2012-11-09 13:56:10

Derrotar la violencia es una tarea que debe implicar no solo a las instituciones, sino a la sociedad.


(RV).-(audio)RealAudioMP3 Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a la Asamblea general de la Interpol, que ha reunido en Roma a delegados de los organismos de policía y de seguridad de los 190 Estados miembros, entre los cuales se encuentra también desde el 2008 el Estado de la Ciudad del Vaticano, y que han centrado sus trabajos en el desarrollo de la cooperación internacional en la lucha contra la delincuencia.

El Papa ha dicho que “es importante incrementar la cooperación y el intercambio de experiencias, precisamente en un momento preocupante para el futuro del mundo, en el que se observa un aumento de las fuentes de violencia criminal causadas por fenómenos transnacionales que frenan el progreso de la humanidad”. Es por tanto necesario, “proteger a las personas y a las comunidades con un constante y renovado compromiso y con los instrumentos adecuados”.

En este sentido, el Pontífice, ha señalado que la función de la Interpol, es “como una fortaleza de la seguridad internacional”, que tiene una “gran importancia para la realización del bien común, porque la sociedad justa exige también el orden y el respeto de las normas para lograr una pacífica y serena convivencia civil”. Es por ello que “la Iglesia y la Santa Sede animan a cuantos trabajan por combatir la plaga de la violencia y la delincuencia”.

Dos son las formas más graves de las actividades criminales, según el Papa: el terrorismo y la delincuencia organizada. “El terrorismo es una de las formas más brutales de violencia, pues siembra odio, muerte y deseos de venganza”. “Por su parte, la delincuencia organizada prolifera en los lugares de la vida cotidiana y, a menudo, actúa y golpea a ciegas, fuera de toda regla. “Estos delitos -ha explicado el Papa- destruyen las barreras morales establecidas progresivamente por la civilización y vuelven a proponer una forma de barbarie que niega al hombre y su dignidad”.

Por tanto, es un deber reprimir el crimen en el ámbito de las reglas morales y jurídicas, porque las acciones contra la delincuencia han de ser realizadas siempre en el respeto a los derechos humanos y a los principios de un Estado de derecho. En efecto, la lucha contra la violencia debe apuntar ciertamente a detener el delito y a defender la sociedad, pero también al arrepentimiento y a la corrección del delincuente, que es siempre una persona humana, sujeto de derechos inalienables, y como tal no debe ser excluida de la sociedad, sino regenerada.

Benedicto XVI ha subrayado que es esencial que «la necesaria acción represiva vaya acompañada de un valiente y lúcido análisis de las motivaciones subyacentes a estas acciones delictivas inaceptables.

Es preciso prestar atención especial a los factores de exclusión social y de indigencia que persisten en la población y que constituyen un medio de violencia y odio. Es necesario también un compromiso particular en el plano político y pedagógico para resolver los problemas que pueden alimentar la violencia y favorecer las condiciones con el fin de que ésta no nazca, ni se desarrolle. (ER – RV)








All the contents on this site are copyrighted ©.