Es una historia
real: Angélica y Ricardo con un tiempo suficiente de estar de novios decidieron casarse.
-¡Cómo se van a casar si tienen un trabajo precario y tampoco tienen casa donde vivir!
se escandalizaron algunos. -¡Nos amamos y queremos formar una familia aunque no tengamos
mas que el amor! respondían al unísono Angélica y Ricardo.
Cuando el grupo
de oración de Angélica se enteró que solo pasarían por la iglesia, porque no tenían
dinero para fiesta, reaccionaron haciéndose cargo de la fiesta. Y soy testigo de que
fue una fiesta muy sencilla pero hermosa, iluminada con el resplandor de la alegría
que generan la amistad y el amor. ¿De qué sirve que en un casamiento o un matrimonio
no falte nada material si falta el amor? Sólo si hay amor hay alegría y fiesta.
Unos
10 años después Angélica y Ricardo están económicamente apenas un poquito mejor, pero
el amor les ha crecido dos lindos hijos y por tanto ha crecido la felicidad. Ahora
son cuatro los que se aman como familia.
Los amigos agradecemos a Angélica
y Ricardo el testimonio de coraje y valentía, la humildad y la confianza en Dios con
la que nos muestran aún hoy, que la riqueza más grande es el amor. Y que no hay que
devaluarlo nunca poniéndolo en la balanza de la economía.
A cielo abierto Así
afirma el testigo: “El cielo se abrió”. En el bautismo de Jesús en el Jordán, el cielo
se abrió, descendió sobre Jesús el Espíritu. Y desde ese momento el cielo continúa
abierto en la persona de Jesús de Nazaret, a través del cual desciende sobre nosotros
la vida en el Espíritu de Amor, abundante, inagotable. La carne del Hijo de Dios;
sus manos, sus ojos, su corazón, son el marco de la ventana o la puerta que se abre
al cielo. Allí donde Jesús es convocado, recibido; allí donde Jesús se hace presente,
hay abundancia de la vida en el Espíritu de Amor que nos cura del mal y nos llena
de la Vida de Dios.
Así sucedió en Cana de Galilea: unos novios pobres invitan
a Jesús y a su madre a las bodas y con esta invitación ellos abren esta puerta a la
abundancia la vida en el Espíritu de Amor. Sucede también hoy en matrimonios y familias
que invitan a Jesús a vivir con ellos.
Del Evangelio según san Juan
(Cap. 2,1-11)
En aquel tiempo hubo unas bodas en Cana de Galilea, y la
madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como
faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer,
¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo
a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». Había allí seis tinajas de piedra
destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros
cada una. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron
hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete».
Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino… llamó al esposo y les
dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae
el de inferior calidad. Tú has guardado el buen vino hasta este momento». ..
Invitaron
a Jesús. El aceptó y bendijo abundantemente la familia
Jesús acepta la
invitación y llena ese matrimonio, esa familia con la alegría del Espíritu de Amor.
Si aún no has invitado a Jesús a tu familia no tendrás en tu familia la verdadera
fiesta del amor sin fin… Mucho más hoy, que por los fracasos de muchos matrimonios,
por la precariedad o falta de trabajo y casa donde vivir, los jóvenes no se animan
a afrontar un matrimonio, una familia. Por eso está el sacramento católico del matrimonio,
porque sin Jesús, por más que tengamos materialmente todo, faltará la alegría de l
fiesta del amor sin fin.
Jesús ofrece la vida plena, pero respeta nuestra libertad.
Por eso, tenemos que poner de nuestra parte; tenemos que aceptar y recibir a Jesús
libre y concientemente. Y vivir como Jesús nos pide.
Esto me mueve a invitar
a Jesús a mi casa, a mi familia. Sí invitemos a Jesús a nuestra casa, somos materialmente
pobres, pero tener con nosotros a Jesús será nuestra mayor riqueza, nuestra fuerza
más grande ante las pruebas de la vida.