2012-10-28 09:57:43

La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia


(RV).- El Sínodo sobre la Nueva Evangelización fue clausurado por Benedicto XVI la mañana de este domingo en la basílica de San Pedro con una solemne concelebración Eucarística junto a los 250 padres sinodales. El Papa pronunció su homilía, recordando que "la Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo".

Homilía del Santo Padre en la conclusión de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos

Venerables hermanos,
ilustres señores y señoras,
queridos hermanos y hermanas

El milagro de la curación del ciego Bartimeo ocupa un lugar relevante en la estructura del Evangelio de Marcos. En efecto, está colocado al final de la sección llamada «viaje a Jerusalén», es decir, la última peregrinación de Jesús a la Ciudad Santa para la Pascua, en donde él sabe que lo espera la pasión, la muerte y la resurrección. Para subir a Jerusalén, desde el valle del Jordán, Jesús pasó por Jericó, y el encuentro con Bartimeo tuvo lugar a las afueras de la ciudad, mientras Jesús, como anota el evangelista, salía «de Jericó con sus discípulos y bastante gente» (10, 46); gente que, poco después, aclamará a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén. Bartimeo, cuyo nombre, como dice el mismo evangelista, significa «hijo de Timeo», estaba precisamente sentado al borde del camino pidiendo limosna. Todo el Evangelio de Marcos es un itinerario de fe, que se desarrolla gradualmente en el seguimiento de Jesús. Los discípulos son los primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay también otros personajes que desempeñan un papel importante, y Bartimeo es uno de éstos. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos. Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre (cf. Jn 9,39-41).

Bartimeo, pues, en este punto estratégico del relato de Marcos, está puesto como modelo. Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado. En efecto, cuando siente que el Maestro pasa por el camino, grita: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47), y lo repite con fuerza (v. 48). Y cuando Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: «Maestro, que pueda ver» (v. 51). Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar, y de hecho – al igual que la del publicano en el templo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13) – ha entrado en la tradición de la oración cristiana. En el encuentro con Cristo, realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos muestra quién es el discípulo: aquel que, con la luz de la fe, sigue a Jesús «por el camino» (v. 52).

San Agustín, en uno de sus escritos, hace una observación muy particular sobre la figura de Bartimeo, que puede resultar también interesante y significativa para nosotros. El Santo Obispo de Hipona reflexiona sobre el hecho de que Marcos, en este caso, indica el nombre no sólo de la persona que ha sido curada, sino también del padre, y concluye que «Bartimeo, hijo de Timeo, era un personaje que de una gran prosperidad cayó en la miseria, y que ésta condición suya de miseria debía ser conocida por todos y de dominio público, puesto que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del camino. Por esta razón Marcos lo recuerda solamente a él, porque la recuperación de su vista hizo que ese milagro tuviera una resonancia tan grande como la fama de la desventura que le sucedió» (Concordancia de los evangelios, 2, 65, 125: PL 34, 1138). Hasta aquí san Agustín.

Esta interpretación, que ve a Bartimeo como una persona caída en la miseria desde una condición de «gran prosperidad», nos hace pensar; nos invita a reflexionar sobre el hecho de que hay riquezas preciosas para nuestra vida, y que no son materiales, que podemos perder. En esta perspectiva, Bartimeo podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida: personas que por eso han perdido una gran riqueza, han «caído en la miseria» desde una alta dignidad –no económica o de poder terreno, sino cristiana –, han perdido la orientación segura y sólida de la vida y se han convertido, con frecuencia inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia. Son las numerosas personas que tienen necesidad de una nueva evangelización, es decir de un nuevo encuentro con Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1), que puede abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino. Es significativo que, mientras concluimos la Asamblea sinodal sobre la nueva evangelización, la liturgia nos proponga el Evangelio de Bartimeo. Esta Palabra de Dios tiene algo que decirnos de modo particular a nosotros, que en estos días hemos reflexionado sobre la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa.

La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. Ella se refiere, en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. Deseo subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. En efecto, se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.

En segundo lugar, la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo. En el transcurso de las reflexiones sinodales, se ha subrayado también que existen muchos lugares en África, Asía y Oceanía en donde los habitantes, muchas veces sin ser plenamente conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del Evangelio. Por tanto es necesario rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos. La globalización ha causado un notable desplazamiento de poblaciones; por tanto el primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización. Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo y su Evangelio; y a esto corresponde el deber de los cristianos, de todos los cristianos – sacerdotes, religiosos y laicos -, de anunciar la Buena Noticia.

