2012-12-22 15:39:12

Consecuencias de su Presencia


IV Domingo de Adviento 2012 (Audio): RealAudioMP3
jesuita Guillermo Ortiz RV

Las consecuencias inmediatas de la presencia de Dios son beneficiosas y esenciales como la alegría, el gozo de la existencia, para aquel que acepta, recibe, abre su corazón a Dios.

A las puertas de la nacimiento de Jesús, la liturgia ofrece a la contemplación la visita de María a su prima Isabel, las dos embarazadas por milagro de Dios. María es Virgen. Cuando aún no habían vivido juntos con José, el Hijo de Dios ya palpita en su vientre. Y también Isabel, esposa de Zacarías, está embarazada de Juan siendo anciana y estéril.
El Evangelio todo se podría sintetizar en el saludo de Isabel: “Apenas escuche tu saludo el niño saltó de alegría en mi vientre”.

Las consecuencias, los efectos inmediatos, directos de la presencia de Dios hecho hombre, son básicas, esenciales y beneficiosas. En el diálogo con su prima María expresa: “Mi alma exulta de gozo en Dios mi salvador. Porque el Omnipotente hizo en mi grandes cosas”.
Embarazada, llena de Dios, la Virgen María es movida por el amor, a servir a su prima, a acompañarla en el parto. Y en el encuentro, el diálogo manifiesta la fe, la esperanza, la alegría que genera el reconocimiento, la aceptación, la recepción, la apertura de la vida a Dios.

Son los efectos y las consecuencias que san Ignacio de Loyola indica en sus ejercicios espirituales hablando de la “consolación espiritual”: Llamo consolación cuando en el alma se causa alguna moción interior, con la cual viene la alma a inflamarse en amor de su Creador y Señor, y en consecuencia, ninguna cosa creada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Creador de todas ellas. También las lágrimas por motivo del amor al Señor, por el dolor de los pecados, la pasión de Cristo o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza; finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe, caridad y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud del alma, aquietándola y pacificándola en su Creador y Señor. (Cfr. Ejercicios 316)

Así como el signo, el efecto, las consecuencias de la presencia y la acción del mal en una persona es la tristeza, la desolación, la tentación, la experiencia de la lejanía y abandono de Dios. Y nos mueven al egoísmo, al maltrato hasta el asesinato y los graves daños contra nosotros mismos. Así los efectos de la presencia de Dios, como uno más de los nuestros, son sanadores, reconfortantes, vivificantes como la alegría, el gozo, el sentido de la existencia, la esperanza, la paz.

Que contemplando estos efectos de su presencia y su acción amorosa en la Virgen y en Isabel, el mismo Señor nos mueva a aceptar, recibir, reconocer en la fe su presencia entre nosotros de Dios hecho hombre, en el niño de Belén. Que abramos de par en par la existencia a la acción de su amor que transforma el mundo, en la medida en que nos hacemos sus discípulos misioneros como la Virgen Madre, como Isabel.

Del Evangelio de Lucas capítulo 1

“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.









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