Entregarnos confiados al amor de Dios que redime y libera, alienta el Papa
(RV).- Entregarnos confiados
a la fe, al amor de Dios que redime y libera de toda esclavitud. Alentando a proclamar
y anunciar la certeza liberadora y tranquilizadora de la fe, con nuestras palabras
y acciones, para mostrarla con nuestra vida como cristianos, Benedicto XVI invitó,
en su catequesis de esta semana, a no desanimarse ante la indiferencia, ante la burla,
el desprecio o el rechazo del Evangelio, ante los que rehúsan recibir el encuentro
vital con Cristo. Evocando a san Agustín, el Papa exhortó a perseverar en sembrar
la semilla de la tierra buena, de la Palabra de Dios: justicia, paz y amor para la
familia humana:
«El rechazo, por lo tanto, no nos debe desalentar. Como cristianos,
somos testigos de este suelo fértil, nuestra fe - incluso dentro de nuestros límites
- demuestra que hay buena tierra, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos
abundantes de justicia, paz y amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia
de la Iglesia, con todos los problemas, demuestra también que existe la tierra buena,
existe la semilla buena que da fruto».
Tras reiterar, que «podemos creer en
Dios porque Él viene a nosotros y nos toca, porque el Espíritu Santo, don del Señor
resucitado, nos hace capaces de acoger al Dios vivo», el Santo Padre recordó que la
fe es, ante todo un don de Dios. Con el Concilio Vaticano II y con el Catecismo, destacó
que el bautismo, el sacramento que nos da el Espíritu Santo, nos hace hijos de Dios
en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia.
«Pero
no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni
a la libertad ni a la inteligencia del hombre». Es más, señaló Benedicto XVI «las
implica y exalta, en una apuesta de vida que es como un éxodo, es decir: un salir
de sí mismos, de las propias seguridades, de los propios esquemas mentales, para confiarse
a la acción de Dios que nos muestra su camino para conseguir la verdadera libertad,
nuestra identidad humana, la verdadera alegría de corazón, la paz con todos:
«Creer
es confiarse libremente y con alegría al plan providencial de Dios en la historia,
como lo hizo el patriarca Abraham, como lo hizo María de Nazaret. La fe es, pues,
un consentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su "sí" a Dios,
confesando que Jesús es el Señor. Y este "sí" transforma la vida, le abre el camino
hacia una plenitud de sentido, que la hace nueva, rica de alegría y esperanza fiable.
Queridos amigos, nuestro tiempo requiere cristianos que han sido aferrados por Cristo,
que crezcan en la fe a través de la familiaridad con las Sagradas Escrituras y los
Sacramentos. Personas que sean casi como un libro abierto, que narra la experiencia
de la vida nueva en el Espíritu, la presencia del Dios que nos sostiene en el camino
y nos abre a la vida que no tendrá fin. Gracias».
Y recordando que el pasado
22 de octubre se celebró la memoria del beato Juan Pablo II cuya figura, dijo, «está
siempre viva entre nosotros», el Papa invitó a los jóvenes a «aprender a afrontar
la vida con su ardor y su entusiasmo» y a los enfermos a «llevar con alegría la cruz
del sufrimiento como él mismo nos enseñó». A los recién casados, Benedicto XVI los
alentó a centrar su vida en Dios, para afianzar el amor conyugal y la felicidad.