Un padre y una madre, editorial del P. Federico Lombardi
(RV).- (Con audio) En los últimos días
se verificaron tres eventos preocupantes por lo que corresponde a la legislación sobre
el matrimonio. En España, la Corte Constitucional rechazó un recurso que contestaba
la ley actual, que excluye toda referencia a la diferencia entre el hombre y la mujer
y habla simplemente de cónyuge A y B; ésta es pues la situación. En Francia, el Gobierno
presentó un proyecto de ley para la transformación del matrimonio, de modo que incluya
el matrimonio homosexual. En los Estados Unidos algunos de los referendos celebrados
en concomitancia con las elecciones presidenciales en diversos Estados han dado, por
primera vez, resultado favorable a los matrimonios homosexuales. Por lo tanto es claro
que en los países occidentales hay una tendencia difundida para modificar la visión
clásica del matrimonio entre el hombre y la mujer, o mejor, buscando abandonarla,
cancelando un reconocimiento legal específico y privilegiado con respecto a otras
formas de unión.
No es una novedad. Ya lo habíamos entendido. Sin embargo
no deja de sorprender. Porque nos tenemos que preguntar si esto corresponde verdaderamente
al sentir de las poblaciones y porque no se le encuentra la lógica desde una perspectiva
con vistas más amplias de bien común. No lo dice solamente la Iglesia católica; lo
ha puesto en relieve -por ejemplo – el Gran Rabino de Francia en su argumentado documento.
No se trata, en efecto, de evitar discriminaciones injustas para los homosexuales,
dado que esto se debe y se puede muy bien garantizar de otros modos. Se trata de admitir
que el esposo y la esposa sean reconocidos públicamente como tales y que los niños
que vienen al mundo puedan saber y decir que tienen un padre y una madre. En definitiva,
conservar una visión de la persona y de las relaciones humanas en las que el reconocimiento
público del matrimonio monogámico entre un hombre y una mujer sea una conquista de
civilidad. Si no entonces, ¿por qué no contemplar también la poligamia libremente
elegida y, naturalmente, para no discriminar, la poliandria? Que no se espere, por
lo tanto, que la Iglesia renuncie a proponer que la sociedad reconozca un lugar específico
al matrimonio entre un hombre y una mujer.