(RV).- (Con audio) ¡El Papa los ama y cuenta con todos ustedes! Dijo Benedicto XVI
a los huéspedes de un hogar de ancianos de Roma. Alentando a descubrir en cada edad
la presencia y bendición del Señor, ante una sociedad dominada por el provecho, Benedicto
XVI reiteró que la civilización se mide con el respeto que se dedica a los ancianos,
la tutela de la dignidad de la vida y la solidaridad entre las generaciones, como
la Iglesia, y pide un compromiso activo en las familias e instituciones públicas.
El
Papa salió esta mañana del Vaticano para visitar la Casa-familia ‘Viva los ancianos’,
de la Comunidad de San Egidio, en el marco del año europeo dedicado a promover el
envejecimiento activo y la solidaridad entre jóvenes y ancianos, que - con sus indicaciones
preciosas para el camino de la vida - son un valor para la sociedad. El Santo Padre
recordó su edad, señalando que conoce los problemas y exhortando a que en los rostros
de los ancianos se pueda ver siempre la alegría de sentirse amados por Dios, sus palabras
fueron recibidas con grandes aplausos, llenos de cariño:
«Vengo como
Obispo de Roma, pero también como anciano de visita a sus coetáneos. Conozco bien
las dificultades, los problemas y los límites de esta edad y sé también que, para
muchos, estas dificultades, se agravan con la crisis económica. A veces a una cierta
edad, se mira al pasado con la nostalgia de cuando se era jóvenes, con energías frescas
y proyectos para el futuro. Por lo que la mirada se vela de tristeza, pensando en
esta fase de la vida como en el ocaso. Esta mañana, dirigiéndome idealmente a todos
los ancianos, aún conociendo las dificultas que nuestra edad conlleva ¡quisiera decirles
con profunda convicción que es bello ser ancianos! En cada edad hay que saber descubrir
la presencia y la bendición del Señor y las riquezas que ella contiene ¡Nunca hay
dejarse aprisionar por la tristeza! Hemos recibido el don de una vida larga. Es bello
vivir también a nuestra edad, a pesar de algún achaque y limitación. Que en nuestro
rostro se vea siempre la alegría de sentirnos amados por Dios, nunca la tristeza».
Tras
recordar que en la Biblia, la longevidad se considera una bendición de Dios, lamentando
que a menudo la sociedad actual, dominada por la lógica de la eficiencia y del provecho,
no acoge, ni aprecia este don, sino que lo rechaza, considerando a los ancianos como
inútiles, y refiriéndose al sufrimiento de los marginados debido a la edad, que viven
lejos de sus hogares y en la soledad, el Papa invitó a un compromiso mayor en las
familias y en la sociedad:
«Pienso que
se debería impulsar un compromiso mayor, empezando por las familias y las instituciones
públicas, para que los ancianos puedan permanecer en sus hogares. La sabiduría de
vida de la que son portadores es una gran riqueza. La calidad de una sociedad, diría
de una civilización, se juzga también por cómo se trata a los ancianos y por el lugar
que se les reserva en la vida común ¡el que da espacio a los ancianos da espacio a
la vida! ¡El que acoge a los ancianos, acoge la vida! La Comunidad de San Egidio,
desde sus comienzos, ha sostenido el camino de tantos ancianos, ayudándolos a permanecer
en su ambiente de vida, abriendo casas-familia en Roma y en el mundo. Mediante la
solidaridad entre jóvenes y ancianos, ha ayudado a hacer comprender cómo la Iglesia
es efectivamente una familia que abraza todas la generaciones, en la que cada uno
debe sentirse en su hogar y donde no reina la lógica del provecho o del tener, sino
la de la gratuidad y del amor. Cuando la vida se vuelve frágil, en los años de la
vejez, nunca pierde su valor y su dignidad: cada uno de nosotros, en toda etapa de
la vida, es querido y amado por Dios, cada uno es importante y necesario (cfr. Homilía
para el comienzo del Ministerio petrino), 24 de abril de 2005)».
Haciendo hincapié
en que también el Papa conoce la experiencia de necesitar la ayuda de los demás, destacando
la importancia de la oración y de cultivar la relación con el Señor, pues los ancianos
son una riqueza para la sociedad, también en el sufrimiento y en la enfermedad, como
testimonió luminosa y ejemplarmente el Beato Juan Pablo II, Benedicto XVI encomendó
al rezo de los ancianos el bien de la Iglesia y la paz del mundo, pidiéndoles que
recen también por él:
«El ejemplo
del Beato Juan Pablo II fue y sigue siendo iluminador para todos. Nunca olviden que
entre los recursos preciosos que tienen está el esencial de la oración: sean intercesores
ante Dios, rezando con fe y constancia. Recen por la Iglesia, también por mí, y por
las necesidades del mundo, por los pobres, para que en el mundo no haya más violencia.
La oración de los ancianos puede proteger el mundo, ayudándolo quizá de forma más
incisiva que el afán de tantos. Quisiera encomendar hoy a su oración el bien de la
Iglesia y la paz del mundo ¡El Papa los ama y cuenta con todos ustedes! Siéntanse
amados por Dios y sepan llevar a esta sociedad nuestra, a menudo individualista y
dominada por la eficiencia, un rayo del amor de Dios. Y Dios estará siempre con ustedes
y cuantos los sostienen con su afecto y ayuda. Los encomiendo a todos a la maternal
intercesión de la Virgen María, que acompaña siempre nuestro camino con su amor materno
y con gusto les imparto mi Bendición ¡Gracias a todos!»