(RV).- (Con Audio) Honduras celebra a Nuestra Señora de Suyapa. En 1925 Pío XII declaró
a Nuestra Señora de Suyapa Patrona de la República de Honduras, y se escogió el 3
de febrero como el día de la celebración patronal, con misa y oficio propios.
La
entrevista es de Luz Erika Limachi (Audio):
El Santuario
de Santa María de Suyapa recibió la visita de Juan Pablo II en 1983, en el marco del
Viaje apostólico a Portugal (II), Costa Rica, Nicaragua (I), Panamá, El Salvador (I),
Guatemala (I), Honduras, Belice, Haití, del 2 al 10 de marzo de 1983.
Les
ofrecemos extractos de la homilía de Juan Pablo II durante la Santa misa en el Santuario
de Nuestra Señora de Suyapa,Tegucigalpa, el 8 de marzo de 1983:
“Un mismo nombre,
María, modulado con diversas advocaciones, invocado con las mismas oraciones, pronunciado
con idéntico amor. En Panamá se la invoca con el nombre de la Asunción; en Costa Rica,
Nuestra Señora de los Ángeles; en Nicaragua, la Purísima; en El Salvador se la invoca
como Reina de la Paz; en Guatemala se venera su Asunción gloriosa; Belice ha sido
consagrada a la Madre de Guadalupe y Haití venera a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Aquí, el nombre de la Virgen de Suyapa tiene sabor de misericordia por parte de María
y de reconocimiento de sus favores por parte del pueblo hondureño.
Con esta
esperanza, como signo de compromiso filial por parte de todos y como manifestación
de la confianza que hemos depositado en María, Madre y Modelo, quiero dirigir a la
Virgen nuestra Señora esta plegaria de ofrecimiento de todos los pueblos de América
Central que he visitado en mi viaje apostólico:
Ave, llena de gracia, bendita
entre las mujeres, Madre de Dios y Madre nuestra, Santa Virgen María.
Peregrino
por los países de América Central, llego a este santuario de Suyapa para poner bajo
tu amparo a todos los hijos de estas naciones hermanas, renovando la confesión de
nuestra fe, la esperanza ilimitada que hemos puesto en tu protección, el amor filial
hacia ti, que Cristo mismo nos ha mandado.
Creemos que eres la Madre de Cristo,
Dios hecho hombre, y la Madre de los discípulos de Jesús. Esperamos poseer contigo
la bienaventuranza eterna de la que eres prenda y anticipación en tu Asunción gloriosa.
Te amamos porque eres Madre misericordiosa, siempre compasiva y clemente, llena de
piedad.
Te encomiendo todos los países de esta área geográfica. Haz que conserven,
como el tesoro más precioso, la fe en Jesucristo, el amor a ti, la fidelidad a la
Iglesia.
Ayúdales a conseguir, por caminos pacíficos, el cese de tantas injusticias,
el compromiso en favor del que más sufre, el respeto y promoción de la dignidad humana
y espiritual de todos sus hijos.
Tú que eres la Madre de la paz, haz que cesen
las luchas, que acaben para siempre los odios, que no se reiteren las muertes violentas.
Tú que eres Madre, enjuga las lágrimas de los que lloran, de los que han perdido a
sus seres queridos, de los exiliados y lejanos de su hogar; haz que quienes pueden,
procuren el pan de cada día, la cultura, el trabajo digno.
Bendice a los Pastores
de la Iglesia, a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos y religiosas, a
los seminaristas, catequistas, laicos apóstoles y delegados de la Palabra. Que con
su testimonio de fe y de amor sean constructores de esa Iglesia de la que tú eres
Madre.
Bendice a las familias, para que sean hogares cristianos donde se respete
la vida que nace, la fidelidad del matrimonio, la educación integral de los hijos,
abierta a la consagración a Dios. Te encomiendo los valores de los jóvenes de estos
pueblos; haz que encuentren en Cristo el modelo de entrega generosa a los demás; fomenta
en sus corazones el deseo de una consagración total al servicio del Evangelio.
Al
renovar nuestra entrega de amor a ti, Madre y Modelo, queremos comprometernos, como
tú te comprometiste con Dios, a ser fieles a la Palabra que da la vida.
Queremos
pasar del pecado a la gracia, de la esclavitud a la verdadera libertad en Cristo,
de la injusticia que margina a la justicia que dignifica, de la insensibilidad a la
solidaridad con quien más sufre, del odio al amor, de la guerra que tanta destrucción
ha sembrado, a una paz que renueve y haga florecer vuestras tierras.
Señora
de América, Virgen pobre y sencilla, Madre amable y bondadosa, tú que eres motivo
de esperanza y de consuelo, ven con nosotros a caminar, para que juntos alcancemos
la libertad verdadera en el Espíritu que te cubrió con su sombra;. en Cristo que nació
de tus entrañas maternas; en el Padre que te amó y te eligió como primicia de la nueva
humanidad. Amén.