(RV).- (Audio) (Audio con música)
La denuncia del Evangelio
de que “no había lugar” para Dios en la posada de Belén, retumba cada Navidad desde
hace 2000 años. Pero, como lo mismo en la intemperie del pesebre hubo fiesta, con
la música y la luz de la alegría y la esperanza, que brilló con el nacimiento de Jesús
en el corazón de los pobres y humildes; de María, de José, de los pastores, esta denuncia
se pierde entre el rumor de fiesta de la posada; del albergue y el resplandor interior
intenso de la verdadera fiesta en el pesebre. La contemplación de Jesús, Hijo de Dios,
curó del mal y llenó con la fuerza y alegría de la fe, el alma de los pobres y humildes.
¿Qué
elegimos tú y yo esta noche, la posada o el pesebre? ¿Dónde está la verdadera fiesta?
La
posada no fue ni será nunca el lugar de Dios porque representa el corazón cerrado
al hermano, a los pobres. Curiosamente los que arman el Pesebre no representan el
albergue cerrado al pobre y además, la denuncia del nacimiento de Jesús a la intemperie,
queda tapada por las guirnaldas, las luces de colores, la comida y bebida abundante. No
escondamos la intemperie del pesebre con luces artificiales. ¡Que nos brille dentro
del corazón, del tuyo y el mío, la luz de la alegría y la esperanza, porque elegimos
la intemperie del necesitado, del hermano, del pobre! No nos quedemos en la posada,
vamos a la intemperie donde la alegría y la esperanza del Hijo de Dios hecho hombre,
está en el templo del abrazo con el hermano; allí donde se reconoce tu propia indigencia,
la mía y la del otro.