Ser servidores de la reconciliación, en medio del pueblo argentino, y como parte
de él
(RV).- "La fe en Jesucristo nos mueve a la verdad, la justicia y la paz", es el título
de la Declaración de los obispos de la República Argentina tras haber concluido ayer
su 104º Asamblea Plenaria, que había comenzado el pasado 4 de de noviembre. Los Obispos
de esta nación afirman que como creyentes y pastores quieren “ser servidores de la
reconciliación, en medio del pueblo argentino, y como parte de él”, si bien reconocen
su limitación y pobreza, para una tarea tan amplia y exigente.
En este Año
de la fe los Obispos renuevan su confianza en Cristo que ha restablecido la paz por
la sangre de su cruz. Y en este contexto recuerdan que “la patria argentina ha vivido
momentos difíciles y críticos, a lo largo de sus doscientos años de historia”. Mientras
destacan que algunas afirmaciones recientes, a partir de las declaraciones del ex-presidente
“de facto” Jorge Rafael Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado,
alguna complicidad con hechos delictivos. De ahí que respondan con las palabras del
actual presidente de la Conferencia, a saber: que haya habido “una suerte de connivencia
es totalmente alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en
ese momento”.
También escriben que conocen “los sufrimientos y reclamos de
la Iglesia, por tantos desaparecidos, torturados, ejecutados sin juicio, niños quitados
a sus madres, a causa del terrorismo de Estado. Como también su conocimiento de la
muerte y desolación, causada por la violencia guerrillera. Y agregan que de sus hermanos
mayores, los obispos que los precedieron, han “recibido su palabra y testimonio”.
De entre tantas declaraciones y publicaciones, los Obispos argentinos recuerdan
a modo de ejemplo que “someter a una persona a la tortura para arrancarle informaciones
o confesiones (...) siempre es ilícito”. Unos años más tarde –prosiguen en su declaración
el documento “Iglesia y Comunidad Nacional” de 1981, condenó de varias maneras todo
tipo de violencia. En síntesis –agregan “la lucha armada nunca es un camino legítimo
para la búsqueda de logros sociales, por más buenos que parezcan. Por eso es reprobable
la violencia ejercida por la guerrilla; a la vez que destacan que tal como el episcopado
afirmó en su momento “se hace urgente la reconciliación argentina”, mientras quieren
“afirmar que ella se edifica sólo sobre la verdad, la justicia y la libertad, impregnadas
en la misericordia y en el amor”.
Por otra parte destacan que en el año 2000,
la celebración del gran Jubileo, fue una oportunidad importante e inspiradora, que
motivó a la Iglesia a revisar su vida y a pedir perdón, como pocas instituciones lo
hicieron. De ahí que manifiesten que desean “estar cerca de cuantos sufren todavía
por hechos no esclarecidos ni reparados”. Porque como escriben, “cuando la justicia
es demasiado largamente esperada, deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo”.
“Nos sentimos comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos
–escriben también los Obispos de Argentina a fin de seguir buscando la verdad, en
la certeza de que ella nos hará libres”. Por esta razón se están abocando a revisar
todos los antecedentes a su alcance, a la vez que alientan a otros interesados e investigadores,
a realizarlo en los ámbitos que corresponda.
Y mientras declaran que siguen
comprometidos en promover la fraternidad y la amistad social en el pueblo argentino,
recuerdan que es necesario el empeño en la búsqueda de la verdad, el reconocimiento
de cuanto sea deplorable, el arrepentimiento de quienes sean culpables, y la reparación
en justicia de los daños causados, tal como lo afirmaba el beato Juan Pablo II en
su mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1997; a la vez que reconocen que “el
perdón y la reconciliación son dones de un Dios, que nos hace hermanos”.
Texto
completo de la Declaración de los obispos argentinos 104º Asamblea Plenaria,
9 de noviembre de 2012
"La fe en Jesucristo nos mueve a la verdad, la
justicia y la paz"
Muy apreciados hermanos y hermanas:
1.
Como creyentes y pastores, queremos ser servidores de la reconciliación, en medio
del pueblo argentino, y como parte de él. Estamos felices de haber recibido esta vocación.
Reconocemos sin embargo nuestra limitación y pobreza, para una tarea tan amplia y
exigente. Pero en este Año de la fe, renovamos nuestra confianza, “porque Cristo es
nuestra paz” (Ef 2,14). Él ha restablecido la paz por la sangre de su cruz (cf Col
1,20).
2. La patria argentina ha vivido momentos difíciles y críticos,
a lo largo de sus doscientos años de historia. Un tiempo especial de desencuentro
y de enfrentamientos dolorosos, fue la década del 70. Han pasado muchos años y siguen
surgiendo interrogantes acerca de los hechos ocurridos, y de la responsabilidad que
tuvieron personas e instituciones. Al volver sobre aquellos hechos, es preciso tener
en cuenta el contexto socio-político de la época, y los diversos actores que entonces
intervinieron.
Algunas afirmaciones recientes, a partir de las declaraciones
del ex-presidente “de facto” J. R. Videla, atribuyen a quienes entonces conducían
el Episcopado, alguna complicidad con hechos delictivos. Como ha respondido el actual
presidente de la Conferencia: que haya habido “una suerte de connivencia es totalmente
alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento”
[la presidencia del Episcopado] (La Nación 5/8/12).
