(RV).- (Con audio)
Ese momento te puede
o me puede sorprender desprevenido. Estar desprevenido no es lo mejor que nos puede
pasar. Se trata del regreso de Jesús. El mismo Jesús habla de esto en el Evangelio. Jesús
describe este momento con imágenes de fuerte contraste: mientras que aquello firme,
fijo y seguro en el tiempo y el espacio, que sirve incluso para orientarse, como son
las estrellas, caen y la gente siente miedo, angustia, terror por el momento en el
que el cosmos parece que vuelve al caos inicial, aparece Jesús con gran poder y majestad,
sostenido por su propio ser de Hijo de Dios y con su Cuerpo resucitado, como centro
del cosmos y dominador de todo: del tiempo, del espacio, del mal, del egoísmo; Señor
de la vida y de la muerte.
En el mismo escenario apocalíptico aparece otro
contraste, referido por Jesús: el de los que tienen la mente entorpecida, aturdida,
embotada, por los vicios, la embriaguez y las preocupaciones del mundo, que están
adormecidos, anestesiados, drogados. Y los que viven en oración continua, atentos,
despiertos, preparados para afrontar lo que se viene, lo que sucederá en un momento
del que no sabemos el día ni la hora.
Entre el desorden de los astros que tambalean
y el orden de la presencia de Jesús resucitado, armonía, fuerza, poder omnipotente
de amor, esta nuestra comunidad, tu y yo con nuestra vida espiritual ordenada o desordenada;
dirigida hacia el caos total para perderse en el sin sentido u orientada hacia el
cosmos y orden nuevo que Cristo resucitado recrea, instaura con su venida definitiva.
Las
palabras de Jesús en el Evangelio son un llamado de atención importante, son parte
de la misericordiosa ternura de Jesús que nos advierte, que nos llama a la realidad,
que nos pide tomar conciencia: ¡Estén atentos! Recen constantemente para poder afrontar
la situación decisiva.
¿Estas, estoy existencialmente anestesiado o estas,
estoy atento, despierto, conciente de la realidad?
Recemos ahora, antes de
escuchar a Jesús en el Evangelio: Señor, concédenos la gracia de la oración. Sí, para
que la oración nos desentorpezca la mente a mí a los míos; a toda la familia, a la
comunidad. Sí, Señor por tu misericordia, que la oración de escucharte en tu Palabra,
nos desanestesie, nos despierte del adormecimiento existencial, nos vuelva a la realidad.
Que la oración nos prepare interiormente a fondo para vivir intensamente el gozo del
encuentro con Jesús, en el Amor y la vida plena, sin fin de su Corazón herido y victorioso.
Del
Evangelio de Jesucristo según san Lucas Cap.21,25-28.34-36 En aquel tiempo
dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la
violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al
mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir
sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan
ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado
de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida,
para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá
a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para
quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el
Hijo del hombre”.