia”. La Iglesia
en aquella época, recuerda el Papa, era todavía bastante fuerte, la práctica dominical
alta, pero las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa empezaban a menguar,
aunque eran suficientes. Sin embargo, se sentía que no se iba hacia adelante, que
se estaba reduciendo…parecía más bien una realidad del pasado, y no una proyección
del futuro. Y por ello, en aquel momento esperamos que la situación cambiara,
se renovara, y que la Iglesia fuera de nuevo una fuerza del hoy y del mañana. El encuentro
de la Iglesia con el mundo moderno, reconoce el Papa en su relato, no fue de los mejores,
empezando con “el error en el caso de Galileo. Se pensó en corregir este inicio equivocado,
encontrar de nuevo las mejores fuerzas en el mundo, para abrir el futuro de la humanidad,
para abrir el mundo al progreso real.
Llenos de esperanza, entusiasmo, y voluntad
nos pusimos a trabajar. Y recuerda Benedicto XVI que un modelo negativo para ellos
era el Sínodo Romano. “Se dijo -no sé si esto, explica el Papa - que los miembros
del Sínodo habían leído los textos preparados en la Basílica de San Juan, y los habían
aprobado, aplaudiendo sin intervenir. “Nosotros no vamos a hacer lo mismo” dijeron
los padres conciliares. No queremos sólo aprobar lo que se ha hecho, sino ser nosotros
el sujeto, los portadores del Concilio. Así, incluso el cardenal Frings, que era famoso
por la fidelidad absoluta, casi meticulosa, al Santo Padre, dijo: El Papa nos ha convocado
como sus consejeros del Concilio Ecuménico para renovar la Iglesia, ésta es nuestra
función, la vamos a cumplir. (ER-RV)
nº3
(audio) En su testimonio sobre
el Concilio, el Santo Padre contó a los sacerdotes de Roma que ya desde el primer
momento hubo en aquella Asamblea mundial una postura de querer hacer bien las cosas.
Y esto se vio desde el primer día, en la elección de las Comisiones. Habían sido ya
preparadas para votar las listas. Pero los padres conciliares se opusieron: “no queremos
votar listas cerradas. Antes queremos conocernos y después preparar nosotros mismos
las listas”. Y así se hizo. Los Cardenales Liénart de Lille y Frings de Colonia habían
dicho públicamente: “así no. Queremos hacer nuestras lista y elegir a nuestros candidatos”.
Comenzó
así una fuerte actividad y empezamos a conocernos entre sí. El joven Joseph Ratzinger
conoció a cardenales de todo el mundo. “Me acuerdo -dijo- de la figura delgada y esbelta
de Mons. Etchegaray, que era Secretario de la Conferencia Episcopal Francesa, me acuerdo
de los encuentros con otros Cardenales. Durante todo el Concilio hubo pequeñas reuniones
transversales. Así conocí a grandes figuras como el Padre de Lubac, Daniélou, Congar,
ect. Conocimos asimismo a muchos obispos, me acuerdo especialmente Elchinger, el de
Estrasburgo. Fue una experiencia de la universalidad de la Iglesia y de la realidad
concreta de la Iglesia, que no siempre se limita a recibir los imperativos de lo alto,
sino que crece y avanza en conjunto, bajo la dirección - por supuesto - del Sucesor
de Pedro”.
Testimonio del Concilio Discurso de Benedicto XVI a los párrocos
de Roma Cuaresma 2013 (ER -RV)
nº4
(audio) (…) Benedicto XVI en
su detallado testamento sobre el Concilio recuerda al clero de Roma que había “grandes
expectativas, nunca se había realizado un Concilio de aquellas dimensiones, y no todos
sabían lo que se tenía que hacer. Los más preparados (recuerda el Papa) los que tenían
las ideas más claras eran el episcopado francés, alemán, belga y holandés: la llamada
"alianza renana". Y, en la primera parte del Concilio fueron ellos los que sugirieron
el camino a seguir. Luego, rápidamente se amplió la actividad y todos participaron
cada vez más en la creatividad del Concilio. Franceses y alemanes tenían muchos intereses
en común, aunque con matices diferentes.
