Al Servicio del Evangelio de la Familia, con el Papa
(RV).- Los Obispos de Nicaragua,
«con la alegría de dar culto a Dios predicando el Evangelio de su Hijo», se aúnan
al anhelo de Benedicto XVI al servicio de la Familia, esperanza para la humanidad,
a la luz de la fe, con una mirada a la realidad nicaragüense y una exhortación pastoral.
Con un mensaje a las familias nicaragüenses, a todo el pueblo de Dios y a
los hombres y mujeres de buena voluntad, los obispos en esta nación centroamericana,
ofrecen algunas reflexiones sobre el sentido cristiano de la familia, alentados por
la multitud de niños, los ideales de los jóvenes y el heroísmo de muchas de familias
que, a pesar de las crecientes dificultades que afrontan, siguen siendo fieles al
amor, valoran la fidelidad conyugal y se esfuerzan en educar a sus hijos según la
fe y la moral de la Iglesia.
Tras hacer hincapié en el sacramento del matrimonio
entre un varón y una mujer, la Conferencia Episcopal de Nicaragua se dirige también
a la comunidad política que «no debe olvidar que tiene el deber de proteger a la
familia, «asegurándole la libertad de fundar un hogar, de tener hijos y de educarlos
de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas y la protección de la
estabilidad del vínculo conyugal y de la institución familiar» (Catecismo de la Iglesia
Católica, 2211).
Y al concluir su denso mensaje, los prelados nicaragüenses
desean poner a todas las familias bajo la protección e intercesión de la Sagrada
Familia de Nazaret y escriben: «Que nuestras familias sean auténticas “iglesias domésticas”,
en las que se acoja y defienda, se eduque y se promueva la vida. Que nuestras familias
sean también auténticos focos misioneros que difundan en la sociedad la verdad de
la fe y el gozo de creer. Que nuestras familias, sean escuelas de comunión y promotoras
de los grandes valores humanos y religiosos, asegurando un futuro de justicia y de
paz para nuestro país. ¡Que María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, viva en el
corazón de nuestras familias, confiriendo alma y ternura a la convivencia familiar!»
El documento lleva la fecha del 30 de diciembre de 2012 Fiesta de la Sagrada
Familia. Y ese día Benedicto XVI, destacó con estas palabras que la familia es esperanza
firme para toda la humanidad:
«Que Jesús, María y José sean un ejemplo de la
fe que hace brillar el amor y fortalece la vida de los hogares. Por su intercesión,
pidamos que la familia siga siendo un don precioso para cada uno de sus miembros y
una esperanza firme para toda la humanidad. Y que el júbilo de compartir la vida al
amparo de Dios, que aprendimos de niños de labios de nuestros padres, nos impulse
a hacer del mundo un verdadero hogar, un espacio de concordia, solidaridad y respeto
mutuo. Con ese propósito, acudimos a María, nuestra Madre del cielo, para que acompañe
a las familias en su vocación de ser una forma entrañable de iglesia doméstica y célula
originaria de la sociedad».
(CdM - RV)
Mensaje completo de los Obispos
de Nicaragua:
A las familias nicaragüenses, a todo el pueblo de Dios
y a los hombres y mujeres de buena voluntad:
AL SERVICIO DEL EVANGELIO DE LA
FAMILIA
1. Los Obispos de Nicaragua, con la alegría de dar culto a Dios predicando
el Evangelio de su Hijo (cf. Rom 1,9), deseamos ofrecerles algunas reflexiones sobre
el sentido cristiano de la familia y su situación en la actual sociedad nicaragüense.
Al escribir este mensaje nos alienta la multitud de nuestros niños, los ideales de
nuestros jóvenes y el heroísmo de muchas de nuestras familias que, a pesar de las
crecientes dificultades que afrontan, siguen siendo fieles al amor, valoran la fidelidad
conyugal y se esfuerzan en educar a sus hijos según la fe y la moral de la Iglesia.
LA
FAMILIA A LA LUZ DE LA FE
2. Ante todo volvemos la mirada a Jesús, Señor
Nuestro, que quiso nacer y ser educado en una familia, “elevándola a la dignidad de
iglesia doméstica” (Aparecida, 115). Engendrado por María Virgen por obra del Espíritu
Santo, recibió el nombre de parte de José, hombre justo descendiente del rey David,
quien lo adoptó así como hijo, de modo que quien era Hijo de Dios llegó a ser también
hijo de David (cf. Mt 1,18-25). En esta familia, santificada por la presencia del
Salvador, el elemento determinante y fundamental es la aceptación de la voluntad de
Dios. Les invitamos a contemplar con admiración y acoger como modelo e inspiración
a la sagrada familia de Nazaret, en la cual la obediencia a la palabra de Dios ocupa
una importancia absoluta, y el amor fruto de la fe, sacrificado y desinteresado, es
vivido con generosidad y alegría. 3. Nuestra fe en el único Dios verdadero, el Padre
de Nuestro Señor Jesucristo, nos ayuda a comprender aún más el misterio, la belleza
y la misión de la familia, pues “creemos que la familia es imagen de Dios, que en
su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia” (Aparecida, 434). La comunión
eterna y perfecta en el amor del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en donde cada
una de las personas divinas existe entregándose a las otras y en donde cada una alcanza
su plena identidad en la donación de amor hacia las otras, nuestras familias pueden
ver “su origen, su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino” (Aparecida,
434).