3. Conocemos los
sufrimientos y reclamos de la Iglesia, por tantos desaparecidos, torturados, ejecutados
sin juicio, niños quitados a sus madres, a causa del terrorismo de Estado. Como también
sabemos de la muerte y desolación, causada por la violencia guerrillera. No podemos
ni queremos eludir la responsabilidad de avanzar en el conocimiento de esa verdad
dolorosa y comprometedora para todos. A pesar de que la historia vivida no se deja
desentrañar fácilmente, y tampoco la responsabilidad que cabe a cada persona, nos
queda la preocupación por completar un estudio demorado pero necesario.
4.
De nuestros hermanos mayores, los obispos que nos precedieron, hemos recibido su palabra
y testimonio. Sobre su modo de actuar, volvemos con respeto, sin poder conocer a fondo
cuánto supieron personalmente de lo que estaba sucediendo. Ellos intentaron hacer
cuanto estaba a su alcance por el bien de todos, de acuerdo con su conciencia y juicio
prudencial. Por eso mismo, aun deseando penetrar más en la verdad de los hechos y
de las personas, consideramos conveniente recordar algunos párrafos de su enseñanza,
que al repasarla aparece lúcida y oportuna. Reconocemos, además, que no todos los
miembros de la Iglesia pensaron y actuaron con idénticos criterios.
5.
De entre tantas declaraciones y publicaciones, ofrecemos algunos ejemplos: “Someter
a una persona a la tortura para arrancarle informaciones o confesiones ... siempre
es ilícito” (Declaración de la CEA, 16/3/72). “No será vano reiterar que para todo
cristiano, no excluidos quienes ejercen autoridad, aún a costa de la eficacia inmediata,
hoy como siempre y en toda circunstancia conserva su valor ético: el fin no justifica
los medios” (Carta colectiva CEA, Reflexión cristiana para el pueblo de la Patria,
7/5/1977).
Unos años más tarde, el documento Iglesia y Comunidad
Nacional (1981), condenó de varias maneras todo tipo de violencia. En síntesis: la
lucha armada nunca es un camino legítimo para la búsqueda de logros sociales, por
más buenos que parezcan. Por eso es reprobable la violencia ejercida por la guerrilla,
que aún operando durante el gobierno democrático, atentó contra la vida de personas
e instituciones. Pero menos aún puede legitimarse la violencia ejercida por el Estado,
fuera de la ley, ni por grupos paramilitares. Es el Estado el responsable de tutelar
los derechos de todos (cf ICN 33. 97. 133). Y en esa ocasión dijeron los obispos:
“Porque se hace urgente la reconciliación argentina, queremos afirmar que ella se
edifica sólo sobre la verdad, la justicia y la libertad, impregnadas en la misericordia
y en el amor” (ICN 34).
6. En el año 2000, la celebración del gran Jubileo,
fue una oportunidad importante e inspiradora, que motivó a la Iglesia a revisar su
vida y a pedir perdón, como pocas instituciones lo hicieron. En aquella ocasión, imploramos
la misericordia de Dios: “porque en diferentes momentos de nuestra historia, hemos
sido indulgentes con posturas totalitarias, lesionando libertades democráticas, que
brotan de la dignidad humana”; y también “porque con algunas acciones u omisiones
hemos discriminado a muchos de nuestros hermanos, sin comprometernos suficientemente
en la defensa de sus derechos” (Encuentro Eucarístico Nacional, Córdoba, septiembre
del 2000).
7. Queremos estar cerca de cuantos sufren todavía por hechos
no esclarecidos ni reparados. Cuando la justicia es demasiado largamente esperada,
deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo. Sabemos que en miles de familias
hay heridas abiertas y angustiosas, por lo acontecido después del secuestro, detención
o desaparición de un ser querido. Compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos
el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos.
8.
Nos sentimos comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos,
a fin de seguir buscando la verdad, en la certeza de que ella nos hará libres (cf
Jn 8,32). Por ello nos estamos abocando a revisar todos los antecedentes a nuestro
alcance. Asimismo alentamos a otros interesados e investigadores, a realizarlo en
los ámbitos que corresponda. De nuestra parte, hemos colaborado con la justicia, cuando
se nos solicitó información, de la cual podíamos disponer. Además, exhortamos a quienes
tengan datos sobre el paradero de niños robados, o conozcan lugares de sepultura clandestina,
que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades pertinentes.
9.
Seguimos comprometidos y empeñados en promover la fraternidad y la amistad social
en el pueblo argentino, para lograr caminar juntos en la búsqueda del bien común.
La reconciliación no es “borrón y cuenta nueva”, y menos impunidad. Es necesario:
el empeño en la búsqueda de la verdad, el reconocimiento de cuanto sea deplorable,
el arrepentimiento de quienes sean culpables, y la reparación en justicia de los daños
causados (cf JUAN PABLO II, Jornada por la Paz 1997). También debemos reconocer que
el perdón y la reconciliación son dones de un Dios, que nos hace hermanos.
10.
En este Año de la fe, que estamos comenzando con la Iglesia en todo el mundo, y en
el camino del Bicentenario de la Patria (2010-2016), renovamos nuestra vocación de
servidores de todos, en especial de los que más sufren. La Virgen María, al pie de
la cruz, experimentó el dolor por la muerte de su Hijo. A Ella le pedimos que abrace
con ternura a cuantos esperan el consuelo de la verdad, la justicia y la paz.
Los
obispos de la República Argentina 104º Asamblea Plenaria, 9 de noviembre
de 2012