(…) La primera, inicial y simple
intención – aparentemente simple- fue la reforma de la liturgia, que había empezado
ya con el Papa Pío XII, que había reformado la Semana Santa; la segunda fue la eclesiología;
la tercera intención: la Palabra de Dios, la Revelación; y por último, también el
ecumenismo. Los franceses, mucho más que los alemanes, tenían además el problema
de tratar el estado de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. (ER - RV)
nº5
(audio)
En su larga conversación
con el clero de Roma, el Papa recordaba que el Concilio se empezó con el primer tema,
que fue: la reforma de la liturgia. (…) “Después de la Primera Guerra Mundial,
creció en Europa Central y Occidental, el movimiento litúrgico: un redescubrimiento
de la riqueza y la profundidad de la liturgia, que no recogía el Misal Romano del
sacerdote. Los fieles rezaban con libros de oración simples, hechos más a su medida,
oraciones que trataban de traducir el alto contenido del lenguaje de la liturgia clásica,
con palabras más emotivas, más cercanas al corazón de la gente.
(…) Eran casi
dos liturgias paralelas: el sacerdote con los monaguillos, que celebraba la Misa según
el Misal; y los laicos, que rezaban en la misa, con sus libros de oración. Se volvió
a descubrir, así la belleza, la profundidad, la riqueza histórica, humana, espiritual
del Misal, y la necesidad de que no fuera solo un monaguillo el que dijera: "Et cum
spiritu tuo", etc, sino que se estableciera realmente un diálogo entre el sacerdote
y el pueblo, que realmente la liturgia del altar y la liturgia de la gente fueran
una única liturgia, una participación activa para que su riqueza llegara a los fieles…
y así se redescubrió y renovó la liturgia. (ER RV)
nº6
(audio) Dejamos la charla de
Benedicto XVI a los párrocos de Roma, hablando de la reforma conciliar de liturgia:
(…)
Io trovo adesso, retrospettivamente, che è stato molto buono cominciare con la liturgia,
così appare il primato di Dio, il primato dell’adorazione
Y dice el Papa que
ahora, en retrospectiva, le parece que fue una buena idea empezar por la liturgia,
porque así aparecía el primado de Dios, el primado de la adoración: "Operi Dei nihil
praeponatur", (no se anteponga nada a la obra de Dios). Esta frase de la Regla de
San Benito aparece como la regla suprema del Concilio, afirma el Pontífice.
Algunos
criticaron al Concilio porque hablaba de muchas cosas, pero no de Dios. En cambio,
“hablar de Dios” fue el primer acto y sustancial tema: hablar de Dios y abrirlo al
mundo, a todo el pueblo santo: la adoración de Dios, en la común celebración de la
liturgia del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En este sentido, más allá de los factores
prácticos, que desaconsejaban comenzar de inmediato con temas polémicos, fue realmente,
podríamos decir, un acto de la Providencia que empezáramos el Concilio con la liturgia,
con la adoración a Dios.
(…) No quisiera entrar en detalles de discusión,
pero vale la pena siempre volver, además de las aplicaciones prácticas, al propio
Concilio, a su profundidad y a sus ideas esenciales. Para Benedicto XVI hay distintos
puntos esenciales: sobre todo el Misterio pascual, como centro del ser cristiano y
por lo tanto de la vida cristiana, del año, de la época cristiana, expresado en el
tiempo Pascual y en el domingo que es siempre el día de la Resurrección. Una y otra
vez comenzamos nuestro tiempo con la Resurrección, con el encuentro con el Resucitado,
y del encuentro con el Resucitado vamos caminamos por el mundo. (ER RV)
nº
7
(audio) El misterio pascual
de la jornada del Domingo era el tema que Benedicto XVI introdujo en el último capítulo
de su larga charla al clero de Roma que hoy proseguimos:
(…) In questo senso,
è un peccato che oggi si sia trasformata la domenica in fine settimana, mentre è la
prima giornata, è l’inizio
En este sentido, (dice el Papa) es una pena que
hoy el domingo se haya transformado en el fin de semana, mientras es el primer día,
el principio. Interiormente, tenemos que tener presente que es el inicio de la Creación,
el inicio de la recreación de la Iglesia, el encuentro con el Creador y con Cristo
resucitado. Y este contenido dúplice del domingo es importante: es el primer día,
es decir, la fiesta de la Creación, nosotros estamos en la base de la Creación, creemos
en el Dios Creador; y es también el encuentro con Cristo resucitado, que renueva la
Creación; su verdadero objetivo es crear un mundo que es una respuesta al amor de
Dios.