4. La primera página de la Biblia nos abre al conocimiento del misterio
de la pareja humana y de su vocación al amor y a la fecundidad: “Creó, pues, Dios
al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer lo creó” (Gen
1,27). Desde el inicio el ser humano existe para la comunión y para el amor. La Biblia
nos revela que el principio originario de toda comunión humana es la creación del
ser humano como varón y mujer, creados iguales en dignidad pero al mismo tiempo distintos
y complementarios en su modo de existir en la creación. Se afirma claramente como
parte del proyecto divino la existencia de la naturaleza humana en dos sexos, dispuestos
por Dios a fin de que fueran “una sola carne” (Gen 2,24), a través del amor conyugal
como comunión en la diversidad y de la procreación que perpetúa el género humano en
la historia.
5. Para los cristianos la unión conyugal del hombre y la mujer
no es solamente un hecho biológico o social, sino que posee una significación teológica
y moral especial, a tal punto que Jesús afirma que el matrimonio pertenece al designio
original de Dios con carácter de indisolubilidad absoluta (cf. Mt 19,4-6). Para San
Pablo el matrimonio entre un hombre y una mujer es reflejo sacramental del amor de
Cristo por su esposa la Iglesia (cf. Ef 6,29-33), en el cual marido y mujer tienen
los mismos derechos y deberes y están llamados a vivir a tal punto su fidelidad mutua
y la indisolubilidad matrimonial que llegan a ser ya no dos sino un solo ser (cf.
1Cor 7,3.10).
6. La familia cristiana está fundada en el sacramento del
matrimonio entre un varón y una mujer, unidos por la fe y bendecidos por la gracia
divina para permanecer fieles recíprocamente en el amor por toda la vida. “Desde esta
alianza de amor, se despliegan la paternidad y la maternidad, la filiación y la fraternidad,
y el compromiso de los dos por una sociedad mejor” (Aparecida, 433; cf. Familiaris
Consortio, 18). En efecto, “la familia es la célula original de la vida social” (Catecismo
de la Iglesia Católica, 2207), en la cual no sólo marido y mujer están llamados a
vivir al don de sí en el amor, sino en donde como primera escuela de vida se transmiten
y viven las verdades de la fe y los grandes valores humanos y cívicos que constituyen
el fundamento de la convivencia social.
7. Es también importante recordar
la relación recíproca que existe entre la familia cristiana y la Iglesia. Por una
parte, es en el seno de la familia en donde la persona recibe desde sus primeros años
de vida el tesoro de la educación en la fe, descubriendo los motivos y el camino para
pertenecer a la familia de Dios (cf. Aparecida, 118); al mismo tiempo, la Iglesia,
que siempre ha vivido una solicitud pastoral especial por la familia, es consciente
de que “muchos vacíos de hogar pueden ser atenuados por servicios que presta la comunidad
eclesial, familia de familias” (Aparecida, 119).
UNA MIRADA A LA REALIDAD NICARAGÜENSE
Luces
8. Constatamos con gozo que la familia es valorada en Nicaragua,
y en lo que respecta al sacramento del matrimonio hemos podido comprobar una renovada
experiencia del mismo como gracia y exigencia de amor. Igualmente vemos con alegría
cómo en tantos hogares católicos se educa a los hijos en la fe y se les inicia en
la experiencia de Jesucristo a través de los sacramentos de la Iglesia. Por parte
nuestra, reafirmamos la solicitud pastoral por la familia, que ha sido siempre prioritaria
para la Iglesia en Nicaragua, como ha quedado patente no sólo en los sínodos diocesanos
y en el Segundo Concilio Provincial, sino a través del trabajo pastoral cotidiano
a favor de la familia de parte de la comunidad eclesial a través de tantos sacerdotes,
religiosos (as) y laicos (as). En los últimos años, en efecto, han florecido grupos,
comunidades y movimientos comprometidos con el valor evangélico del matrimonio y de
la familia.
