Benedicto XVI se despide del clero de Roma: estaré siempre con vosotros a través de
la oración
(RV).-(Con audio) Como quiere la tradición
al inicio de la Cuaresma, Benedicto XVI se reunió esta mañana a las once y media con
los sacerdotes y párrocos de la diócesis de Roma, la diócesis de Papa, en un abrazo
profundo de despedida pastoral. Un abrazo emotivo, lleno sentimiento paterno-filial.
Todo el clero de la diócesis de Roma, encabezado por el cardenal Vicario, Agostino
Vallini y los obispos auxiliares, antes en la plaza de san Pedro, se reunieron junto
al obelisco, para entrar en procesión a la Basílica Vaticana. Y allí, ante el Altar
de la Cátedra de Pedro, rezando el Credo en el Año de la Fe, han hecho profesión de
fe.
Terminada la reflexión, los presbíteros han salido por la Puerta de la
Oración de la basílica vaticana para entrar en el Aula Pablo VI. Se ha escogido este
lugar para acoger, esta vez a más personas deseosas de participar en estos últimos
actos con el Pastor de Roma. El Vicario Cardenal Vallini ha dirigido unas palabras
al Pontífice en las que ha expresado el estado de ánimo en el que se encuentran sus
amados hijos: “tristeza y respeto; admiración y congoja; afecto y orgullo ante la
decisión de la renuncia al Pontificado. En todo ello, ha dicho el Purpurado, adoramos
la voluntad de Dios y acogemos de su amada persona la enseñanza de cómo se ama y se
sirve a Cristo en la Iglesia”.
Los centenares de sacerdotes acogieron
con aplausos y vivas al Papa que se mezclaron con el canto Tu es Petrus y otras muestras
de cariño y afecto. El Santo Padre dirigió al Clero de Roma unas palabras, esta vez
improvisadas, en las que habló de su experiencia en el Concilio Vaticano II. Antes
les saludó con gran afecto paternal.
"Es para mí un don particular de
la providencia que antes de dejar el Ministerio Petrino pueda ver aún a mi clero,
el clero de Roma. Es siempre una gran alegría ver como la Iglesia vive y como en Roma
la Iglesia está viva. Es un clero realmente católico, universal, y esto responde a
la esencia de la Iglesia de Roma, de llevar en sí la universalidad, la catolicidad,
de todas las gentes, de todas las razas y culturas".
Benedicto XVI, con
muchas ganas de hablar, en una charla entretenida, desenfadada y a veces divertida
(los sacerdotes han reído en varias ocasiones ante las ocurrencias del Pontífice)
ha evocado el entusiasmo, la alegría, los momentos culminantes del Concilio Vaticano
II, que él vivió, como joven teólogo y colaborador del cardenal de Colonia.
El
Papa ha contado a sus párrocos el fervor de aquellos meses, la pasión, la gran actividad
de los padres conciliares que esperaban que todo se renovara en un nuevo Pentecostés.
Un detallado álbum de la inmensa y trascendental agenda conciliar y de sus ideas esenciales,
salpicado todo ello de recuerdos personales y algunas anécdotas, que revolucionaron
el mundo católico y que levantaron grandes expectativas para el futuro de la Iglesia.
"Esperemos
que el Señor nos ayude: yo, retirado con mi oración, estaré siempre con vosotros.
Y juntos vayamos adelante con el Señor, en la certeza de que el Señor vence".