Cristo: Amor y paz que vence el mal del mundo, recuerda el Papa
(RV).- Alegría y conversión, solidaridad y justicia, humildad y gratitud, valentía
y fidelidad, ante la manifestación del Salvador, que con su amor, concebido en el
vientre de María, se alegra con nosotros. En el III Domingo de Adviento, que nos invita
a la alegría, la Iglesia nos hace pregustar precisamente el gozo de la Navidad, ya
tan cercana. Lo recordó, esta mañana, Benedicto XVI en la Santa Misa, que celebró
en la parroquia romana de San Patricio, que visitó pastoralmente, como Obispo de Roma
y donde fue recibido con grandes aplausos y mucho cariño. En su homilía, el Santo
Padre hizo hincapié en el Amor de Dios a la humanidad:
«Jesús brinda a los
hombres la salvación, una nueva relación con Dios que vence el mal y la muerte y trae
la verdadera alegría por esta presencia del Señor que viene a iluminar nuestro camino,
que está a menudo oprimido por las tinieblas del egoísmo».
El Papa invitó
a percibir la presencia del Señor entre nosotros, no es un Dios lejano, sino un Dios
con nosotros, en medio de nosotros, que está en la Santa Eucaristía, con nosotros
en la Iglesia viva y nosotros debemos ser portadores de esta presencia de Dios. Dios
está con nosotros y es bueno.
¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija
de Jerusalén! Con las palabras del profeta Sofonías y reflexionando sobre las lecturas
de este Domingo, el Papa destacó la semejanza con el anuncio del Ángel a María: «¡Alégrate!,
llena de gracia, el Señor está contigo».
Así como, también san Pablo invita
a los cristianos de Filipos a alegrarse porque el Señor está cerca: «Dentro de
pocos días celebraremos la Navidad, la fiesta de la venida de Dios, que se hizo niño
y hermano nuestro para estar con nosotros y compartir nuestra condición humana. Debemos
alegrarnos por esta cercanía suya y por su presencia. El Apóstol dice con énfasis
en otra Carta que nada puede separarnos del amor de Dios, que se ha manifestado en
Cristo. Sólo el pecado nos aleja de Él, pero éste es un factor de separación que nosotros
mismos introducimos en nuestra relación con el Señor. E incluso cuando nos apartamos,
Él no cesa de amarnos y sigue estando cerca de nosotros con su misericordia, con su
disponibilidad al perdón y a volvernos a acoger en su amor». En este contexto,
el Santo Padre se refirió a la exhortación de san Pablo: «No se angustien por nada,
y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de
acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios»: «La alegría que el Señor
nos comunica debe encontrar en nosotros amor agradecido. De hecho, la alegría es completa
cuando reconocemos su misericordia y le damos gracias por lo que recibimos de Él
cada día. El que recibe los dones de Dios de una manera egoísta, no encuentra la verdadera
alegría; mientras que, aquel que en los dones recibidos encuentra la ocasión para
amarlo con sincera gratitud y para comunicar a los demás su amor, él tiene un corazón
que está realmente lleno de alegría ¡Recordémoslo!».
Con el Evangelio de este
Domingo, Benedicto XVI reiteró que para recibir al Señor que viene debemos prepararnos,
reflexionando sobre nuestra conducta de vida: «Dios no exige nada extraordinario,
sino que cada uno viva según criterios de solidaridad y de justicia», con «fidelidad
y valentía» y con «humildad» como señala Juan el Bautista, que invita a la conversión,
con imágenes fuertes. No para asustar, sino para impulsar a recibir bien el Amor de
Dios: «Dios se hace hombre como nosotros para donarnos una esperanza que es certeza:
si lo seguimos, si vivimos con coherencia nuestra vida cristiana, Él nos atraerá hacia
Sí, nos conducirá a la comunión con Él. Y en nuestro corazón vibrará la verdadera
alegría y la verdadera paz, aun en las dificultades y en los momentos de debilidad».
El
Santo Padre concluyó su homilía alentando y saludando a los miembros de esta parroquia
romana, cuya iglesia se inauguró en 2007. Y tras recordar la importancia de la centralidad
de la Eucaristía en la vida personal y comunitaria, de la acogida de los más necesitados,
de los Sacramentos, en especial el de la Reconciliación, en este tiempo de Adviento,
el Papa hizo hincapié en el Año de la Fe, que estamos viviendo y dirigió unas palabras
de «especial cariño y amistad» a las familias y a los jóvenes.