(RV).- (Con Audio) En nuestro espacio semanal “En el Espíritu de Aparecida”, el padre
Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela (Argentina), actualmente rector del Colegio
Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, continúa desarrollando temáticas relacionadas
con la nueva Evangelización.
Escuchemos el programa de esta
semana (Audio):
Toda
la Iglesia, animada por el Espíritu Santo, es el agente responsable de la nueva evangelización
Quiero
destacar y presentar algunos núcleos de temas, que aportan a la comprensión de la
nueva evangelización, y motivan a seguir profundizándola en una perspectiva integradora
y dinámica. La Iglesia recibe la responsabilidad evangelizadora de Jesús, el primero
y más grande evangelizador (EN 7), enviado por el Padre a desarrollar su designio
de salvación de los hombres. Él por la donación del Espíritu Santo en un Pentecostés
permanente anima a su Iglesia (cf. EN 75) a continuar en su nombre esta misión hasta
el día que el Señor Jesús vuelva en su gloria a llevar a su término la historia (cf.
Hch 1,8-11). La evangelización dio sentido a la manifestación del misterio de
Jesús desplegado durante su vida terrena. Siguiendo sus huellas, el Pueblo de Dios
ha profundizado la autoconciencia de su ser y de su misión: existe para evangelizar
renovadamente a los hombres (cf. EN 14). Ésta es una responsabilidad que no se circunscribe
a los pastores, sino que le corresponde a toda la Iglesia, a todos los bautizados
guiados por sus obispos (cf. EN 59-60), que en su peregrinación terrena buscan escuchar
y discernir en la historia los signos de Dios, y, servir a los pueblos que luchan
por desarrollar sus propias culturas. Me parece oportuno destacar la figura de
la diócesis como la realización particular o local de la Iglesia y de su misión evangelizadora
entre los pueblos, sus culturas y sus proyectos de un destino histórico.
Es una presentación que, a mi entender, durante el último Sínodo no se ha explicitado
convenientemente. Afirmo que por la acción de la Iglesia diocesana el Evangelio se
hace presente a los hombres concretos, en un ámbito humano particular, y les ofrece
la opción de creer en Jesucristo e integrarse en su comunidad de salvación. La
revalorización del Episcopado y de las Iglesias particulares es uno de los aportes
renovadores del modo de comprender a la Iglesia del Concilio Vaticano II (cf. LG 13,23;
CD 11; AG 22, etc.). Se trata, de un aspecto del proceso de “vuelta a la fuentes”
del cristianismo, en este caso, a la vida de las comunidades apostólicas. Se hizo
clásica la afirmación sobre las “Iglesias particulares... en las cuales y en base
de las cuales se constituye la Iglesia católica, una y única” (LG 23). Aparecida,
al presentar “La comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia” enseña que:
“La diócesis, presidida por el obispo, es el primer ámbito de la comunión
y de la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada
y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones
se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio”
(DA 169).
Esto es una llamada a que todos los bautizados clarifiquen su pertenencia
a la comunidad diocesana, y busquen aportar a la realización del proyecto de comunión
y de misión que conduce el obispo, acompañado por los sacerdotes y los agentes pastorales
para que la vida de Cristo llegue a los hermanos del propio territorio.