9. En nuestro país la familia ha estado integrada tradicionalmente
por varias generaciones: abuelos, padres e hijos. Vemos como algo positivo que al
interno de esta estructura familiar se valore todavía el rol de los ancianos como
educadores en la fe de las nuevas generaciones (cf. Familiaris Consortio, 27) y se
acoja a los familiares ancianos, enfermos o con capacidades diferentes con gran ternura
y amor (cf. Mensaje de la Santa Sede en el año internacional del discapacitado, 4.3.81,
n. 3).
10. La Iglesia aprecia la generosidad de tantos matrimonios que
se han abierto a la acogida y adopción de niños que carecen de una familia (Familiaris
Consortio, 41), facilitando así su desarrollo integral al crecer bajo la tutela de
un padre y de una madre en el seno de un hogar.
Sombras
11. Vemos
con preocupación que el creciente secularismo que se extiende en nuestra sociedad
y el influjo de la globalización esté afectando a la familia, como lugar de diálogo
y de solidaridad intergeneracional y como institución social y religiosa, llegándose
incluso a proponer un falso concepto de matrimonio y de familia, contrario a la ley
natural, la razón, la ética y la moral cristiana. Lamentablemente la educación recibida
por los jóvenes no ayuda a contrarrestar tales influencias negativas y muchas veces
los padres de familia se sienten incapaces y desorientados en cuanto a la educación
de sus hijos en lo que se refiere a una adecuada vivencia de la sexualidad y una correcta
comprensión del matrimonio y de la familia a la luz de la fe.
12. Constatamos
con dolor las grandes dificultades económicas que enfrentan muchas familias, a causa
de la cada vez más alarmante brecha entre ricos y pobres y la dramática falta de empleo
que vive una gran parte de nuestra población. Muchas familias buscan una salida a
esta situación a través de la migración de uno de los cónyuges, exponiéndose muchas
veces a situaciones difíciles y peligrosas en el extranjero y, en el peor de los casos,
afectando gravemente la unidad familiar y la estabilidad afectiva de los hijos.
13.
Vemos con dolor que persista aún la violencia intrafamiliar, muchas veces producto
del machismo imperante en nuestra sociedad en donde la dignidad de la mujer no es
reconocida ni respetada. Preocupa grandemente que en las últimas décadas la vinculación
al flagelo social del narcotráfico se haya vuelto, en algunos casos, un modo de sobrevivencia
familiar. Igualmente el alcoholismo sigue siendo un fenómeno doloroso muy extendido,
que causa muchas veces violencia intrafamiliar, traumas graves en los hijos y hasta
la desunión de la familia. Es también un hecho reprobable y un verdadero pecado social
la trata de personas y el incremento de la prostitución de adolescentes y jóvenes
a través del llamado turismo sexual. Los medios de comunicación han invadido todos
los espacios, introduciéndose también en la intimidad del hogar. Lamentablemente el
efecto de este fenómeno no es siempre positivo, sobre todo cuando a través de los
medios de comunicación se transmiten antivalores como la violencia y la infidelidad
matrimonial.
14. Muchos padres de familia y educadores muestran su preocupación
al constatar que desde ciertos centros educativos y algunos medios de comunicación
y redes sociales, se busca atraer a los jóvenes, con licor y diversión, para adoctrinarlos
y encausarlos hacia una determinada ideología política. De esta manera se violenta
uno de los más sagrados derechos humanos, el de la libertad de conciencia. Esta manipulación
que se hace de la niñez y de la juventud constituye un verdadero problema y escándalo
social (cf. Mc 9,42).
15. Desde hace algunos años la familia está siendo
amenazada por la llamada “ideología de género”, según la cual cada uno puede escoger
su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza
humana. Esto ha provocado graves y confusas tergiversaciones terminológicas en cuanto
al matrimonio, el sexo y la familia; se ha promovido como éticamente aceptable la
homosexualidad y se intenta con gran perjuicio de la convivencia social introducir
leyes que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la
vida desde el primer instante de la concepción y la identidad de la familia.
16.
Constatamos con dolor que las enfermedades por transmisión sexual y el síndrome de
inmunodeficiencia adquirida produzcan tanto sufrimiento físico y moral en muchas personas,
a quienes nos sentimos muy unidos en la caridad y la oración. Las mismas familias
se ven afectadas por estas enfermedades por causa de la infidelidad matrimonial, llegando
en muchos casos a provocar la destrucción de los matrimonios. Igualmente nos preocupa
el aumento de las familias monoparentales a causa de la infidelidad matrimonial, el
divorcio, la migración forzada de uno de los cónyuges e incluso por desacuerdos y
enfrentamientos por razones ideológicas.
EXHORTACIÓN PASTORAL
17.