Un tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo. Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. La Iglesia les dedica una atención particular, para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es Amor. En varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida, de la felicidad y, en definitiva, de Dios. Recordamos algunas importantes misiones ciudadanas, el «Atrio de los gentiles», la Misión Continental, etcétera. Sin duda el Señor, Buen Pastor, bendecirá abundantemente dichos esfuerzos que provienen del celo por su Persona y su Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, Bartimeo, una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo. Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3). También nosotros hoy, nos dirigimos al Señor, Redemptor hominis y Lumen gentium, con gozoso agradecimiento, haciendo nuestra una oración de san Clemente de Alejandría: «Hasta ahora me he equivocado en la esperanza de encontrar a Dios, pero puesto que tú me iluminas, oh Señor, encuentro a Dios por medio de ti, y recibo al Padre de ti, me hago tu coheredero, porque no te has avergonzado de tenerme por hermano. Cancelemos, pues, cancelemos el olvido de la verdad, la ignorancia; y removiendo las tinieblas que nos impiden la vista como niebla en los ojos, contemplemos al verdadero Dios…; ya que una luz del cielo brilló sobre nosotros sepultados en las tinieblas y prisioneros de la sombra de muerte, [una luz] más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo» (Protrettico, 113, 2- 114,1). Amén

(RC-RV)




Crónica de la solemne concelebración eucarística en la basílica vaticana; rezo del Ángelus y testimonios de peregrinos, en la plaza de san Pedro

(RV).- RealAudioMP3 (audio) Benedicto XVI en el curso de una solemne concelebración eucarística con los padres sinodales ha clausurado esta mañana en la basílica de san Pedro la XIIIª Asamblea General del Sínodo de los obispos sobre la Nueva Evangelización. En su homilía, el Papa ha dicho que la luz de la fe es una riqueza preciosa para la vida del hombre y que la misión de la Iglesia y de todos los cristianos es anunciar el evangelio con alegría.

El milagro de la curación del ciego Bartimeo, sentado al borde del camino pidiendo limosna a las afueras de Jericó, ha sido el modelo escogido por el Santo Padre para indicar al hombre contemporáneo que ha perdido la esperanza, que se puede recuperar la luz de la fe. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos.

Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida.

Bartimeo, no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado.

Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar, y de hecho – al igual que la del publicano en el templo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13) – ha entrado en la tradición de la oración cristiana.

Recordando una reflexión de San Agustín, Benedicto XVI, ha dicho que Bartimeo, era un personaje que de una gran prosperidad cayó en la miseria, y que por tanto no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del camino.

Esta interpretación, que ve a Bartimeo como una persona caída en la miseria desde una condición de «gran prosperidad», nos hace pensar; nos invita a reflexionar sobre el hecho de que hay riquezas preciosas para nuestra vida, y que no son materiales, que podemos perder. En esta perspectiva, Bartimeo podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida.

La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia, ha señalado Benedicto XVI, que ha subrayado tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo.

La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental.

La segunda línea pastoral de la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo.

Por ello, el Pontífice ha exhortado a la necesidad de rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos. La globalización ha causado un notable desplazamiento de poblaciones; por tanto el primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización.

Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo y su Evangelio; y a esto corresponde el deber de los cristianos, de todos los cristianos – sacerdotes, religiosos y laicos -, de anunciar la Buena Noticia.

El tercer aspecto, ha indicado el Santo Padre, tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo.

Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. La Iglesia les dedica una atención particular, para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo.

Y a este respecto ha señalado el Papa que en varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida y de Dios. Y ha recordado algunas importantes misiones ciudadanas, como el «Atrio de los gentiles», la Misión Continental. Finalmente ha indicado a Bartimeo, como ejemplo del nuevo evangelizador.

Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo. Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres»

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A mediodía ante miles de fieles y peregrinos en la plaza de san Pedro, el Papa ha dirigido desde la ventana de su estudio la oración mariana de Ángelus. En su alocución previa, ha explicado que durante tres semanas los padres sinodales se han confrontado sobre la realidad de la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana: “toda la Iglesia estaba representada y, por tanto, involucrada en este compromiso, que no dejará de dar sus frutos” y que “nos ha hecho experimentar lo bello de ser Iglesia, y de serlo justamente hoy, en este mundo así como es, en medio a esta humanidad con sus fatigas y sus esperanzas”.

Aludiendo a la coincidencia de la Asamblea sinodal con el 50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, Benedicto XVI “la estación conciliar, ha sido más que nunca favorable, porque nos ha ayudado a reconocer que la nueva evangelización no es una invención nuestra, sino un dinamismo que se ha desarrollado en la Iglesia de manera particular desde los años 50 del siglo pasado, cuando se hizo evidente que también los países de antigua tradición cristiana se habían convertido, como se suele decir, en «tierra de misión».

El Papa ha dicho que ha seguido de cerca el Sínodo, ha escuchado y recogido muchos temas de reflexión y muchas propuestas que ahora ordenará y elaborará, para ofrecer a toda la Iglesia una síntesis orgánica e indicaciones coherentes. Desde ahora podemos decir que de este Sínodo sale reforzado el compromiso por la renovación espiritual de la misma Iglesia, para poder renovar espiritualmente el mundo secularizado; y esta renovación vendrá del redescubrimiento de Jesucristo, de su verdad y de su gracia, de su «rostro», tan humano y al mismo tiempo tan divino, sobre el cual resplandece el misterio trascendente de Dios.

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A final del Ángelus, el Santo Padre ha hecho un llamamiento a favor de las poblaciones azotadas por el reciente huracán que ha causado graves daños, humanos y materiales, a algunas islas del Caribe.

En los últimos días, un huracán devastador que se ha abatido con especialmente dureza en Cuba, Haití, Jamaica y las Bahamas, ha causado varios muertos e ingentes daños, obligando a muchas personas a abandonar sus hogares. Deseo aseguraros mi cercanía y mi recuerdo a los que han sido afectados por este desastre natural, mientras invito a todos a la oración y a la solidaridad, para aliviar el dolor de los familiares de las víctimas y ofrecer ayuda a los miles de damnificados

Al final, saludando en español, el Santo Padre se ha dirigido con afecto a cerca de mil fieles peruanos reunidos en la hermandad del “Señor de los Milagros”, que han desfilado en procesión hasta la plaza de san Pedro,

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los miembros de la Hermandad del Señor de los Milagros de Roma. Al concluir la Asamblea General ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada al tema de la nueva evangelización, invito a todos a intensificar la oración para que este evento eclesial produzca abundantes frutos en la vida de la Iglesia. Encomiendo este deseo a la amorosa intercesión de María Santísima, y reitero mi exhortación a dirigirse a Ella cada día con el rezo del Santo Rosario, confiándole todas nuestras dificultades, retos y alegrías, para que los presente a su Hijo Jesucristo, luz del mundo y esperanza del hombre. Feliz Domingo.

Peregrinos en la plaza de san Pedro

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Recordamos, que en la Asamblea del Sínodo de Obispos para la Nueva Evangelización, han participado desde el 7 de octubre 262 prelados de todo el mundo. El Sínodo concluyó con la aprobación de 58 propuestas, que han sido enviadas al Papa para que prepare la Exhortación Apostólica, el documento con el que se cierra oficialmente un Sínodo. Los prelados durante tres semanas pusieron en evidencia el secularismo, individualismo y
relativismo que ha llevado al hombre a vivir de espaldas a Dios y han instado a redescubrir los modos con los que volver a acercar a Jesús a los hombres.

"No se trata de encontrar nuevas estrategias, como si el Evangelio hubiera que difundirlo como un producto de mercado", precisaron los prelados que consideran que todos los cristianos, sin distinciones, deben dar testimonio y salir "sin miedo, con valentía" a las ciudades a presentar de nuevo a Jesús. Consideran que la familia es el "lugar natural" para la nueva evangelización y subrayaron la importancia que tienen los abuelos en la sociedad moderna para transmitir la fe. Los obispos consideran que los inmigrantes son muy importantes para la nueva evangelización y exigieron que se les garanticen sus derechos. También los padres sinodales denunciaron el "vergonzoso tráfico" de seres humanos. (ER – RV)









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