(…) Poi erano i principi l’intelligibilità
Hablando de la lengua
vernácula, introducida en la liturgia por el Concilio, el Santo Padre hace notar que
“tenía dos principios importantes: el de la inteligibilidad (en lugar de estar encerrada
en un idioma no conocido y no hablado), y también el de la participación activa. Por
desgracia, estos principios fueron mal entendidos. La inteligibilidad (dice el Papa)
no quiere decir trivialidad, ya que los grandes textos de la liturgia -aun si está
escritos, gracias a Dios, en la lengua materna - no son fáciles de entender, necesitan
una formación permanente del cristiano, para que crezca y entre más profundamente
en el misterio, y así se pueda comprender. Y también la palabra de Dios -si pienso
en la lectura diaria del Antiguo Testamento, o en la lectura de las epístolas paulinas,
o en los Evangelios: ¿quién puede decir que lo entiende a la primera sólo porque está
en su propio idioma? Sólo la formación continua del corazón y de la mente realmente
puede crear la inteligibilidad y una participación, que es más que una actividad externa:
es un entrar en la persona, en mi ser, en la comunión de la Iglesia, y así en la comunión
con Cristo. (ER RV)
nº 8
(audio) Tras el tema de la
liturgia, Benedicto XVI continuó su charla con los sacerdotes de Roma hablando del
segundo tema: la Iglesia.
(…) Sappiamo che il Concilio Vaticano I era stato
interrotto a causa della guerra tedesco-francese e così è rimasto con una unilateralità,
con un frammento, perché la dottrina sul primato -
El Papa cuenta que el Concilio
Vaticano I fue interrumpido por la guerra franco-alemana y se quedó con un solo fragmento:
la doctrina sobre el primado -que fue definida, gracias a Dios, en aquel momento histórico
para la Iglesia y era muy necesaria- pero fue sólo un elemento de una eclesiología
mucho más vasta, prevista y ya preparada. Pero al quedar del Concilio solo un fragmento
de un gran proyecto, daba la impresión de unilateralidad. Pareciera que la Iglesia
fuese solo primado de Pedro.
Así pues, desde el principio hubo la intención
de completar la eclesiología del Concilio Vaticano I. Aquí, también, las condiciones
parecían muy buenas porque, después de la Primera Guerra Mundial, había renacido el
espíritu para construir la Iglesia de una manera nueva. El Papa recuerda las palabras
del presbítero y teólogo italiano Romano Guardini: "las almas empiezan a despertar
a la Iglesia", y un obispo protestante habló del "siglo de la Iglesia". Se encontró,
por encima de todo, el concepto, ya previsto en el Vaticano I, del “Cuerpo Místico
de Cristo”. Se quería decir y entender que la Iglesia no es sí, una organización estructurada
legal e institucional, pero sobre todo es un organismo, una realidad viva, que entra
en mi alma, para que yo mismo, con mi propia alma de creyente, sea un elemento constructivo
de la Iglesia como tal. Y en este sentido, Pío XII escribió la encíclica Mystici Corporis
Christi, como un paso hacia la realización del Concilio Vaticano I.
(…) Direi
che la discussione teologica degli anni ’30-’40, anche ’20, era completamente sotto
questo segno della parola “Mystici Corporis”.
Dice Benedicto XVI que la discusión
teológica de los 30-40, incluso de los años 20 años, estaba completamente bajo el
signo de la palabra "cuerpo místico". Fue un descubrimiento que creó mucha alegría
en aquel tiempo y en este contexto creció la fórmula: “Nosotros somos la Iglesia”:
nosotros los cristianos, todos juntos, somos el Cuerpo vivo de la Iglesia. Y, por
supuesto, esto es cierto en el sentido de que el verdadero "nosotros" de los creyentes,
junto con el "yo" de Cristo, es la Iglesia. Y este “nosotros somos Iglesia” requiere
mi inclusión en el gran "nosotros" de los creyentes de todos los tiempos y lugares. (ER
RV)