Exhortamos a nuestras familias a redescubrir cada día con gozo “la buena nueva de
la familia” (Aparecida, 114-119), asumiendo como una gracia el vivir la comunión y
el amor entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y parientes. Les
recordamos la exhortación del Apóstol que nos enseña a vivir y a afrontar con espíritu
de fe las situaciones más difíciles, apoyándonos en Dios y acudiendo a él a través
de la oración: “No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión presenten
a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción
de gracias” (Fil 4,6). No olviden las familias la importancia de construir cada día
la convivencia fortalecidos con la gracia divina, sobre todo participando de la celebración
eucarística dominical en familia, orando juntos padres e hijos leyendo y meditando
la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y practicando el rezo cotidiano del santo
rosario en familia.
18. Deseamos vivamente que los padres de familia asuman
con seriedad y responsabilidad además de su fidelidad recíproca en el amor, también
su misión de acompañar, corregir y educar a sus hijos, alertándolos y preparándolos
con espíritu de discernimiento para saber enfrentar las diversas ideologías inmorales
en el campo de la sexualidad y de la familia, tales como el amor libre, la homosexualidad,
el aborto, el divorcio, etc. No pueden tampoco ser indiferentes ante posibles decisiones
legislativas que pongan en peligro los valores revelados en la palabra de Dios y en
la moral de la Iglesia. Los padres no deben olvidar que “por la gracia del sacramento
del matrimonio han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus
hijos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2225), transmitiéndoles el gozo de vivir
los grandes valores cívicos, el respeto a la vida y la práctica de la justicia, y
sobre todo la experiencia de la fe en Jesucristo, fuente de verdad y de vida plena.
19.
A los jóvenes les exhortamos a apreciar la familia y a vivir según los grandes valores
del evangelio, sin dejarse esclavizar por los engañosos lazos de una sexualidad despersonalizada
y vivida en modo inmoral. No ignoramos las crisis y dificultades que puedan encontrar
en su camino de maduración humana, por lo que también les invitamos a abrirse a pedir
y recibir ayuda, sobre todo de sus padres, pero también de otras personas que puedan
orientarles debidamente a la luz de la fe y de la moral. De este modo ustedes también,
queridos jóvenes, deben irse comprometiendo desde temprana edad en el aprecio y la
vivencia del matrimonio y de la familia. Ustedes son el presente y el futuro de la
sociedad y de la Iglesia. Los hijos deben vivir su relación con los padres con gratitud
y respeto, tanto de jóvenes como de adultos: “La obediencia a los padres cesa con
la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece
para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones
del Espíritu Santo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2217).
20. Como
ministros de la misericordia divina, acogemos a aquellas parejas que no están unidas
por el sacramento del matrimonio y a las que viven en situaciones irregulares en relación
con la Iglesia, asegurándoles que ocupan un lugar especial en nuestro corazón de pastores.
Les invitamos a acoger la llamada de Jesús a la conversión y a experimentar la alegría
de ser hijos e hijas de Dios por el bautismo.
21. La comunidad política,
finalmente, no debe olvidar que tiene el deber de proteger a la familia, “asegurándole
la libertad de fundar un hogar, de tener hijos y de educarlos de acuerdo con sus propias
convicciones morales y religiosas y la protección de la estabilidad del vínculo conyugal
y de la institución familiar” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2211). Esperamos
que los colegios católicos y de inspiración católica respondan a la confianza depositada
en ellos por los padres de familia, realizando su labor educativa iluminada por el
Evangelio y la moral católica, de forma integral y dando mucha importancia a la formación
de la conciencia en lo que respecta a la sexualidad, el matrimonio y la vida familiar.
Exhortamos a las distintas comisiones pastorales de nuestras diócesis a asumir la
pastoral familiar como acción pastoral transversal en la que todos nos comprometamos.
Deseamos también que la pastoral juvenil preste cada vez más atención a las temáticas
relacionadas con el sacramento del matrimonio y la vida familiar;
CONCLUSIÓN
Al concluir este mensaje deseamos poner a todas nuestras familias bajo
la protección e intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret. Que nuestras familias
sean auténticas “iglesias domésticas”, en las que se acoja y defienda, se eduque y
se promueva la vida. Que nuestras familias sean también auténticos focos misioneros
que difundan en la sociedad la verdad de la fe y el gozo de creer. Que nuestras familias,
sean escuelas de comunión y promotoras de los grandes valores humanos y religiosos,
asegurando un futuro de justicia y de paz para nuestro país. ¡Que María, Madre de
Jesús y Madre de la Iglesia, viva en el corazón de nuestras familias, confiriendo
alma y ternura a la convivencia familiar! 30 de diciembre de 2012 Fiesta de la Sagrada
Familia