(RV).- (Con audio) Mañana el Santo Padre
celebrará el acostumbrado encuentro de principio de año con el Cuerpo diplomático
acreditado ante la Santa Sede, que pone de manifiesto que la diplomacia vaticana está
al servicio del hombre.
Y a las 16,00, hora de Roma, desde el estudio 3 de
nuestra emisora, RV se transmitirá en audio y vídeo el debate, en lengua inglesa,
entre cuatro embajadores que representan diversos Continentes. Se trata de los representantes
diplomáticos de Suecia, Ulla Gudmundson, de Australia, John McCarthy, de Filipinas,
Mercedes A. Tuason y de Reino Unido, Nigel Backer, sobre el discurso que por la mañana
Benedicto XVI les dirigirá.
De modo que invitamos a nuestra audiencia a seguir
este debate por el canal de www.youtube.com/radiovaticanavideo.
Actualmente,
la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas plenas con 179 Estados y está presente,
además, en numerosas Organizaciones internacionales, comenzando por la ONU, donde
es un “Estado Observador”.
Sobre la importancia de la diplomacia vaticana,
ante todo al servicio de la paz, nuestro colega Alessandro Gisotti conversó con el
historiador de la Universidad católica de Milán, Agostino Giovagnoli, quien entre
otras cosas afirma que ciertamente este elevado número de Estados que quieren mantener
relaciones con el Estado más pequeño del mundo es muy significativo por el prestigio
moral del que goza la Santa Sede y naturalmente el Santo Padre, en especial.
Por
esta razón afirma que, en su opinión, se trata del punto de llegada de una laga historia.
Una historia que comenzó en la edad moderna, cuando la figura del Papa ha sido definida
cada vez más frecuentemente como la figura del “padre común”: padre común porque se
interesa por el destino de todos los pueblos y no del de algunos contra otros. Y precisamente
sobre la figura del padre común se comenzó a desarrollar esa diplomacia de la Santa
Sede que ha sido desde sus orígenes, una diplomacia de paz.
Porque como explica
el profesor Giovagnoli, el Papa intervenía en las luchas entre los Estados para tratar
de favorecer la paz. Este papel se fue ampliando después cuando el Papado perdió su
poder temporal, y desde este punto de vista se convirtió en una gran ventaja, puesto
que, paradójicamente, la pérdida del poder temporal acrecentó mucho el prestigio moral
del Papa. Por tanto, también esta diplomacia es especial, ya que no está en defensa
de intereses políticos y económicos de un Estado, sino en realidad, del interés del
mundo entero, de lo que se deduce su originalidad.
Ciertamente prosigue el
profesor Giovagnoli las representaciones diplomáticas de la Santa Sede también son
presencias que sostienen la realidad de la Iglesia católica en los diversos países.
De modo que su función es mucho más amplia. De hecho, no es casual que extienda a
terrenos como la salud, las iniciativas sociales o la paz. Y todo esto en armonía
con la convicción de que hay una relación muy fuerte entre la Iglesia católica, que
de por sí es, precisamente, “católica”, o sea universal, y la que el Magisterio de
los Papas en el siglo XX, pero no sólo, ha definido en numerosas ocasiones “la familia
humana”, como si fuera un empeño directo de la Santa Sede sostener a la familia humana
en sus diversas articulaciones. Lo que advierten muy bien los pueblos que, en este
sentido, aprecian de modo particular esta diplomacia.
Por otra parte, el historiador
Giovagnoli explica que la calificación de “Observador” parecía inicialmente reductiva.
Pero en realidad, hoy, también desde el punto de vista de la Santa Sede, esta calificación
es muy ventajosa porque permite a la Santa Sede intervenir sobre muchas cuestiones
importantes en los organismos internacional sin tener que asumirse responsabilidades
impropias como podrían ser o como son a veces las responsabilidades, por ejemplo,
de las Naciones Unidas con respecto a las intervenciones militares.
En este
sentido, añade, se evidencia aún más, el papel de paz que desarrolla esta diplomacia.
En
cuanto al hecho de que son 179 los países con los que la Santa Sede mantiene relaciones
diplomáticas –si bien falta la República Popular China–, el profesor Giovagnoli explica
que es una novedad que recientemente, en su mensaje Urbi et orbi de Navidad, el Papa
haya dirigido sus felicitaciones a la nueva leadership china. Porque generalmente,
los Pontífices en los últimos decenios se han dirigido a los católicos en China, y
también al pueblo chino, pero no se registran mensajes directos a la dirigencia, a
las autoridades de la República Popular China, tanto más en un momento tan importante
como el del mensaje Urbi et orbi.
Y añade que no se trata de un hecho aislado,
puesto que hace algunos meses, el Cardenal Filoni ha escrito un artículo sobre la
oportunidad de las relaciones directas entre la Santa Sede y el gobierno chino, al
menos en vía preliminar. También en este ámbito, explica, se asiste a una “ofensiva
diplomática de la Santa Sede” y del mismo Papa, ofensiva naturalmente en sentido bueno,
para desarrollar también en esta dirección las relaciones de recíproco respeto y de
colaboración.